El Fuerte de San Cristóbal, construido entre 1878 y 1919, tras la última guerra carlista con el fin de defender Pamplona de la artillería, nunca fue utilizado como tal sino como prisión. El primer uso como penal se remonta a los años de la República. A propuesta de un diputado navarro, se estrenó como cárcel para activistas de la revolución de Asturias. La segunda ocupación masiva de presos se produce a partir del levantamiento militar de 1936 y en noviembre del 1937 ya son más de 2.300 presos los ingresados en este recinto no preparado ni para ser prisión ni para albergar a tantas personas.
En esas circunstancias de cárcel franquista se produce, el 22 de mayo de 1938, un hecho casi imposible a la vista de la estructura interna y del aislamiento total del Fuerte: la fuga. Un grupo de presos, sin ninguna ayuda exterior, toma el Fuerte reduciendo a toda la guardia y abriendo las puertas a los 2.497 presos restantes. La huida de un centinela exterior y el inmediato aviso a las fuerzas militares hizo desistir a muchos y fueron 795 quienes se aventuraron a una fuga que se saldó con el trágico balance de 208 muertos, de los que no se llegó a recuperar los cuerpos de 20. Sólo tres consiguieron llegar a Francia y los 585 restantes fueron recapturados y devueltos al Fuerte, donde se les sometió a un especial régimen de castigo. A 14 de ellos se les condenó a muerte como promotores y fueron fusilados en la Vuelta del Castillo sobre los fosos de la Ciudadela de Pamplona.
Según los datos manejados por los investigadores, en total fueron 554 los presos muertos y registrados en el Fuerte, además de los no registrados (unos 200 según los presos informadores) muchos de los cuales fueron asesinados y enterrados en las inmediaciones, en las faldas del mismo monte Ezkaba por partidas avisadas de su puesta en libertad.
(Noticias de Navarra. 22 / 05 / 08)