El Gobierno británico tardó 38 años en reconocer que el ametrallamiento de su Ejército que mató a 14 irlandeses en Derry, el conocido como Bloody Sunday, fue un acto injustificado e injustificable. Finalmente, aceptó sus responsabilidades y pidió perdón. 35 años después, el Gobierno español sigue teniendo esa asignatura pendiente. Tiene una oportunidad de proyectar un nuevo enfoque, diferente y de futuro, de abrir nuevos horizontes de solución y reconciliación, de hacer una política con sensibilidad y portadora de esperanza. Debería aprovecharla. Pero ello exige deconstruir la política que utiliza a las víctimas para bloquear la superación del conflicto, para mantener los intereses y sustentos creados en torno a él, para alimentar una cultura y esquemas de venganza que impiden construir un futuro sostenible, justo y basado en la verdad.
Los sucesos de aquel 3 de marzo alimentaron la oposición abertzale y democrática al régimen, y fortalecieron su unidad de acción. Los sindicatos eran ilegales y los derechos básicos negados por la brutal represión. Unir fuerzas, exigir una normalización democrática del país y defender al pueblo trabajador vasco es un principio fundamental y una necesidad ineludible. Aquel 3 marzo de 1976, ayer, hoy y siempre.
(Gara. 4 / 02 / 2011)