Antonio García Vital, mecánico de 32 años, fue fusilado el 13 de septiembre de 1936, precisamente, en la tapia con la que hace esquina la que ahora se está recubriendo con un muro. El pasado 7 de febrero, su hijo menor, Antonio García, que tenía 17 meses cuando murió su padre, acudió allí a un acto que, a medio camino entre el homenaje y la protesta, pretendía reivindicar la memoria de los cientos de asesinados allí y exigir que se preservasen las tapias.
Ahora sabe que este empeño ha fracasado. "Me parece horroroso", dice. "Más olvido todavía". Afirma que aún siente "miedo" por sus hijos al hablar de cómo su padre, "socialista", fue detenido en su casa. "Tengo hijos, y no querría que les pasara nada si volviera a pasar algo como lo de entonces", explica. La sensación de desprotección por parte de las autoridades y de miedo a hablar por parte de los descendientes de represaliados es aún muy frecuente en pueblos y ciudades del sur de España. "Todavía está uno un poco acomplejado, después de toda la vida sin poder hablar. Toda la vida de silencio; y ahora, más silencio todavía", lamenta.
Aparte de expresar una total desconfianza hacia la derecha "que siempre está ahí, la misma de siempre, para que no puedas hablar demasiado alto", Antonio reprocha al PSOE su escasa implicación en la cuestiones de memoria histórica. No olvida, por ejemplo, que la plaza de toros donde su padre estuvo preso varios días antes de ser llevado al cementerio y fusilado fuera derribada y se construyera un palacio de congreso. Allí, como único reconocimiento, hay una escultura de Blanca Muñoz, sin placa que explique el motivo.
(Público. 12 / 06 / 09)