Mantener vivo el recuerdo de una lucha obrera segada por la fuerza de las armas es quizás el mayor activo que hoy podemos presentar a las nuevas generaciones. El 3 de marzo de 1976 representa una lucha inacabada que hemos continuado, día tras día, porque la clase obrera debemos sufrir, mientras exista, un sistema capitalista que exige hasta nuestro ultimo aliento para perpetuarse.
Es cierto que es un soplo la vida y que 33 años no son nada, pero hoy siguen vigentes los mismos problemas que entonces nos obligaron a ir a la huelga. El incremento constante de los ritmos de trabajo, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios en favor de los beneficios empresariales, el aumento de la siniestralidad laboral por incumplimiento sistemático de las leyes de seguridad por las empresas, las interminables cadenas de subcontrataciones, el futuro incierto para los jóvenes, la temporalidad y precariedad en el empleo, la desigualdad, la especulación, la corrupción, la persistencia del fraude fiscal y, especialmente, un desempleo que desdibuja cualquier horizonte.
León Trotsky, uno de los líderes de la revolución de Octubre de 1917, asesinado después por el estalinismo, decía: "La tarea histórica de nuestra época consiste en reemplazar el descontrol del libre mercado por la planificación razonable de las fuerzas de producción. (...) Sólo sobre esta nueva base social podrá el hombre estirar sus miembros cansados, y cada hombre y cada mujer -no sólo unos pocos elegidos- llegará a ser un ciudadano con pleno poder en el reino del pensamiento".
Hay mucho por hacer, y el 3 de Marzo marca la dirección; superar la división sindical y unificar objetivos y esfuerzos, sin fronteras. El mejor homenaje a nuestros muertos mientras seguimos defendiendo el derecho a la justicia y recordando el deber de no olvidar, porque en el corazón del más frío invierno late siempre una maravillosa primavera.
(Noticias de Alava. 3 / 03 / 09)