El de José Luis Cano no es un caso único, ni mucho menos, pero sí significativo de cómo se hizo la reforma... y cómo se ocultó. Su muerte sólo seguía fresca ayer en la mente de la anciana que se asomó al segundo piso cuando se leía el comunicado de la concentración: «¡Ahí fue, ahí, en la puerta!», gritó señalando la entrada del bar de enfrente como si lo reviviera.
A José Luis Cano la vida se le acabó ahí, en la puerta del "Manuel", hoy Bar "Imanol". Sólo tenía 28 años. Uno de los «grises» le disparó en la cabeza. Su hermano contó que antes de rematarle los policías le golpearon con saña. Sobra decir que nunca se supo quién fue el que disparó el gatillo. Que nunca hubo juicio. Que nunca ha sido reconocido oficialmente. Que hasta insinuaron que la culpa la tuvo él.
Justo en el punto hacia el que señalaba la vecina de la calle Calderería hay una pequeña placa de madera, apenas del tamaño de un folio. Está colocada a unos tres metros del suelo, quizás porque, como recuerdan los más veteranos, en su día fue atacada por «incontrolados». «13-5-77. Jose Luis Kano hil zuten», se puede leer. Quizás alguien haya reparado en ella en una noche de poteo y se haya preguntado -sin respuesta- quién era y cómo lo mataron.
A fuerza de olvido oficial, su nombre es desconocido por los jóvenes. Y se ha ido difuminando en la memoria de los más veteranos. Javier García Charela, miembro de Ahaztuak, cree recordar que pertenecía a CCOO. La ex concejala y ex parlamentaria Miren Egaña, también presente, dice que «siempre he tenido su nombre grabado en la mente, pero no le conocí». Tampoco Sabino Cuadra, a quien le suena que cayó muerto al lado de Alfredo García, alcalde del PSOE en Antsoain durante más de un cuarto de siglo. Internet confirma el dato: García narró que no sabía precisar si el disparo fue fortuito o intencionado, pero que a Cano siguieron golpeándole tras oírse el tiro.
«Desplazado para incitar...»
Casi nadie de los presentes en el acto recuerda, sin embargo, que aquello ocurrió en el marco de la sangrienta semana pro-amnistía, que acabó con siete vascos muertos, como se recordó el año pasado en Errenteria. Nadie puede confirmar si trabajaba en ``La Voz de España'', como aparece en uno de los escasos libros que lo cita. Y tampoco les consta si estaba censado en Orereta, algo que aquel día el Gobierno Civil usó como elemento incriminador contra el joven muerto: «Tanto por el domicilio del fallecido como por la procedencia de alguno de los miembros del grupo agresor, se trataba de personas expresamente desplazadas a esta provincia para incitar a la jornada de lucha», dijo. Como tantas cosas, era mentira.
La concentración no es masiva, pero el objetivo está logrado. José Luis Cano ha salido del olvido en Iruñea. Los concentrados hablan de hacer una lista con estas muertes sin autor material, sin instigador, sin castigo, sin justicia. Muertes, además, con un objetivo político, subraya Ahaztuak: «Estos hechos dan a entender cómo se hizo la reforma franquista. Y tuvieron gran trascendencia en la Navarra de hoy».
(Gara. 14 / 05 / 08)