Es algo inaudito que transcurridos más de 70 años del sangriento golpe de Estado contra la República y el pueblo trabajador, tengamos que seguir soportando los símbolos vergonzantes de los golpistas.
Es inconcebible cómo la presuntuosa derecha Navarra, en lugar de condenar aquellos abominables crímenes, siga pavoneándose de lo que significó aquel genocidio.
Es del todo incomprensible ver cómo nuestros pueblos y ciudades siguen plagados de estos símbolos en placas conmemorativas, escudos, calles, iglesias, cementerios o edificios públicos, sabiendo que éstos suponen un escarnio permanente para familiares, amigos y vecinos de las víctimas. Pero todavía es más tenebroso cruzarse por las calles con símbolos vivientes, con personas que, a juzgar por su proceder, encarnan a la perfección los ideales de aquellos golpistas sabiendo que, con su presencia en todos los ámbitos, nos recuerdan que en cualquier momento se podría repetir aquella trágica historia.
En la actualidad observamos con gran preocupación en las instituciones públicas la presencia de este tipo de personas - símbolo que se empeñan afanosamente en preservar y dar lustre a placas, edificios y nomenclaturas franquistas. Personajes que jamás se plantearon condenar aquellos crímenes contra la humanidad y que, estando al abrigo de una seudodemocracia a su medida, perpetúan la herencia del dictador: Todo está atado y bien atado.
Ahora la caudillo del Gobierno municipal y sus seguidores se empecinan en conservar la placa en honor al conde de Rodezno y el monumento a sus caídos, rebautizado con el mismo nombre -símbolo supremo del derramamiento de sangre inocente-, negándose, una vez más, a cerrar las heridas y a abrir un nuevo tiempo de justicia y reparación.
Sepan quienes apuestan por la violencia que cada día somos más las personas que defendemos la no violencia y los Derechos Humanos, así como la dignidad de las víctimas inocentes de cualquier tragedia bélica.
(Noticias de Navarra. 11 / 03 / 09)