«Sí, hay hombres que contienen un alma sin fronteras» (Miguel Hernández)
El escritor alemán Theodor Balk escribió "En las Brigadas Internacionales hablamos idiomas muy diferentes -unos veinte-, pero en realidad sólo hablamos una lengua: la de la humanidad combatiente". Los internacionalistas que vinieron voluntarios a defender la República española fueron alrededor de unos 40.000 hombres y mujeres, de un total de 54 países diferentes. Los más numerosos fueron los franceses (unos 10.000); les siguieron los alemanes, los italianos y los polacos (unos 5.000). De Estados Unidos llegaron unos 3.000 y de Bélgica y Gran Bretaña otros tantos; 2.500 checos y canadienses, 1.500 húngaros, austriacos y yugoeslavos y 1.000 cubanos. A ellos hay que añadir pequeños contingentes de, otros cuarenta países aproximadamente. Hubo una alta proporción de judíos, especialmente entre los polacos, alemanes y estadounidenses. En total, se calcula que los judíos constituían el 15 por ciento de los voluntarios.
Llegaron hasta chinos y japoneses del Lejano Oriente. Jack Shirai, por ejemplo, un comunista japonés que luchó con sus compañeros de la Brigada Lincoln, y que en la batalla de Brunete, en junio de 1937, encontró la muerte. Lo mismo hizo el chino Chang Akin, dirigente comunista de Shangai, que también se trasladó a la Peninsula para luchar contra el fascismo.
Aunque el destacamento más importante lo formaron los comunistas, entre los voluntarios había anarquistas, socialistas y antifascistas de todos los colores. Todos ellos, de una u otra ideologia venían para defender la Libertad. Cabeza firme, corazón sin miedo y ánimo indesmayable. Experimentados en mil combates de clase, disciplinados, entusiastas. Muy lejos de sus casas, apátridas muchos de ellos, eran luchadores con un pasado lleno de entrega, sufrimiento y dolor y con una confianza total en la causa por la que podían dar la vida. No se inmutaron, habían venido justamente a eso: a defender la Libertad. Sólo sabían una cosa: que los necesitábamos.
Llegaron hasta chinos y japoneses del Lejano Oriente. Jack Shirai, por ejemplo, un comunista japonés que luchó con sus compañeros de la Brigada Lincoln, y que en la batalla de Brunete, en junio de 1937, encontró la muerte. Lo mismo hizo el chino Chang Akin, dirigente comunista de Shangai, que también se trasladó a la Peninsula para luchar contra el fascismo.
Aunque el destacamento más importante lo formaron los comunistas, entre los voluntarios había anarquistas, socialistas y antifascistas de todos los colores. Todos ellos, de una u otra ideologia venían para defender la Libertad. Cabeza firme, corazón sin miedo y ánimo indesmayable. Experimentados en mil combates de clase, disciplinados, entusiastas. Muy lejos de sus casas, apátridas muchos de ellos, eran luchadores con un pasado lleno de entrega, sufrimiento y dolor y con una confianza total en la causa por la que podían dar la vida. No se inmutaron, habían venido justamente a eso: a defender la Libertad. Sólo sabían una cosa: que los necesitábamos.
Hoy, setenta años despuees, el tiempo ha ido mermeando sus filas y sólo sobreviven unos centenares pero en el respeto y reconocimiento hacia estos, en la reivindicacion continua de su ejemplo, de su entrega y su memoria va siempre tambien el cariño hacia los que ya no estan. !!Honor y Gloria a las Brigadas Interancionales!!