El contundente aplastamiento de Franco sobre quienes defendieron la Segunda República española, y la posterior represión de la disidencia, han engrandecido la imagen de aquel sistema político que, en principio, abrió tantos horizontes para el conjunto del Estado español. Lo más lamentable ha sido la dejación que las fuerzas que se reclamaban republicanas hicieron en tiempos más recientes -la denominada Transición- a la exigencia de recuperar tal sistema. En este capítulo se encuentran el PSOE y PCE, al igual que la UGT, tres protagonistas fundamentales en la República y en la lucha contra el Ejército franquista. Es difícil que el futuro les vuelva a dar otra oportunidad.
Muchos sectores sociales e individuos de diferente clase y condición pusieron sus esperanzas en la República. Sin embargo, sus dirigentes resultaron demasiado timoratos, con mucha frecuencia, ante una realidad social sangrante en la que la riqueza se concentraba en manos de la oligarquía histórica del Estado español. Titubearon ante la reforma agraria, cuestión crucial, ineludible por la pobreza en que se abatía el campesinado y la escasa productividad de la gran propiedad. Primó la consideración del derecho de propiedad, y a muchos campesinos no les quedó otra alternativa que la de comed República… , expresión con la que les zaherían los propietarios.
La República representó grandes esperanzas, pero estuvo cargada de grandes limitaciones. Para intelectuales como Azaña, sectores de la clase media ilustrada, el modelo lo constituía la Tercera República francesa, orgullosa de su ciudadanía igualitaria y laica, liberada del sofocante control que la Iglesia católica había ejercido sobre la sociedad durante siglos. No obstante, la Tercera República francesa no dejó de ser un Estado imperialista y agresor que únicamente admitía una forma de ser ciudadano, la del francés , con renuncia expresa a cualquier otra identidad. Estos rasgos aparecen también en el republicanismo español, que no valoró la presencia de los territorios coloniales, a pesar de que en ellos se siguió practicando el aniquilamiento y la represión de pueblos indígenas.
A la hora de entender lo que fue la República es obligado recordar que, en principio, sectores escasamente progresistas se declararon republicanos. Es esto cierto incluso durante el alzamiento militar del 18 de julio. Muchos militares que se consideraban republicanos optaron por él y no pensaban en una restauración de la monarquía. El mismo Mola impuso a los carlistas la bandera republicana.
Todos estos elementos de juicio deben ser tenidos en cuenta a la hora de analizar la República. No obstante, es obligado reconocer que el alzamiento militar clarificó los campos. La represión se cebó en los elementos más reivindicativos, pero que no por ello dejaban de plantear unas exigencias justas. Cuando se considera la crueldad y sadismo de los sublevados en Navarra contra quienes reclamaron el cambio, no existen paliativos para calificar a los primeros de asesinos. "¡Que no quede ni uno!", afirmó Mola. En tiempos posteriores, cuando a algunos protagonistas de la masacre se les pretendía hacer reflexionar sobre la brutalidad de su crimen, muchos contestaban: "más teníamos que haber matado".
Tampoco la trayectoria de las fuerzas republicanas durante la guerra fue siempre de guante blanco (Helen Grahan, 2007). Muchísimos individuos fueron objeto de una represión indiscriminada por su carácter religioso y razones de posicionamiento político. Fue una violencia injustificable que afectó a personas sin responsabilidad. Es cierto que el clero, con sus altas jerarquías a la cabeza, fue corresponsable de la represión en la denominada zona nacional y en gran medida instigador de la rebelión militar. También lo es que las autoridades republicanas se esforzaron por recuperar el control de los acontecimientos y que, en cuanto se restableció el orden, cesaron los linchamientos. Existen otros episodios que tampoco dejan en buen lugar a muchos elementos que tuvieron un papel importantísimo en el devenir de los acontecimientos. Afectan a la actitud de los dirigentes del PSOE y de la UGT. Importantes sectores sociales, obreros, campesinos y clases medias formaron parte de estas organizaciones. Su entrega a la causa, que en tantas ocasiones les costó la vida, no se vio seguida por el hacer de sus dirigentes.
Por lo demás, el fundamento de la República tampoco casa bien con una situación democrática plena. La República no deja de ser la propuesta de los sectores sociales españoles que se sienten marginados por la oligarquía, pero su proyecto sigue siendo el Estado español. No extraña el desinterés que éstos mostraron por situaciones que se daban en el exiguo imperio que España seguía manteniendo. En este momento se impuso España como potencia en el futuro Sáhara. Los republicanos españoles tampoco entendieron el problema nacional que existía en Euskal Herria y Cataluña. Resulta muy sintomático al respecto la afirmación de Calvo Sotelo de "prefiero una España roja a una España rota".
La República fue posible por la existencia de lo que Machado llamó las dos Españas , derivado del desajuste tan pronunciado entre la oligarquía y las miserables clases populares. Las escasas clases medias vieron en ella el instrumento para conseguir la modernización del Estado español, que se arrastraba con los lastres del antiguo régimen: oligarquías detentadoras de la mayoría de los recursos económicos, masas sociales abrumadas por la miseria y autoritarismo que golpeaba sin miramientos a quien osaba protestar. El camino que ofrecían los dirigentes políticos de las clases medias era el de las reformas paulatinas a medio y largo plazo. Lo que buscaban las masas republicanas eran soluciones inmediatas. El propio franquismo resolvería la cuestión mediante la represión y el desarrollo económico.
Cuando muere Franco desaparece también la España de miseria. Hoy las dos Españas son la constituida por quienes no quieren ser españoles y la de quienes se muestran decididos, en cualquier caso, a obligar a los primeros a serlo. Se explica que la República despierte tan pocos entusiasmos, a pesar de los esfuerzos que realizan algunos por presentar una alternativa de Estado a la situación presente. No creo que la sociedad española sea monárquica -probablemente sean mayoría quienes consideren a la monarquía algo superfluo y costoso-; pero no representa el mayor problema político que les afecta.
A decir verdad, no creo que a medio plazo tenga lugar un cambio de situación, y la única República que veo viable es la que surja de la creación de un estado navarro soberano. Sinceramente, pienso que los republicanos españoles tienen una fuerte carga de nostalgia y mucho de idealización.
Osasuna eta Nafarroaren Errepublika.
(Noticias de Navarra. 07 / 06 / 08)