«No os olvidaremos, y, cuando el olivo de la paz florezca, entrelazado con los laureles de la victori a
de la República española, ¡volved!». Con estas emotivas palabras
Dolores Ibárruri, 'Pasionaria', despedía a los últimos integrantes de
las Brigadas Internacionales durante el homenaje en su honor celebrado
el 1 de noviembre de 1938 en Barcelona. Al multitudinario acto acudieron
miles de personas para mostrar su agradecimiento a los 35.000
brigadistas que en algún momento de la guerra combatieron contra las
tropas franquistas. Voluntarios que llegaron a España procedentes de 53
países y que solo tenían en común la defensa de un ideal de libertad y
justicia que para ellos representaba la República amenazada. Entre esos
milicianos que contribuyeron a la defensa de Madrid o empuñaron el fusil
en batallas decisivas como Brunete o Belchite había cerca de un
centenar de ciudadanos chinos , según revela por primera vez un
completísimo estudio realizado por los taiwaneses afincados en Estados
Unidos Hwei-Ru Tsou y Len Tsou. Su laboriosa y apasionante investigación
queda plasmada en el libro 'Los brigadistas chinos en la Guerra Civil.
La llamada de España' (Catarata), cuya publicación y traducción al
castellano ha sido auspiciada por el Centro de Estudios y Documentación
de las Brigadas Internacionales de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Los autores reconstruyen en el libro la historia de 13 brigadistas chinos mediante testimonios de familiares o compañeros de armas que combatieron junto a estos voluntarios. La ingente labor de documentación también les permitió recopilar fotografías y referencias de los artículos donde estos representantes del gigante asiático expresaron sus vivencias, miedos, dudas y anhelos desde la primera línea de una cruel contienda. Pero, al mismo tiempo, la obra también desentraña paso a paso la compleja investigación que los autores llevaron a cabo durante años para rescatar un capítulo olvidado de la Guerra Civil.
El origen de esta sorprendente historia no está en España ni China, sino en Estados Unidos. En 1986 con motivo del 50 aniversario de la confrontación, la Brigada Lincoln (nombre adoptado por los milicianos estadounidenses) publicaron un álbum de fotos de la guerra. Los químicos Hwei-Ru Tsou y Len Tsou -que por entonces ya estaban interesados en la labor de los brigadistas - se quedaron atónitos al identificar entre esas imágenes a milicianos que parecían de origen chino. La sorpresa estaba justificada. Primero por la gran distancia entre ambos países y, además, por la propia necesidad de aguerridos combatientes en China, que ya libraba una lucha defensiva contra el Japón imperial. Por tanto, ¿qué hacían en una guerra de un país tan lejano? ¿Cómo habían llegado hasta allí?
Gracias a esta minuciosa investigación ahora se sabe que la mayoría de esos combatientes chinos llegaron a España desde países europeos -especialmente Francia- y, en menor medida, desde Estados Unidos. Su aventura, en algunos casos casi epopeya, muestra cómo unos ideales permitieron afrontar con ánimo las penalidades del frente -donde la muerte amenazaba cada segundo- los sufrimientos de los heridos, la frustración de la retaguardia y la esperanza de regresar algún día junto a los suyos. Los brigadistas chinos desempeñaron muy distintas labores. Algunos de esos 13 milicianos descubiertos en el libro eran fervientes combatientes en la primera línea de combate, otros heroicos camilleros que cargaban sobre sus hombros a compañeros caídos en medio del fuego cruzado o personal destinado a labores de intendencia y transporte. También padecieron, como el joven miliciano Chen Agen, capturado en la caída de Asturias, las duras condiciones de los campos de prisioneros franquistas.
Los brigadistas chinos no eran militares, sino obreros, mineros o intelectuales que se convertían en milicianos. Ese fue el caso de Zhang Ruishu, natural de Jianzha, en la provincia de Shandong. En 1917, con apenas 20 años, se trasladó a Francia para trabajar en una industria papelera. En aquellos momentos el Gobierno galo buscaba mano de obra para suplir a los trabajadores reclutados para luchar en la I Guerra Mundial. Ruishu fue uno más de los miles de chinos que se trasladaron a Francia con la promesa de un empleo. Con el fin del conflicto bélico su situación empeoró. Se refugió en el Partido Comunista francés -los únicos preocupados por las penurias de estos inmigrantes- y con el estallido de la guerra en España decidió cruzar los Pirineos para combatir. Su caso es el que más se asemeja al de la mayoría de brigadistas chinos .
El trabajo de Hwei-Ru Tsou y Len Tsou también ha permitido conocer la participación de otros combatientes asiáticos, especialmente filipinos, pero también vietnamitas, indonesios e incluso algún japonés. Esta extraordinaria investigación ha permitido, de algún modo, cumplir con la promesa de Ibárruri de no olvidar el compromiso de estos hombres con un país tan ajeno al suyo.
(La fotografia que acompaña este texto recoge a varios brigadistas chinos en el campo de internamiento francés de Gurs, donde fueron internados miles de republicanos españoles)
(El Correo Español. 5 / 06 / 2013)
Los autores reconstruyen en el libro la historia de 13 brigadistas chinos mediante testimonios de familiares o compañeros de armas que combatieron junto a estos voluntarios. La ingente labor de documentación también les permitió recopilar fotografías y referencias de los artículos donde estos representantes del gigante asiático expresaron sus vivencias, miedos, dudas y anhelos desde la primera línea de una cruel contienda. Pero, al mismo tiempo, la obra también desentraña paso a paso la compleja investigación que los autores llevaron a cabo durante años para rescatar un capítulo olvidado de la Guerra Civil.
El origen de esta sorprendente historia no está en España ni China, sino en Estados Unidos. En 1986 con motivo del 50 aniversario de la confrontación, la Brigada Lincoln (nombre adoptado por los milicianos estadounidenses) publicaron un álbum de fotos de la guerra. Los químicos Hwei-Ru Tsou y Len Tsou -que por entonces ya estaban interesados en la labor de los brigadistas - se quedaron atónitos al identificar entre esas imágenes a milicianos que parecían de origen chino. La sorpresa estaba justificada. Primero por la gran distancia entre ambos países y, además, por la propia necesidad de aguerridos combatientes en China, que ya libraba una lucha defensiva contra el Japón imperial. Por tanto, ¿qué hacían en una guerra de un país tan lejano? ¿Cómo habían llegado hasta allí?
Gracias a esta minuciosa investigación ahora se sabe que la mayoría de esos combatientes chinos llegaron a España desde países europeos -especialmente Francia- y, en menor medida, desde Estados Unidos. Su aventura, en algunos casos casi epopeya, muestra cómo unos ideales permitieron afrontar con ánimo las penalidades del frente -donde la muerte amenazaba cada segundo- los sufrimientos de los heridos, la frustración de la retaguardia y la esperanza de regresar algún día junto a los suyos. Los brigadistas chinos desempeñaron muy distintas labores. Algunos de esos 13 milicianos descubiertos en el libro eran fervientes combatientes en la primera línea de combate, otros heroicos camilleros que cargaban sobre sus hombros a compañeros caídos en medio del fuego cruzado o personal destinado a labores de intendencia y transporte. También padecieron, como el joven miliciano Chen Agen, capturado en la caída de Asturias, las duras condiciones de los campos de prisioneros franquistas.
Los brigadistas chinos no eran militares, sino obreros, mineros o intelectuales que se convertían en milicianos. Ese fue el caso de Zhang Ruishu, natural de Jianzha, en la provincia de Shandong. En 1917, con apenas 20 años, se trasladó a Francia para trabajar en una industria papelera. En aquellos momentos el Gobierno galo buscaba mano de obra para suplir a los trabajadores reclutados para luchar en la I Guerra Mundial. Ruishu fue uno más de los miles de chinos que se trasladaron a Francia con la promesa de un empleo. Con el fin del conflicto bélico su situación empeoró. Se refugió en el Partido Comunista francés -los únicos preocupados por las penurias de estos inmigrantes- y con el estallido de la guerra en España decidió cruzar los Pirineos para combatir. Su caso es el que más se asemeja al de la mayoría de brigadistas chinos .
El trabajo de Hwei-Ru Tsou y Len Tsou también ha permitido conocer la participación de otros combatientes asiáticos, especialmente filipinos, pero también vietnamitas, indonesios e incluso algún japonés. Esta extraordinaria investigación ha permitido, de algún modo, cumplir con la promesa de Ibárruri de no olvidar el compromiso de estos hombres con un país tan ajeno al suyo.
(La fotografia que acompaña este texto recoge a varios brigadistas chinos en el campo de internamiento francés de Gurs, donde fueron internados miles de republicanos españoles)
(El Correo Español. 5 / 06 / 2013)