Existe un doble debate sobre la candidatura del ex preso, escritor y poeta Marcos Ana para la concesión del “Premio a la Concordia 2009” y sobre la aceptación del mismo por parte del nominado. A través de estas reflexiones analizaremos las razones éticas que aconsejan retirar esta candidatura. Nadie ha puesto en duda la biografía carcelaria y literaria de Marcos Ana (en adelante MA). El hecho de que MA reúna en su persona ser el preso superviviente que más tiempo pasó en las prisiones franquistas, unido a sucondición de renombrado hombre de letras, lo hace especialmente candidato a merecer un plus de atención mediática, con el apoyo interesado de los medios de comunicación, porque no es este el quid del debate, si no el porqué se le propone y porqué se recibe complacientemente la propuesta que se va a elevar a la Fundación Príncipe de Asturias (en adelante FPA) para -¡atención!- nada concederle menos que el premio a una concordia relacionada tan directamente con la represión franquista.
MA se constituye en virtud de su propia trayectoria literario-carcelaria, en un icono del preso republicano idealizado, encarnando la imagen de la propia República apresada, humillada y torturada por los vencedores, y con ella, todo su bagaje de ideas progresistas y culturales, molida a golpe de castigo por los vencedores. Pero no es por ninguna de estas dos cualidades por las que se propone, y por lo que la FPA estará encantada ¿alguien lo duda?, de concederle el glamoroso premio.
Los que hemos tenido la oportunidad de escuchar a MA en más de una ocasión, hemos reconocido que, además de la altura de su bella oratoria, y el plácido discurrir de sus relatos viajeros en compañía de ilustres políticos, poetas, pintores, cineastas y otros hombres del mundo de las artes y de la cultura, hemos visto la forma en que MA utiliza su propia memoria existencial, es decir, su propia memoria histórica (la que se proyecta sobre la sociedad) para hacer apostolado de sus propias convicciones religiosas, haciendo pública y estentórea exhibición de su místico perdón a los franquistas y al régimenque lo martirizó, un perdón que como él mismo reconoce, hunde sus raíces en sus profundos valores cristianos.
MA, exhorta a una reconciliación, de la que él mismo se postula como ejemplo al publicitarlo, con el hábil tacto de quien sabe deslizar los mensajes sin proclamarlos. Un perdón, sin Verdad, sin Justicia y sin Reparación. Una especie de absolución general para Franco, su régimen y los cientos de miles de agentes de la dictadura que fueron elementos activos y necesarios para la máquina asesina del franquismo. Un perdón inspirado en la mística católica, a cambio –se supone- de merecer el Cielo en la otra vida.
Marcos Ana representa el espíritu redivivo de la Transición, la Reconciliación de las víctimas y verdugos a toque de corneta protagonizada por Carrillo, Martín Villa, Felipe González, Adolfo Suárez …y el general Pedrosa Latas con su Acorazada Brunete acuartelada como garante del apaño, hasta llegar al Referéndum-trampa de 1978 en que se chantajeo al pueblo español con un franquismo sin Franco contra una democracia con rey. “O yo o el caos” que se decía por Zarzuela aquellos días. Fue así de sencillo el remate de aquella operación tan larga y tan compleja. Nadie eligió al Rey; la mayoría de los españoles no queríamos que el franquismo prosiguiese disfrazado de otro modo, por lo que ¿qué otra alternativa se le ofreció a los españoles?. Monarquía e impunidad, dos conceptos que se constituye en el eje argumental del debate Marcos Ana-Premio Príncipe de Asturias.
La ley de amnistía fue el paso decisivo para tirar al mar la llave del recuerdo y de las responsabilidades de los crímenes cometidos durante cuarenta años. Impunidad y Monarquía juanfranquista, son los dos iconos del período de la Transición, dos iconos que Marcos Ana bendeciría al someterse a la humillación de que el nieto político del dictador le hiciese entrega a MA de un premio para reconciliar a unos verdugos, orgullosos y nunca arrepentidos de sus crímenes con unas víctimas huérfanas de toda petición de perdón y de verse reparadas.
Los que promueven su candidatura al citado “premio” deberían saber que en la práctica lo que se está proponiendo es que la FPA se dé un premio a sí misma, la fundación del hijo del rey impuesto por Franco y por la Transición, tan necesitado de un acreditado aval democrático, que recibiría de ser aceptado su premio por una víctima ilustre del régimen que designó a su padre como su sucesor. A Marcos Ana, no le hace falta ningún aval.
Acudamos a una ucronía para escenificar la incoherencia de la invitación que se nos hace para esta nominación:
Imaginamos que el gran almirante Karl Doenitz, designado sucesor por el propio Hitler, hubiese permanecido como canciller con la anuencia de los americanos, tras la guerrahasta nuestros días. Imaginemos que en el 2009 la Fundación Klaus Doenitz, el hijo mayor del canciller, concediera el premio a la concordia al más longevo de los supervivientes de Auswichz, mientras su padre seguía siendo el Führer del nuevo Reich alemán y hubiese dicho públicamente -como lo ha hecho Juan Carlos respecto a Franco- que “el nunca hablará mal de Hitler”. ¿Cómo se supone deberíamos acoger la la nominacióny la concesión de este “premio a la concordia”? ¿De qué concordia estaríamos hablando en el caso de Marcos Ana? ¿la rendición a la impunidad criminal del franquismo marcada por la ley de amnistía de 1977?
Estamos ante una campaña publicitaria que explota la bonhomía y lo mejor de la sensibilidad de la sociedad española, ante el sufrimiento y la trayectoria personal de un personaje tan relevante como Marcos Ana. Los argumentos “políticamente correctos” utilizados para su nominación, instrumentalizan el deseo natural de los demócratas de ver reconocido institucionalmente a un icono de las injusticias cometidas por el franquismo. Si el Premio lo concediese, por ejemplo, el Parlamento Español, la Academia Española de Ciencias Morales y Políticas o Jueces para la Democracia, no habría debate cuestionando la candidatura. En el caso que nos ocupa, la Fundación Príncipe de Asturias, no estaría premiando a un republicano, sería un republicano el que premiaría al régimen monárquico que instauró el mismo general que nombró heredero a su padre y que sentenció a muerte a más de ciento setenta mil de sus compañeros.
Ni Marcos Ana ni las víctimas del franquismo se merecen esta humillación.
Floren Dimas Basalobre
Lorca, 1 de julio de 2009
Lorca, 1 de julio de 2009