Cuando se utiliza el término «Guerra Civil» para hablar del enfrentamiento que se produjo como consecuencia y en respuesta al Golpe Militar del 18 de julio de 1936, se tiende a olvidar: que comenzó tras un acto de rebelión militar contra un gobierno legítima y democráticamente constituido; que los sublevados llevaron a cabo un auténtico genocidio contra los no afectos a su causa; y que la intervención y el apoyo de algunas potencias fascistas europeas fue determinante en el desarrollo militar y resultado final de la contienda.
¿Guerra civil o rebelión militar? Una guerra civil es un conflicto bélico que se desarrolla dentro de un Estado y en el que quienes se enfrentan no son ejércitos regulares, sino fuerzas formadas en su mayoría por población civil. En este caso, el enfrentamiento se produjo en defensa de la legitimidad democrática establecida y en respuesta a un delito de rebelión militar perpetrado por una parte del Ejército español, junto a grupos paramilitares (Falange y requeté) y tropas de potencias fascistas europeas. La causa debe situarse, exclusivamente, en esta rebelión militar. La resistencia armada frente a los sediciosos, por parte de tropas fieles a la República o de milicias antifascistas, tiene un carácter esencialmente defensivo.
Para que una rebelión militar llegue a la categoría de guerra civil es necesario que los sublevados adquieran la condición de beligerantes. Esta sólo puede ser reconocida por el gobierno frente al que se rebelan, algo que nunca se produjo en este caso. Es mas, el gobierno republicano no decreta el «estado de guerra» hasta enero de 1939 en el conjunto del territorio (hasta entonces bajo «estado de alarma»).
¿Guerra civil o genocidio? En zonas importantes del territorio del Estado, al igual que en la mayor parte de la Euskal Herria peninsular, los sublevados consiguieron desde el primer instante exterminar o someter mediante el terror y la represión a los sectores sociales, sindicales y políticos antifascistas.
Para ello se hará uso también, por vez primera en la historia militar contemporánea, de bombardeos masivos sobre ciudades con el fin de provocar el máximo de muertes en la población civil y la destrucción de posiciones de nulo interés militar (Donostia, Irun, Otxandio, Durango, Gernika...).
Solamente las cifras de desapariciones forzadas y fusilamientos son abrumadoras. En Euskal Herria los casos se acercan a 9.000, esto es, al 4,7 %o de la población. En el conjunto del Estado el genocidio puede cuantificarse en 150.000 personas, lo que representó el 6% de toda la población.
Los militares españoles no iniciaron una «guerra civil», sino una cobarde y cruel actuación de exterminio ideológico y cultural, es decir, verdaderos crímenes de lesa humanidad, un genocidio contra una población civil desarmada e indefensa.
¿Guerra civil o invasión fascista? Cuando se utilizan expresiones como «guerra entre hermanos», se olvida o minusvalora la importancia decisiva que tuvo el apoyo de los gobiernos fascistas de Alemania, Italia y Portugal. Su intervención fue determinante. Por ejemplo, la aviación italiana y alemana representó más del 65% del potencial aéreo franquista. Respecto a las tropas terrestres, Italia aportó no menos de 80.000 soldados, Portugal unos 20.000, y las fuerzas militares alemanas sumaron 18.000 hombres. Eran fuerzas perfectamente instruidas, encuadradas en unidades militares y provistas de su correspondiente logística y medios de transporte de tropas. Si a estas fuerzas sumamos las reclutadas en el protectorado de Marruecos, que llegaron a los 75.000 hombres armados, tenemos que todo este contingente representó, aproximadamente el 39% del total de las tropas fascistas.
Estas cifras no son en absoluto equiparables a la ayuda prestada al Gobierno de la República y al Gobierno de Euzkadi por parte de gobiernos como el soviético, limitada a la presencia de algunos oficiales e instructores militares y unas decenas de aviones caza comprados. En cuanto a los civiles que acudieron voluntarios para luchar contra los sublevados, encuadrados en las Brigadas Internacionales o en milicias antifascistas, sin instrucción militar previa ni armamento, no representaron ni el 6% de los combatientes republicanos. No es comparable. También hubo voluntarios irlandeses, franceses y «rusos blancos» con el fascismo, pero su presencia no fue determinante como la intervención militar de Alemania, Italia y Portugal.
Mientras se combatía se fue acrecentando la visión de que se luchaba contra tropas invasoras, hasta tal punto que, en agosto de 1937, el Gobierno vasco se dirigirá a los gobiernos del eje para negociar su rendición, y que el propio gobierno de la República, presidido en 1938 por Negrín, definirá a las fuerzas enemigas como «militares extranjeros invasores».
En resumen, a partir del 18 de julio de 1936 se desarrolló una rebelión de militares españoles que, aliados con gobiernos fascistas europeos, cometen un acto de sedición contra la República y, más grave aún, contra una población civil desarmada e indefensa, con el resultado de un genocidio y crímenes de lesa humanidad. Esos crímenes ni prescriben ni pueden ser amnistiados, deben ser investigados y juzgados con todas sus consecuencias, más si cabe, cuando el propio Estado, con su Rey a la cabeza, es continuador y heredero político de todo ello. En esa labor estamos.
(Gara. 18 / 07 / 2010)