Les ataron los codos por la espalda y al cuello con cables de la luz, los llevaron hasta un lugar solitario, les obligaron a arrodillarse, les dispararon en la cabeza y ni siquiera los enterraron, sino que los arrojaron, como animales, al fondo de un pozo seco de más de 50 metros de profundidad. Así fueron asesinadas al menos 19 personas entre el 18 de marzo y el 4 de abril de 1937 en Arucas (Gran Canaria), según los estudios que se están llevando a cabo a partir de los huesos extraídos en diciembre de 2008 del pozo del Llano de las Brujas, la mayor fosa del franquismo localizada hasta ahora en Canarias.
En total se han hallado los restos óseos, ropas y objetos de 19 personas, de los que 10 siguen aún en el fondo del pozo a la espera de financiación para seguir con los trabajos. Los otros nueve esqueletos están en un laboratorio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde un equipo de arqueólogos realiza los estudios bioantropológicos.
En total se han hallado los restos óseos, ropas y objetos de 19 personas, de los que 10 siguen aún en el fondo del pozo a la espera de financiación para seguir con los trabajos. Los otros nueve esqueletos están en un laboratorio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde un equipo de arqueólogos realiza los estudios bioantropológicos.
Una de las primeras características que llamó la atención de los arqueólogos fue el color verde que presentaban algunos huesos en puntos concretos, que resultó ser producto de la lenta oxidación de los cables de cobre empleados para atarles en posiciones muy incómodas. En concreto, ya se ha podido determinar que el individuo número 2, uno de los más altos y robustos (medía 1,80 metros, algo inusual para la época), tenía los codos atados por la espalda con un cable que también le rodeaba el cuello, lo cual le inmovilizaba por completo. Esta persona presenta un disparo de bala en la mandíbula.
La mayoría de los cráneos están desechos fruto de la caída, pero uno de ellos, el llamado número 7, se conservó bastante bien y presenta un impacto de bala centrado justo en su parte superior, lo que indica que estaba de rodillas en el momento del disparo. Según Javier Velasco, coordinador de la investigación, "hubo una clara intención de matarlos de manera humillante y se aprecia un gran desprecio por sus cadáveres, es decir, violencia anterior y posterior a la muerte". Los otros cráneos, donde se espera que haya orificios de bala, serán reconstruidos en los próximos días.
Al individuo número 3, mayor de 60 años (había perdido todos sus dientes), también lo mataron de un disparo en la cabeza. Otro elemento llamativo en él es su dentadura postiza impecable, muy bien conservada, lo que apunta a una cierta significación social. Otros rasgos, como incisivos rotos en el número 6 (posible violencia durante la detención) o una espina bífida parcial en el 5 (rasgo congénito) podrían ayudar a la identificación, pero ésta sólo tendrá lugar de manera completa cuando se lleven a cabo las pruebas de ADN y se compare con el extraído a 60 familiares de desaparecidos.
Los investigadores opinan que fueron arrojados al pozo en dos días distintos y que ninguno sobrevivió a la caída. Además de los restos humanos, se han encontrado 23 casquillos con los que fueron asesinados, zapatos, botones, hebillas, un duro de plata con la cara de Alfonso XIII y hasta una medalla con el escudo del Ayuntamiento. La excavación comenzó el 16 de junio de 2008 en un pozo del que se tenían sospechas de que había servido para ocultar los crímenes de la represión franquista en el norte de Gran Canaria, al igual que en los otros tres pozos del olvido que hay en la zona. Sin embargo, tuvieron que pasar cinco meses y retirarse tres metros de tierra y cal viva, arrojada con la intención de ocultarlo todo, para que comenzaran a aparecer los esqueletos.
(El Pais. 28 / 01 / 09)