Padecieron toda suerte de penurias. Muchas de ellas, vieron morir a sus hijos en presidio, mientras que a otras se los quitaron de sus manos para no volver a verlos jamás. Según los expedientes que figuran en los registros penitenciarios, 177 mujeres y 48 niños fallecieron en la cárcel franquista de Saturraran entre 1938 y 1944. Se estima que la prisión situada en el límite entre Ondarroa y Mutriku llegó a tener a 2.000 reclusas de entre 16 y 80 años víctimas de la represión fascista por su lealtad a la Segunda República y su defensa de la libertad y de la democracia.
Para mantener vivo el recuerdo de esas mujeres, el colectivo de historiadores de la localidad vizcaína, OHZ, ha organizado unas jornadas repletas de actos con las que también se persigue reconocer la solidaridad y la ayuda que unas cuarenta familias ondarresas prestaron de manera completamente voluntaria y altruista a las reclusas. «Eran familias muy modestas que llevaban algo de lo poco que tenían. Casi siempre era pescado, que era lo que entonces más abundaba en Ondarroa. Gracias a esa ayuda, algunas reclusas lograron sobrevivir», recuerdan desde OHZ, que han contado con la colaboración de un grupo de voluntarias para recopilar numerosos documentos, textos, fotografías y enseres que se muestran en la antigua sede de la cofradía de pescadores hasta el próximo domingo.
Los testimonios recogidos por ese grupo podrán escucharse el próximo miércoles, a las siete y media de la tarde, en la mesa redonda que tendrá lugar en la antigua cofradía. El hambre fue sólo una de las múltiples penurias que sufrieron las prisioneras. Los castigos y las humillaciones eran habituales. Una de las peores represalias consistía en confinar a las reclusas en celdas ubicadas en el sótano de un pabellón cubierto de agua en el que, en función de las mareas, el agua podía sobrepasar la cintura de las prisioneras.
«Los largos días de encierro en aquellas sórdidas celdas provocaron muchas muertes. Hay episodios muy duros», relatan miembros de OHZ. Algunas de las supervivientes detallarán en propia persona los recuerdos que marcaron su vida. Será el caso de las asturianas Balbina Las Heras y Anita Morales, invitadas a la charla que se celebrará el viernes a las siete y media en la misma sede de la cofradía.
32 muertos en siete días
En 1937, el gobierno franquista decidió que el antiguo balneario de Saturraran se convertiría en un correccional para mujeres. Las primeras reclusas llegaron en enero de 1938, la mayoría desde Asturias, aunque había mujeres provenientes de Aragón, Andalucía, Cataluña, Extremadura, Galicia, Cantabria, ambas Castillas y el País Vasco.
«Algunas vinieron con sus hijos, otras, embarazadas. Dormían juntas en petates y amontonadas en pabellones. Los niños también vivían con sus madres hasta los tres años. Después eran separados de sus progenitoras. Durante una de las peores épocas se contabilizaron 32 fallecimientos de niños y niñas en poco más de una semana», recuerdan.
Las penurias de las presas pronto trascendieron en la zona. Los marineros «salían a pescar para las reclusas, sabedores del hambre que pasaban dentro de aquellas siniestras dependencias, pero como denunciaron muchas sobrevivientes, las monjas llegaron al extremo de confiscar los víveres».
Saturraran cerró sus puertas como centro penitenciario tras la intervención de la Cruz Roja. Las reclusas fueron trasladadas a otras prisiones. En la actualidad, sólo queda una explanada inhóspita de cemento en la que una pequeña placa recuerda el sufrimiento y la tragedia vivida por aquellas mujeres. Desde OHZ, se encargarán de ponerles nombres y apellidos en un acto que se desarrollará el sábado a escasos metros de donde se apoyaban los muros de la vieja cárcel.
(El Correo Español. 2 / 11 / 08)