"En España, según se desprende de los documentos aportados y de los estudios realizados, podría haberse desarrollado un sistema de desaparición de menores hijos de madres republicanas (muertas, presas, ejecutadas, exiliadas o simplemente desaparecidas) a lo largo de varios años, entre 1937 y 1950, bajo la cobertura de una aparente legalidad, al contrario de lo que décadas después ocurriría en Argentina, pero, precisamente por ello, con unos efectos más perdurables en el tiempo y más difíciles de detectar y hacer que cesen". Con estas palabras abordó Baltasar Garzón el tema de los niños robados del franquismo en el auto con el que, hace un par de meses, se inhibió en favor de los juzgados territoriales en relación a la investigación sobre la Guerra Civil y los desaparecidos.
En ese texto, el magistrado de la Audiencia Nacional explica que, al menos aparentemente, "los métodos de desaparición legalizada se institucionalizaron gracias al sistema de impunidad impuesto por quienes lo diseñaron y al miedo desarrollado en las víctimas", conscientes de la práctica inutilidad de su acción. "Tuvo un claro carácter sistemático, preconcebido y desarrollado con verdadera voluntad criminal para que las familias de esos niños, a las que no se les consideraba idóneas para tenerlos porque no encajaban en el nuevo régimen, no volvieran a tener contacto con ellos", asegura Garzón.
60 años después, aquellos niños sin nombre a los que les fue sustraída la identidad continúan sin una reparación histórica y judicial. Algunos, incluso, no saben siquiera que son parte de esa tragedia. Porque la suya ha sido una causa olvidada durante décadas. Han sido víctimas del silencio, del miedo, de la vergüenza y, sobre todo, del desconocimiento. Hasta el auto de Garzón, pocas habían sido las alusiones directas al tema. Y menos aún, las menciones a posibles casos en Gipuzkoa. De hecho, aún hoy en día no hay confirmación oficial de que eso ocurriera en este territorio. Pero, ¿ocurrió?
Primeras pistas
Alusiones a Saturraran
Hace cuatro años, los periodistas catalanes Montse Armengou y Ricard Belis, junto con el historiador de la misma comunidad Ricard Vinyes, ofrecieron uno de los acercamientos más esclarecedores a toda esa realidad oculta: Los niños robados del franquismo . Publicado en una versión más amplia en formato impreso y editado de manera más reducida para su emisión como documental de televisión, este trabajo rescata de ese pasado testimonios de varios de aquellos niños y sus madres. Y entre esos recuerdos aparece, atribuida a una presa asturiana de la cárcel de Saturraran, Concepción Vázquez del Río, una de las escasas referencias a Gipuzkoa. En ella se explica que, en una ocasión, las monjas hicieron salir a las madres reclusas al patio sin sus hijos, bajo el argumento de que éstos tenían que pasar un reconocimiento. A la vuelta, esos niños, cerca de un centenar, y siempre según la cita recogida en el mencionado trabajo, ya no estaban.
Fuera de esa alusión, es complicado encontrar pruebas que confirmen que en Gipuzkoa también se robaron niños. "No hay nada. Hay varios testimonios sobre la cárcel y su historia, pero nada que corrobore los robos", reconoce el mutrikuarra Xabier Basterretxea, autor de una amplia investigación sobre la historia de la prisión. "Más allá de indicios, nunca he escuchado nada que corrobore la existencia segura de casos aquí", agrega al mismo respecto el historiador de Aranzadi Iñaki Egaña.
Pese a ello, sí existen algunas alusiones que pueden llevar a pensar en esa posibilidad. Precisamente en declaraciones recogidas por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, la asturiana afincada en Mutriku Sagrario Merodio apunta al posible robo de uno de los niños que vivían presos en Saturraran, donde ella permaneció cerca de seis años. "Dos hermanas asturianas avisaron a las monjas de que una tercera iba a tener un niño, y la llevaron a la enfermería para que diera a luz. Después, le dijeron que el hijo se había muerto. Y ellas decían ¡Pero si no estaba muerto! ", recuerda Sagrario, que responde con un "puede ser" cuando se le pregunta si ese niño pudo ser destinado a una familia ajena a la suya. "No sé si sucedió más veces o no, pero ese caso sí pasó", asegura.
Separación de los hijos
Las escenas más duras
Las escenas más duras
Su hermana Carmen, presa en la misma cárcel durante un periodo de tiempo similar, se expresa en un sentido parecido. "Maltrataron a muchas. Tener a una madre con un hijo y que se lo quiten... es lo peor que hay", señala. Ahora bien, su testimonio no parece relacionado tan directamente con el robo de niños, sino con el hecho de que éstos tenían que separarse forzosamente de sus madres a la edad de tres años. Porque eso era lo que estipulaban las normas. Y entonces se producían escenas "dolorosísimas", con madres destrozadas por el adiós de sus chiquillos. "Se tenían que ir a la calle. Y sus familias se los iban llevando pero, la que no sabía dónde estaba la familia...", relata, mientras recuerda cómo muchos de esos menores sin familiares que se hicieran cargo de ellos fueron acogidos, hasta la salida de sus madres, por vecinos de Ondarroa y Mutriku.
La sospecha de los robos permanece en el aire, pero sin confirmación. Al contrario, a veces la búsqueda de esa confirmación lleva a más dudas. Porque, si el testimonio de unas reclusas hace pensar que sí hubo algún robo, el de otras invita a creer lo contrario. "Al menos yo no tengo constancia de que allí desaparecieran niños", afirma en ese sentido, y en declaraciones a este periódico, Carme Riera, natural de Girona y, a sus 94 años, una de las pocas mujeres vivas de cuantas estuvieron en Saturraran entre 1938 y 1944. Por todo ello, la incógnita sobre si se robaron niños en Gipuzkoa sigue abierta, y seguirá, probablemente, durante muchos años.
En manos de la justicia
Delitos sin prescribir
Delitos sin prescribir
En el resto del Estado, no obstante, la duda parece ya inexistente, especialmente tras el auto de Garzón. Ahora, dice el juez en su texto, corresponde al Poder Judicial la obligación de investigar el alcance delictivo de los hechos que, por su carácter permanente y contextualizados como crímenes contra la humanidad, no están prescritos ni amnistiados. Olvidar esta realidad por más tiempo y poner trabas a la investigación, considera, sería "tanto como contribuir a la perpetuación de los efectos del delito y ello, además de injusto, sería cruel para las víctimas y contrario a los más elementales derechos humanos de toda la sociedad española y de la comunidad internacional".
(Noticias de Gipuzkoa. 04 / 02 / 09)