Desde el año 2000, Paco Etxeberria ha trabajado en favor de la recuperación de la Memoria Histórica, con numerosas exhumaciones de asesinados durante la Guerra Civil y el franquismo. Asimismo, es presidente de Aranzadi, profesor de Medicina y subdirector del Instituto de Criminología
¿Qué supone para usted recibir la Medalla al Mérito Ciudadano?
Es algo que no esperaba. Parece que en el campo de la investigación uno se dedica a hacer méritos para un currículum de carácter académico. Sin embargo, esto tiene un reconocimiento social, a través del Ayuntamiento y de la unanimidad de los partidos políticos. Es un orgullo en recuerdo de otra época de mi vida, de más joven y vinculado a la ciudad desde niño, y a las gentes que he ido conociendo en la gestión del propio Ayuntamiento. Todas esas autoridades y gentes, seguramente, tienen algo que ver en que ahora todo eso precipite en la circunstancia concreta de una medalla. Creo, también, que la medalla se tiene que conceder a todas las personas que trabajan por la ciudad y desde luego también las que trabajan todos los días desde muy temprano. Cosa a la que yo no me he dedicado, esa es la contradicción que encuentro.
¿Considera que esa gente se merece la medalla más que usted?
Claro. Tengo que reconocer que soy el producto de una cosa que se da mucho en la sociedad guipuzcoana, caracterizada por ser muy trabajadora y muy responsable. En Gipuzkoa hay un montón de personas que todos los días trabajan y que hacen productos que son capaces de comercializar para luego crear riqueza. Y esa riqueza nos alcanza a todos los que vivimos por aquí. Entre otros, a los que vivimos de un sueldo de universidad. Hay universidad y hay entidades que existen gracias a una sociedad pudiente, que es responsable y trabajadora. Soy un privilegiado que he tenido la suerte de haber nacido en esta sociedad que me ha permitido dedicarme a lo que he querido.
¿El hecho de haber reconocido su trabajo sirve para reconocer a las personas que desaparecieron en la Guerra Civil y en el Franquismo?
Es verdad que hace unos pocos años hubiera sido impensable que se hubiera hecho un monumento en memoria de las víctimas del franquismo, en el lugar que aparecieron dos fosas de fusilados y en que se ha edificado una plaza llamada Segunda República. Diez años después de que comenzáramos en estos asuntos parece más normal.
¿Es normal para todos?
Incluso es normal para la totalidad de los partidos políticos. Ése es el éxito. En el devenir de este tiempo, por la seriedad y la responsabilidad con la que se ha trabajado este tema, procurando no forzar ninguna situación, la gente ha llegado al convencimiento de que es un deber ciudadano y cívico y que es un elemento de valor democrático que consolida las cosas por las que queremos hablar del futuro. Esto me lleva a decir que la medalla la recojo con una mano, pero es un reconocimiento a más gente. Tanto a los técnicos, pero, sobre todo, a las familias y asociaciones de Memoria Histórica que representan la conciencia ética de aquellas personas que lo perdieron todo.
¿Las instituciones reconocen suficientemente a la víctimas del franquismo?
Yo creo que no. Eso es un proceso. Algo así no puede reconocerse con un acto simbólico o conmemorativo porque estamos en un aniversario concreto. Si así fuera, con un acto conmemorativo como la inauguración de un monumento zanjábamos el asunto para siempre. Sin embargo, es seguro que se van a tener que hacer más cosas, porque las sociedades modernas y pudientes como la nuestra construyen su estructura social en base a una serie de elementos de valor simbólico, como puede ser el reconocimiento de las víctimas, la tragedia que han vivido cada una de ellas y ese valor se incorpora entre nosotros. Por esta razón, en relación con las víctimas del franquismo quedan todavía muchas cosas por hacer.
Entonces, las instituciones han ido interiorizando estos procesos.
Al principio se llevaron una auténtica sorpresa, todas ellas. No sabían qué era lo que ocurría, por eso nos preguntaban qué estábamos haciendo, a dónde queríamos ir a parar, por qué se estaba haciendo eso en ese momento. Y había que responder que lo hacíamos porque estábamos preparados para ello, pero también porque es la cosa más natural del mundo que en el campo de la ciencia, de la investigación y de la universidad se pueda estudiar libremente cualquier cosa, y ahí no puede haber un espacio reservado a la imposibilidad.
¿Cuál es para usted la importancia de recordar?
Hay una frase, que es muy típica, que dice que quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo. Pero es muchísimo más. En esto de la Memoria Histórica, la clave no es reconstruir los hechos del pasado exactamente como hace un historiador, sino en ver cómo de aquel tiempo pasado pensamos en el presente. El peligro de la Memoria Histórica, sobre todo, consiste en construir la historia del pasado desde los intereses del presente. Eso sería hacer trampa. No podemos juzgar por qué algunas personas empezaron la guerra en un lado y la acabaron en el otro. No queremos hacer eso. Lo que nos corresponde es ver cómo se piensa o se siente respecto de aquella etapa en la actualidad.
¿Cree que se podrá hacer justicia?
Es imposible hacer justicia, porque ha pasado demasiado tiempo y porque la justicia sino se aplica su debido tiempo, ni siquiera es justicia. Al menos quedan las reivindicaciones de las asociaciones de Memoria Histórica: primero, con conocer la verdad, saber lo que ocurrió y generar información para conocer la verdad; y luego viene la justicia, es decir, que las autoridades competentes hagan algo que todavía no han hecho, que es oficializar esto. El tercer pilar es el de la reparación, donde se están haciendo cosas, desde el Gobierno Vasco hasta los ayuntamientos. Reparación es colocar un monumento allá donde aparecieron unas fosas. Podrían no haber hecho nada, pero verdad, justicia y reparación es hacer cosas de ese carácter, entre otras. También tiene que haber una coherencia entre esos tres pilares.
¿Y qué papel juega la justicia?
El pilar más débil de los tres es la justicia. Eso es lo que quiso haber hecho Garzón, queriendo dar amparo o tutela a las familias a que la estaban reivindicando en toda la geografía sin distinción, entonces él se sintió competente e hizo lo que tiene que hacer un juez. Y ha pasado lo que ha ocurrido: lo han expedientado y probablemente sea condenado por este asunto. Tendrá sus matices jurídicos, pero resulta un poco incomprensible. Eso ha sido desmoralizador para la inmensa mayoría de las asociaciones que conocemos.
(Noticias de Gipuzkoa. 15 / 01 / 2011)