jueves, abril 09, 2009

LA REPUBLICA, SETENTA AÑOS DESPUES. Artículo de opinión de Iosu Osteritz Aranguren


EL primero de abril de 1939 se oía desde el cuartel general de Burgos el famoso parte oficial. "En el día de hoy cautivo y desarmado el ejército rojo…". Fue la derrota de la democracia y el triunfo del fascismo. No nos podemos desprender de la nostalgia. No volverá aquella República por obvias razones. Volverán, sin duda, sus principios. El republicanismo, el laicismo, el federalismo, los derechos humanos en toda su aceptación para mujeres y hombres.

La transición fue como los franquistas quisieron. Un Estado que tiene un problema de violencia política no puede oponerse a ella con la conculcación reiterada de los derechos humanos. Véase informe del relator de la ONU. España es una democracia de baja intensidad. Según su propia Constitución surgida de la transición también llamada transacción no se pueden ilegalizar partidos políticos. Y contraviniendo esa norma suprema hay partidos ilegalizados, periódicos clausurados y se priva, en fraude de ley, de que más de cien mil ciudadanos estén representados vía parlamentaria o municipal por su ilegalización y veto para que pudieran presentarse a las elecciones.

Calles con nombres franquistas incluyendo los de pontífices de la Iglesia católica que a su vez detentan un poder temporal, el Estado Vaticano, y que han tenido actuaciones políticas desdichadas. Las bendiciones apostólicas para las cruzadas franquistas o el silencio cómplice del filofascista Pío XII ante la persecución, los hornos crematorios nazis para el exterminio de minorías étnicas, sexuales y políticas, como la significativa la de los judíos. No hay que olvidar tampoco a los republicanos españoles muertos en esos campos alemanes.

Durante la llamada transición, la Iglesia (nos referimos siempre a la católica) apuntó algunos signos liberales. Vana esperanza. La Iglesia vuelve a las andadas siempre que puede. Entonces nos habló de reconciliación. Y ahora lo reitera. Pero los hechos no se corresponden con los sermones. No nos referimos solamente a restañar heridas de la guerra civil, a lo que se refiere la Iglesia, olvidando que quedan pendientes los cuarenta años de feroz represión franquista. A las peticiones de condena, el Vaticano respondió hace dos años con la canonización de docenas de los que llamó mártires de la fe. Durante la guerra se fusilaron sacerdotes, es cierto y eso es condenable sin ninguna duda. Pero Franco también fusiló a curas y frailes. Los primeros son mártires gloriosos. Los segundos, los fusilados por las tropas franquistas, son simplemente terroristas vascos. Y no hay que olvidar que en el periodo que siguió a 1939, victoria de Franco, fueron fusilados 55.000 ciudadanos. Y el franquismo, en sus postrimerías, fusiló a Julián Grimau, a Txiki, a Otaegi y a tres miembros del FRAP. Es decir, Franco se fue matando a comunistas, anarquistas y nacionalistas vascos.

La alcaldesa de Pamplona maneja y manipula para bautizar con nombres franquistas las nuevas calles y plazas. Es su venganza por la eliminación de placas franquistas en la Chantrea. Y mantiene la vergüenza de la plaza que se sigue llamando del franquista Conde de Rodezno. Los parientes de republicanos fusilados y todos los antifranquistas, en general, tenemos que pagar vía impuestos, con nuestro dinero, el sostenimiento de lugares tales como el Valle de los Caídos o el mismo monumento de Pamplona. No tienen calles dedicadas las mujeres muertas por la violencia llamada, bien o mal, machista o los trabajadores caídos en el campo de honor del trabajo ¿es que éstas y éstos no se lo merecen?

Podríamos comenzar en aras a esa reconciliación y a esa transición con los nombres de los siete concejales republicanos de la capital navarra inicuamente asesinados por los sublevados contra el legítimo gobierno de la segunda República.

En espera de la recuperación de todas la libertades que alumbró aquel 14 de abril de 1931, mujeres y hombres de conciencias libres brindaremos por la tercera República.

(Noticias de Navarra. 9 / 04 / 09)