Como no podía ser menos, la izquierda abertzale respalda con fuerza el acto de inauguración del Parque de la Memoria de Sartaguda, que será mañana y se presume multitudinario. Así lo indicó ayer la edil en Iruñea Mariné Pueyo, que reivindicó que «el Parque es un referente donde recoger las semillas de la libertad para expandirlas por toda Euskal Herria; es un referente de futuro, no un referente de pasado». LAB, mientras tanto, hizo un llamamiento a la clase trabajadora a acudir a Sartaguda y a reivindicar «un cambio estructural para terminar con la hegemonía de la derecha y de la patronal en Navarra».
Acompañada por familiares de víctimas del 36, Pueyo recordó que «no se pueden separar las aspiraciones de entonces y las de hoy. No nos han devuelto la República, no respetan nuestros derechos, no ha llegado la primavera a Nafarroa». En esta línea, consideró que no basta con recuperar los restos mortales de los fusilados, sino que también hay que reimpulsar sus ideas políticas: «Nos robaron más que su cariño; nos robaron su sabia, su lucha, su pensamiento y su acción. Muchos se han quedado sólo con los huesos», añadió la concejala.
Aludió en concreto al PSOE, de quien recordó su ya larga tradición de colaboración con UPN en Nafarroa o su responsabilidad en la Ley de Memoria Histórica, «una continuación del `pacto de silencio'». Le reprochó que actúe hoy de modo inversamente contrario al de 1936, cuando el Frente Popular defendió la unión de los cuatro territorios vascos «para no dejar desamparada a la izquierda navarra frente a una derecha crecida». Ironías del destino, el PSOE iba junto a ANV, a la que ahora ilegaliza.
Tres historias trágicas
Superando su emoción, tres veteranos vecinos de Sartaguda completaron el mensaje refiriendo tres de las mil historias trágicas provocadas por el golpe franquista en «el pueblo de las viudas». A Progreso Mangado se le quebró la voz cuando explicó que mataron a once familiares suyos: «Pero tengo 75 años, siempre he luchado por lo mismo, y seguiré mientras respire», añadió.
Augusto Martínez no dudó en hablar de «holocausto» por los 86 varones muertos. La tragedia siguió con sus viudas. Narró un caso espeluznante: «En 1973 debí casarme con mi suegra in articulo mortis, para que la que es mi mujer cobrara la herencia. Y es que sus padres no figuraban como casados; los habían engañado. Se rieron de ellos todo lo que quisieron».
A otro hijo de fusilado, Salvador Miguel Amatriain, le tocó traer de Zaragoza los restos de 45 vecinos, nada más morir Franco: «Al funeral no vino nadie del PSOE ni del PCE... Dejé de creer en la política».
(Gara. 09 / 05 / 08)