domingo, julio 12, 2009

EL SILENCIO NO CAMBIA LA HISTORIA

Joakin Arostegi mira a la cámara sentado en una silla de su habitación, con uno de sus libros publicados entre las manos. M
edio año después de cumplir los 95, su cabeza conserva la lucidez de siempre. "No me pidas nombres ni fechas", es su única condición. La única. Todo lo demás, lo recuerda sin problemas. Con nitidez. Agradece que le escuchen y agradece que le pregunten. Agradece la compañía. Y, entonces, la conversación surge sola. Porque es inevitable preguntarle. Y es inevitable que él conteste. Los minutos pasan a contarse en segundos y las historias a narrarse en clave anecdótica. "Qué vais a publicar con todo esto?", quiere saber él al final. "Tranquilo, el lunes lo verás".

Al formular esa pregunta, Joakin Arostegi Iturzaeta, oriotarra de nacimiento y sacerdote de profesión, acaba de concluir una charla de casi dos horas. Y en ella ha vuelto a recordar lo que nunca ha olvidado. Su pasado. Cómo fue su último contacto con José Ariztimuño Aitzol antes de que lo fusilaran, cómo el hermano de éste -Nemesio- jugó un papel esencial en su formación, cómo interpretó una zarzuela junto al también ejecutado sacerdote Martín Lecuona o cómo un día tuvo que pedir a su profesor José Miguel Barandiaran que dejara de tenerle en cuenta una contestación algo atrevida de una clase anterior.

La de Joakin es una de esas historias que hoy en día sorprende. Porque en ella se entremezclan, entre una y otra vivencia personal, las menciones a personajes conocidos y las alusiones a capítulos recogidos en libros. Se entremezcla, sencillamente, la historia. Los hechos. Por eso gusta escucharle, porque ofrece un testimonio vivo de lo que muchas veces uno sólo encuentra escrito. Con él uno se acerca, o intenta hacerlo, a la realidad de lo que sucedió.

Y esa historia, la suya, cobra hoy más sentido que nunca. Porque ayer, probablemente, cuando la Iglesia recordó a los 14 sacerdotes fusilados por los franquistas, Joakin volvió a echar la vista atrás... pero con más motivos que el resto. O, al menos, con más sentimientos. Él conoció a muchos de ellos. Vivió las circunstancias de sus muertes, las reacciones a sus ejecuciones y el silencio que los acompañó durante décadas. Y por eso, de nuevo probablemente, sabe mejor que nadie el valor del reconocimiento. Su significado.

La fe, en la calle
"Prediqué desde niño"

Joakin no estuvo en Vitoria, pero sí en la época de los fusilamientos. Tercero de cuatro hermanos y huérfano de madre desde los cuatro años -su padre se volvió a casar y tuvo tres hijas más-, pronto orientó su vida hacia la religión. "La fe es algo que Dios me hizo conocer en la calle", asegura. Y pronto decidió que su camino era el de la Teología. "Empecé a predicar desde niño ", confiesa. Eso sí -sonríe al recordarlo-, la primera vez que lo hizo fue en clave anecdótica. "Una vez, de chaval, me puse a predicar para poder comprar un balón con los amigos. Nos hacía falta dinero y no teníamos cómo conseguirlo. A mí se me ocurrió ponerme a hablar en el taller de mi padre. Sobre cómo tenía que ir vestida la gente y cosas así. Después pasé la bandeja y, aunque se rieron un poco, me dieron tres pesetas", relata.

Con el tiempo, sus sermones fueron sucediéndose -cada vez que Orio ganaba en La Concha le llamaban para que predicara-, y su vocación terminó por traducirse en la entrada al seminario y en el inicio de la carrera de Teología. Y fue entonces cuando Joakin entró en contacto con algunos de los sacerdotes que más tarde serían fusilados. Entre ellos, Aitzol , sin duda el más conocido.


"Conocí a su hermano Nemesio, bastante mayor que él, cuando estaba haciendo el servicio militar en San Sebastián (Joakin abandonó el cuartel sólo diez días antes de que se produjera el golpe militar). Fue como mi mentor. Había sido designado por el rector del seminario como mi profesor y llegué a tener una relación muy estrecha con él", comenta.

Nemesio fue fundamental en su vida. "Por encima de todo, me enseñó dos cosas. La primera, una teología diferente a la del seminario, a la tradicional. Él era un hombre muy adelantado en esos temas. Y la segunda, a tener cuidado. A obedecer. Aquella teología moderna que él conocía era distinta a la de la Iglesia jerárquica y resultaba algo peligrosa ante la doctrina oficial", explica.

'Aitzol'
El sacerdote 'revolucionario'

A su lado, Joakin contactó con Aitzol , "lo más parecido a un revolucionario" que ha conocido. "Era una persona muy conocida. Daba mítines defendiendo la justicia para los obreros y era un terrible amante del País Vasco", indica sobre el religioso tolosarra. No mantuvo una relación muy estrecha con él (incluso le escribió una carta crítica a través del periódico El Día reclamándole que hiciera sus discursos en euskera), pero sí coincidieron en alguna ocasión. La última de ellas, antes de su fusilamiento a manos franquistas.

"Recuerdo perfectamente la última vez que le vi. Estaba en Azkaine (Lapurdi) con Nemesio (Joakin cursó en Iparralde su último año de estudios) y él vino a despedirse antes de ir a Bilbao, desde donde había sido reclamado para impulsar la universidad. 'Dicen que están buscándome para fusilarme, pero están arreglados. Tendrán que matarme en estampa', nos dijo mientras se reía. Pero no le volvimos a ver", rememora.

Días después, el barco de vapor en el que había partido Aitzol , el Galerna, fue apresado por los golpistas a la altura de Pasaia. Como el resto de la tripulación, el tolosarra fue conducido a la cárcel de Ondarreta, desde la cual, tras dos días de humillación y torturas, salió para ser ejecutado junto a las tapias del cementerio de Hernani.

Su muerte fue sorprendente, pero no tanto porque se sabía que vivía bajo amenaza, al igual que otros muchos sacerdotes. "Aquellos meses de principios de la Guerra fueron horrorosos. Uno no sabía que partido tenía que tomar", asegura el oriotarra, mientras recuerda que los religiosos fueron perseguidos en Euskadi tanto por un bando como por el otro. "Por un lado, los anarquistas mataron algunos curas y, por otro, los franquistas persiguieron a varios sacerdotes por su condición de nacionalistas vascos. Un horror", insiste.

Entre esos últimos religiosos se encontraba Martín Lecuona, otro de los sacerdotes fusilados que conocía Joakin. "Coincidimos de seminaristas en Vitoria y representamos juntos una zarzuela en euskera. La letra era de él y de su hermano Manuel, los dos muy vasquistas, y yo interpretaba el papel principal. Luego lo mataron", lamenta.

Junto a él y a Aitzol , otros 12 sacerdotes perdieron la vida ejecutados por las tropas de Franco y Mola. Joakin no corrió peligro. "Ni yo ni Nemesio estábamos metidos en temas políticos". Su único castigo, por el hecho de haber cruzado la frontera hacia Iparralde durante la Guerra y haber regresado después, fue tener que trasladarse a otra comunidad. "Había un pacto entre la Iglesia y el Estado para que todos los sacerdotes que habían salido de España y habían vuelto fueran trasladados fuera del País Vasco, a la provincia que cada uno eligiera", indica sobre su salida forzada.

El remo
Orio, una pasión intacta
Entre 1940 y 1945, fruto de aquella decisión, Joakin vivió en Santander. Después regresó a su Orio natal para quedarse. Para contar lo que había vivido y para ser hoy testigo vivo de lo que ayer se recordó en Vitoria. Y allí, en Orio, ha pasado todos estos años. Ha escrito varios libros -todos menos uno en euskera-, ha ejercido su profesión y ha vivido con pasión sus aficiones. En especial, una. La que aún conserva. El remo. "Es la única cosa que aún me emociona como antes", confiesa desde la silla de su habitación, cuando ya concluyen las dos horas de conversación.

Han sido minutos agradables y didácticos pero, como sucede en tantas ocasiones cuando se entrevista a personas de edades tan longevas, a él le queda la duda de si lo que ha contado es interesante. "Y qué vas a escribir con todo esto", insiste por ello antes de despedirse. Lo que se escribe, lo que se ha escrito, es un resumen. Pero un resumen suficiente para saber que detrás de las palabras de cada una de esas personas longevas se encuentra siempre un tesoro. Y no por lo sorprendente o no de sus narraciones, sino por que todas ellas fueron reales.

Sus frases
¿Dónde descansan los restos de 'Aitzol'?

José Ariztimuño Aitzol , probablemente el más conocido de los sacerdotes vascos fusilados por las tropas franquistas, fue ejecutado el 17 de octubre de 1936 junto a las tapias del cementerio de Hernani después de haber sido humillado y torturado en la cárcel de Ondarreta. Lo que pasó a partir de entonces con sus restos, sin embargo, sigue siendo una incógnita a día de hoy. Hace algunos años, la Sociedad de Ciencias Aranzadi abrió la fosa en la que, en el mismo municipio en el que fue abatido, se suponía que descansaba su esqueleto. Pero el enterramiento estaba vacío. Eso sí, en el lugar se encontró una caja similar a las utilizadas para los envíos al Valle de los Caídos que llevó a pensar que podría haber sido trasladado hasta allí. Pero tampoco esta opción parece responder a la realidad. Porque, tal y como comprobó este periódico en una visita hace medio año al mausoleo edificado por Franco, éste no acogió ningún traslado de restos procedente de Hernani. Además, todos los cuerpos llevados desde Gipuzkoa están identificados a excepción de once enviados desde Tolosa. De estar en San Lorenzo de El Escorial, 'Aitzol' sería uno de esos once desconocidos de Tolosa. Precisamente, fue su población natal.

(Noticias de Gipuzkoa. 12 / 07 / 09)