Ayer se celebró como cada año el homenaje a Txiki en el lugar donde fue asesinado el 27 de septiembre de 1975, día en el que fueron fusilados 4 luchadores antifascistas más: Xosé Humberto, José Luis, Ramón y Angel, en cumplimiento de las últimas sentencias de muerte del régimen fascista del general Franco.
En Zarautz, donde fue enterrado, ni su familia, ni los compañeros de Ahaztuak pudieron rendirle el homenaje que les hubiera gustado, pues ahora que todo es apología o enaltecimiento del terrorismo, los que cayeron durante la dictadura a causa de su justa lucha por derrocarla son considerados, 34 años después de su asesinato, peligrosos para la sociedad actual. Que la familia de Txiki no haya podido recordarlo en paz, en el camposanto de Zarautz, dice mucho de los tiempos revueltos que la Audiencia Nacional nos está programando.
Un pelotón de voluntarios, funcionarios, policías del servicio de información de la Guardia Civil, fusilaron a Jon Paredes Manot “Txiki” en las cercanías del cementerio barcelonés de Collserola. Muy cerca de ese lugar, una placa con el texto: “Mañana cuando yo muera, no me vengáis a llorar, nunca estaré bajo tierra, soy viento de libertad" es colocada y retirada cada 27-S.
"Y comenzó a cantar el "Eusko Gudariak". Al empezar la segunda estrofa caería acribillado. Yo creo que al caer todavía seguía cantando". Palabras del hermano de Txiki, recogidas en el libro "Haizea eta sustraiak" de Xabier Sanchez Erauskin.
Una vez finalizado el acto se presentó un invitado sorpresa fotografiando a los presentes, tomando datos de las matrículas y amenazando con total impunidad a los allí congregados. El individuo que se autocalificó como de extrema derecha dedicó el saludo fascista mientras apoyado en su coche, con las placas tapadas, contemplaba como los asistentes al homenaje explicaban a los mossos d'esquadra allí personados, lo que en realidad había pasado. En su cara se reflejaba la satisfacción del que se sabe impune. Después de la concentración de Falange en Arenys y de acontecimientos como este, tanto el gobierno como la Justicia se deberían plantear a quien están dando alas, porque no olviden que un fascista sí que es un elemento extremadamente peligroso, un agente terrorista destructor de la democracia que tan mal defienden y que debería causar gran alarma social.