Los técnicos, por encargo de las asociaciones de familiares, también inspeccionaron con los mismos medios un campo situado en Berriozar, en las proximidades del cuartel de Aizoáin, en la creencia de que pudiera haber un enterramiento; el georradar detectó un par de balas pero no la existencia de restos humanos enterrados.
Tudela, Fustiñana y Berriozar
El pasado octubre, el georradar y los científicos de Aranzadi se desplazaron a Tudela, concretamente a una pista situada junto a la balsa del término conocido como de Pedro Gómez. La prospección geofísica mediante georradar "detecta y posiciona diversas anomalías magnéticas asociables a la existencia actual de una fosa dentro del terreno analizado, pero entremezcladas con las alteraciones sufridas en esta parcela por aporte de materiales exógenos", indica el informe de Aranzadi.
"Las señales son de escasa entidad, pero se aprecia manipulación manual o mecánica del subsuelo, de origen no geológico" y se recomienda prospección o sondeo arqueológico en la zona señalada con una cota máxima de sondeo, es decir a una profundidad de 1,70 metros. El informe, perfectamente documentado, no aporta el dato principal que es el número de restos humanos que pudieron ser inhumados en este paraje.
Mayor precisión se ha conseguido en un campo de la Bardena de Fustiñana donde el pasado 19 de octubre el georradar detectó, gracias al testimonio de un vecino, Santiago Iñiguez, hijo de fusilado, una fosa en la que todo apunta puede haber restos de tres personas cuya identidad se desconoce. En este caso, la precisión de Santiago Iñiguez, que recibió la información de un pastor, ha sido fundamental para localizar este enterramiento. Se da la circunstancia, recuerdan desde la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra, que fue la misma fuente la que permitió localizar la anterior fosa de Fustiñana. Ahora, lamentan desde la asociación, "no se sabe a quiénes vamos a encontrar. No se sabe cuándo los mataron, ni quiénes son. El georradar ha detectado también balas". El deseo de todos es rescatar del olvido a estas personas, salvaguardar sus restos y evitar que futuras construcciones arrojen más tierra encima para el olvido.
La iniciativa de localizar e identificar a las personas que fueron fusiladas a los pocos días de comenzar la guerra en Magallón ha sido emprendida por la Asociación de Familiares y Amigos de Asesinados y Enterrados en Magallón. Su presidenta, la navarra Olga Alcega, se implicó en este tema movida por el interés de localizar a su abuelo, Antonio Alcega Lázaro, propietario de un café, cartero y natural y residente de Bureta, pequeño pueblo de la comarca del Campo de Borja, próximo a Magallón y a 65 km de Zaragoza.
Antonio Alcega, apunta Olga, tenía mucha relación con Tudela, donde vivía parte de la familia que, además, tenía propiedades. Los largos años de pesquisas, conversaciones e indagaciones le han permitido conocer algunas circunstancias que rodearon la desaparición de su abuelo. "Siendo yo pequeña -relata Olga- fui a coger agua con un cántaro a un pequeño abrevadero del pueblo y una mujer se asomó al balcón y me dijo: cada día que te veo me acuerdo de tu abuelo. Se lo llevaron cuando estaba con las vacas en el abrevadero, le dijeron que tenía que ir al Ayuntamiento, que le buscaban. Cuando les dijo que le dejaran pasar por casa para cambiarse de ropa, le respondieron que para donde iba no necesitaba cambiarse de ropa. No supieron más de él".
Consta en el certificado que murió a las 11 de la mañana del 2 de septiembre de 1936. "Era propietario de un café, tenía vacas, algunas tierras, era emprendedor, aficionado a la música, tocaba tres instrumentos. Además, gestionaba una fonda en Tudela y con los años he investigado que pertenecía a Izquierda Republicana. En el pueblo todos lo dieron por desaparecido, cuando todo el mundo sabía que le habían dado la gran paliza en el Ayuntamiento y que posteriormente lo fusilaron en la tapia del cementerio de Magallón, donde le enterraron en la fosa común que ahora está a punto de abrirse para sacar a la luz sus restos y los de otras personas, entre ellas numerosos vecinos de Buñuel que corrieron igual suerte".
De Bureta
A la familia de Antonio Alcega -su viuda Emilia Sarria, también de Bureta, y sus cuatro hijos, tres chicos y una chica- le arrebataron todos los bienes y el padre de Olga se fue a vivir a Ribaforada. "Mi abuela aún tuvo los arrestos de pedir su parte de gananciales y algo recuperó". Olga se emociona de pena cuando recuerda a su padre, que falleció hace unos años sin saber a ciencia cierta el final del progenitor y los motivos por los que lo mataron. "Siempre se dijo que había envidias...", apunta Olga.
La reciente historia de la fosa de Magallón tiene su origen el 16 de febrero de 2006, cuando un grupo de nietos de fusilados constituye la asociación e inicia los trámites para poder identificar y exhumar los restos de sus antepasados. Han recibido ayuda del Ministerio de la Presidencia y están pendientes de que el Ayuntamiento de Magallón lo autorice. Aragón tiene un protocolo establecido para realizar estas acciones y pide la autorización de los familiares. La asociación aragonesa espera poder iniciar la exhumación en enero de 2009. "Una vez que empecemos los trabajos recogeremos muestras de ADN para que la gente que quiera pueda identificar a sus familiares". La fosa común del cementerio de Magallón está perfectamente localizada ya que en su día fue cercada y, además, objeto de un homenaje. El PSOE y la UGT erigieron una placa en 1978 para recordar a los correligionarios allí enterrados. "El monolito se respetará, como no podía ser de otra manera, pero queremos que también se tenga en cuenta que hay personas que simpatizaban con otras siglas. Por eso, queremos colocar una piedra, sencilla, con la inscripción de recuerdo a todos. Queremos que esta fosa deje de ser anónima", dice Olga. Entre los 86 enterrados en Magallón, pueden estar los restos de 21 vecinos de Buñuel -otros quedaron por el camino (Fréscano y Agón)-, así como dos de Cortes, uno de Ablitas, uno de Funes y otro de Irun. A todos ellos los mataron cerca del pueblo el 26 de agosto de 1936, señala Olga Alceda, mientras contrasta fechas en libros publicados. Se cree que aquí fueron enterrados, tras ser fusilados, varios operarios del ferrocarril que trabajaban en Gallur.
(Noticias de Navarra. 8 / 12 / 08)