Probablemente por ser cuartel general de las tropas insurgentes durante los ataques a Donostia e Irun en el verano de 1936, Oiartzun se convirtió en octubre y noviembre de aquel año en escenario de especial represión tras la victoria del bando franquista. No en vano, sus más de 100 ejecutados lo sitúan, por detrás de Hernani (más de 200), en la segunda localidad guipuzcoana con más muertos en ese periodo. De ellos, muchos fueron llevados al cementerio del municipio. El resto, enterrados en fosas condenadas a desaparecer bajo la maleza.
Decididos a rescatar una parte de esa memoria oculta, distintas autoridades del Ayuntamiento de Oiartzun, junto a varios vecinos, comunicaron hace algún tiempo a la Sociedad de Ciencias Aranzadi la existencia de una fosa a cuatro kilómetros del núcleo urbano, en Iragorri, en la carretera que sube hacia Artikutza. De forma rectangular, con unos dos metros de largo y uno de ancho, ésta acogió durante más de dos décadas los restos de aproximadamente 15 personas.
En 1960, sin embargo, se produjo una exhumación oficial, motivada por la búsqueda del cuerpo de Jorge Iturricastillo, sacerdote nacionalista fusilado el 7 de noviembre de 1936. La fosa se abrió y se sacaron los restos de ocho personas, hasta que se encontró el cadáver que se buscaba. Entonces, los trabajos se pararon, los cuerpos desenterrados fueron reinhumados en el cementerio (en 1977 se introdujeron en una sepultura específica en un acto de homenaje) y la fosa se cerró, con más restos en su interior.
El tiempo pasó y el sepulcro, escondido bajo la vegetación de la zona, fue adquiriendo un estado de clara degradación como consecuencia de la aridez del terreno, las precipitaciones y las raíces de la cubierta vegetal. Todo ello, hasta la mencionada solicitud a Aranzadi. Después de un largo y difícil proceso para localizar la fosa, la sociedad inició hace unos meses los trabajos para completar la exhumación.
Éstos han concluido con la recuperación de restos de otros cinco fusilados, de los que, debido a su disgregación y degradación, no es posible establecer su edad (sí se sabe que todos son adultos) ni su identidad. Pese a ello, asegura el director de Antropología de Aranzadi, Paco Etxeberria, existe una idea de quiénes podrían ser las personas que fueron fusiladas -se han encontrado casquillos y balas que hacen pensar que los disparos se produjeron allí enterradas en este lugar. "Todos ellos procedían de la cárcel de Ondarreta, en Donostia. Y, como sabemos que estaba Iturricastillo y la fecha en la que lo sacaron de la prisión, sospechamos que las personas que le acompañaban aquellos días y que también desaparecieron acabaron igual que él", señala. Se trataría, en concreto, de trabajadores de la fábrica de gas de Donostia (aunque muchas de las ejecuciones se produjeron en Oiartzun y Hernani, los muertos procedían de numerosos lugares), republicanos que no fueron sometidos a ningún tipo de juicio.
Sin rastro
Los cinco cuerpos encontrados elevan a 13 el número de personas exhumadas pero, según apunta Etxeberria, éste podría haber sido mayor. No en vano, desde un principio se cifró en 16 la cifra de posibles enterrados. "No sería raro que con el transcurso del tiempo, incluso, alguno de los esqueletos se hubiera deshecho por completo. Los huesos están muy carcomidos, deteriorados. Alguno podría haber desaparecido completamente", explica. Ahora bien, el director del Departamento de Antropología tampoco descarta que, en un futuro, se produzca en la zona un movimiento de tierras que haga aparecer más huesos u otro tipo de restos.
(Noticias de Gipuzkoa, 29 / 06 / 08)