domingo, abril 14, 2013

UNA ODA POR LOS CINCO VIZCAINOS DEL CEMENTERIO DE VALDENOCEDA


Un día antes de que hoy se conmemore la instauración de la Segunda República, se espera que de un total de 151 prisioneros de guerra de la Prisión Central franquista de Valdenoceda enterrados en un cementerio de esta pedanía burgalesa, cinco fueran vizcainos o tuvieran relación con pueblos de este territorio histórico. Los asesinados fueron Gabriel Basterretxea, de Arratzu; Aurrekoetxea Etxeandia, de Zamudio; Laborda Orbe, de Santurtzi; Ezpeleta Barrainkua, de Lemoa; así como De Guinea de Orduña, residente en Burgos. Solo los restos óseos del último han sido entregados a sus familiares.

Los cuatro vizcainos forman parte de una treintena de cuerpos, que por unas u otras razones, aún no se han podido exhumar en el camposanto. La Agrupación Familias Valdenoceda Exhumación, en estrecha colaboración con la Sociedad de Ciencias Aranzadi, mantiene que en el cementerio se enterraron 151 personas. De ellas, y desde 2007, se han exhumado 112 cuerpos completos, así como fragmentos de otros seis hombres deshechos por la construcción décadas atrás de un panteón en el camposanto.

En la mañana de ayer, la agrupación republicana entregó los restos de otro prisionero de guerra a sus familiares. Fue el de Manuel Muñoz Arias, muerto en 1941. El parte médico indicaba muerte por "laringitis tuberculosa". Sobrinas del prisionero de guerra asesinado aseguraban ayer desconocer la afiliación de este joven albañil manchego de 29 años de Membrilla, Ciudad Real. "Yo solo tenía siete años, pero recuerdo cómo salió de casa. La última vez que lo vi solo tenía un trozo de pie y se ayudaba para andar con muletas", aseguraba una de las familiares desplazadas desde Castilla-La Mancha. Precisamente ese dato de su físico coincide con el informe de Aranzadi. El encargado de las exhumaciones de esta sociedad científica, Jimi Jiménez, quiso acabar con la idea de que se enterró a los cuerpos en una fosa común. "No es cierto. Es más, están enterrados de uno en uno. Y aunque no se han conservado las cajas de madera, sí aparecen los clavos", zanjó el especialista.

Valdenoceda es una aldea burgalesa que dista 93 kilómetros de Bilbao. En ella, se reunieron ayer alrededor de cien personas invitadas por la Agrupación Familias Valdenoceda Exhumación. Tras una misa, los acercados al lugar, y con su alcalde presente, atendieron las explicaciones de técnicos de Aranzadi. A continuación se hizo la entrega de los restos de Manuel Muñoz, que vuelven a su tierra 72 años después. Tras la lectura de varios textos y con banderas españolas republicanas y manchegas a modo de homenaje a los demócratas que sufrieron la Guerra Civil y el franquismo, se visitó la cárcel donde los prisioneros de guerra morían de hambre, enfermos. No hacían falta paredones.

La cárcel daba respeto 


Entrar a ella, no del todo en ruinas, daba respeto. Aunque el sol lucía en la calle, en el interior, la sensación térmica era fría. "¡Ni te cuento en puro invierno! Aquí hasta con calefactor en casa pasamos frío muchas veces", contrastaba un vecino de Valdenoceda. Para más inri, el grande canal a modo de río pasa por debajo del edificio principal. El inmueble fue una fábrica de harina en el siglo XIX. El agua movía el molino. En el siglo XX se convirtió en la primera fábrica de sedas artificiales de todo el Estado. En ella trabajó, Piedad Corrales, de Valdenoceda, hermana de Faustina y Antonio. "Al cumplir Piedad los 65 años solicitamos la posibilidad de jubilación al Ayuntamiento pero nos dijeron que no tenía derecho porque no se cotizó la perra gorda de entonces por ella", recordó ayer Mari Carmen Lozano, duranguesa residente en Arrigorriaga. Piedad estuvo casada con Rosendo Lozano, de Galdames, prisionero antifranquista en la cárcel bilbaina de Larrinaga por ser comunista, amigo de Dolores Ibarruri, Pasionaria.

El conjunto de edificios acabó siendo en 1938, primero, campo de concentración ("pocos meses en los que no murió nadie", explica Jimi Jiménez) y a partir de noviembre del mismo año Prisión Central de Valdenoceda, sufrida entre 1938 y 1943. DEIA pudo ayer comunicar por teléfono con uno de los pocos expresos aún vivos de esta cárcel, Gabriel Martínez de Pancorbo y residente en Gasteiz. "Ya no voy a estos actos porque me pongo muy triste a mis 95 años recordando", argumentó quien el último día de abril cumplirá 96 primaveras.

Un monumento al general Mola 


Por chivatazo de unos vecinos le hicieron preso a Gabriel "por ser de la UGT". Tenía 18 años y fue obligado a construir "el monumento al general Mola". De Valdenoceda recuerda que tenían que compartir para comer hasta "las peladuras de las patatas" y cómo un cura le quitó de su labor al cargo del economato "por no ir a misa". Se distraía formando parte de la banda de música del penal. Del mismo pueblo, eran los hermanos José, Gonzalo y Luis Grisaleña, también de UGT. Un familiar de ellos, Pedro, lamentaba en el interior de lo que fue cárcel "lo poco que les escuchamos en su día". Entre los capturados estaba también un alemán de las brigadas internacionales, quien se escapó y en La Mazorra le acabaron pegando un tiro. Los compañeros le inventaron una canción en su recuerdo.

Acabado el periodo carcelario, el inmueble pasó a ser una granja y a día de hoy se sueña con poder recuperarlo, sería un buen proyecto, agregó Jiménez, de Aranzadi. El presidente de la agrupación, el zornotzarra, José Mari González, nieto de un preso. Pero antes, la iniciativa que arrancó hace diez años sigue abierta. "Quedan 30 esqueletos por recuperar y el momento es complicado porque hace falta autorización de terceros para cambiar algunas tumbas de sitio", valoran los impulsores. Con todo, el pequeño cementerio que se creó para los asesinados en la cárcel, mejoraría en su urbanización. Precisamente, este año se cumple una década de cuando se instaló una placa en recuerdo de aquellos 151 republicanos enterrados para que ninguno de ellos vuelva a caer en el olvido, aún menos en días como hoy: 14 de abril.

(Deia. 14 / 04 / 2013)