Hoy se cumplen 25 años desde la muerte de José Bergamín, escritor español de nacimiento y militante vasco de adopción, como recientemente señalaba Miguel Castells en estas mismas páginas. Adopción que él mismo eligió entre todas las posibles, militancia que también él mismo adoptó entre las pocas que quedaban tras la farsa de la transición. Uno de los autores que mejor lo ha retratado, Sánchez Erauskin, reivindica aquí su memoria construyendo un puente entre él y otro gran escritor español, Antonio Machado.
Sus restos reposan lejos de la tierra que más amaban, su España republicana. Esas dos tumbas de exilio y autoexilio de Antonio Machado y José Bergamín crean un lazo fraterno que une por encima de la mar a dos grandes escritores y pensadores, dos paradigmáticos perdedores de la masacre fascista del 36.
Doce días antes de morir en el apenas estrenado éxodo de su patria, desde la soledad de una pensión en la localidad catalana de Colliure, en el Estado francés, Machado agradecía a Bergamín -en ese momento en París- el ofrecimiento de acogida y hospitalidad que aquel le hacía en nombre de la Asociación Internacional de Escritores. El poeta cerraba así su carta de contestación; «Con y toda el alma le agradezco sus cariñosas palabras; nada tiene usted que agradecerme por las mías; son la expresión muy sincera, aunque todavía insuficiente por mi admiración por su obra. Si en estos días cambiásemos de residencia ya se lo haría saber telegráficamente. Le envía un fuerte abrazo su siempre amigo. Antonio Machado».
No pudo cambiar de residencia. Fue dramático. Murió dos días después de fallecer allí mismo, a su lado, su anciana madre.
Diez meses antes ambos escritores se habían encontrado en el hotel Majestic de Barcelona a donde acababa de llegar el poeta desde Valencia. Jan Gibson, en su admirable biografía «Ligero de equipaje», explica que fue un consuelo para Machado encontrarse con Bergamín y León Felipe en el «alborotado y odioso» ambiente del Majestic.
La relación de ambos escritores venía de muy lejos. Bergamín, más joven que él, le conoció pronto en Madrid, relación que nunca se interrumpió. Le consideraría siempre como uno de sus maestros en la poesía; «Con Bécquer y con Machado/ (y con Ferrán) tengo un huerto que por mi mano he plantado/ y que es un huerto cerrado/ tan cerrado como abierto/ porque es un huerto robado», escribiría Bergamín mucho más tarde.
La República por la que ambos apostaron con su pluma y con su voz los unió más aún pero sobre todo el tormentoso período de la guerra en la que juntos presidieron en Valencia el histórico Congreso de Intelectuales Antifascistas. Su significación les convirtió en iconos de la resistencia del pueblo contra los militares de Franco. A ambos les costó el exilio. Machado murió muy pronto en él; en Colliure. Bergamín inició un largo éxodo por su España Peregrina, América y Francia, para morir en el autoexilio elegido de Euskadi. Sus restos reposan desde hace veinticinco años en Hondarribia.
Cuando en 1960, en pleno franquismo y a través de la Real Academia de la Lengua el régimen intentó recuperar los restos de Machado de su tumba de Colliure, Bergamín, que había retornado a España y sufría una cruel marginación y silenciamiento, denunciaría en el diario «El Nacional» de Caracas que antes de ser traídos los restos de Machado deberían ser publicadas sus obras integras, no mutiladas y falseadas y rehabilitada la ejemplaridad de su vida. Argumentaba: «Por eso no deben volver los restos mortales de A. Machado, el bueno, a su tierra de España sin garantía de que no se profanen en su recuerdo, mintiendo su conducta, su vida, escamoteando una parte importantísima de su obra».
Unos años mas tarde, de nuevo en el exilio, en París, Bergamín escribía para la revista literaria de Puerto Rico «La torre» un bello artículo de homenaje a Machado con palabras que, aunque retratando a su amigo, pudieran habérsele dedicado perfectamente a él mismo. Decía: «Su obra está proscrita, como lo empezó a estar él. Como lo hubiera seguido estando muchos años más si no hubiese muerto a los primeros pasos de su éxodo. Esto es lo que parece que se quiere desconocer o borrar (tantas admirables páginas suyas en prosa y en verso) cuando se pretende, nada menos, que quitarle con ellas el sentido y significado ejemplar de su propia vida. En una palabra -muy sencilla, muy clara- su amor y vocación humana al ideal político, liberal y republicano: su adhesión entusiasta a él, hasta la caída de aquella República, a la que amó y sirvió con fe, con lealtad hasta su derrota; hasta sentirse y pensarse derrotado con ella; hasta dar sus primeros pasos vencidos en el destierro».
Recordando el exilio de Machado, Bergamín le apropiaba sus personales sentimientos escribiendo: «La amargura, el dolor que sentía el poeta al tener que dejar España no era sólo por aquel hecho material de abandonar su suelo, su tierra, su casa. Lo era, sobre todo, por tener que hacerlo forzado, sufriendo una derrota, sintiendo en sí mismo esa derrota como la de sus ideales más queridos; aquellos que dieron a su vida y poesía un sentido y significado español». Definiendo al gran poeta, «Machado, el bueno» que él decía, Bergamín concluía; «Lo que importa para Antonio Machado -lo que importa siempre y para siempre, y por eso se sueña y se espera-, es la verdad, la libertad, la poesía».
¡Hermosa lección de dos grandísimos escritores, dos personas coherentes hasta el final de sus vidas que se lo jugaron todo en sus escritos y en su arriesgada andadura republicana!
Mañana y pasado mañana, días 29 y 30 de agosto, Donostia, donde Bergamín hace veinticinco años vivió y murió, y Hondarribia, donde fuera enterrado, son escenario del homenaje y recuerdo de muchos de sus amigos que saben que además de grandísimo y silenciado escritor y coherente republicano fue entrañable amigo de Euskadi y delos vascos, con los que quiso vivir y morir al final de sus días.
En el 25 aniversario de su muerte y en estos tiempos de «rehabilitación de la memoria histórica», Euskadi va a ser la pionera en romper una lanza por «el más silenciado y hasta vilipendiado de nuestros escritores» (que dijera Alberti). Serán dos jornadas abiertas al público en general tanto en los Cursos de Verano del Palacio Miramar como ante su tumba en el cementerio marino de Hondarribia. Allí estaremos.
Seguro que en la distancia y desde Colliure también se sumará al homenaje su amigo Machado «el bueno».
(Gara. 28 / 08 / 08)