lunes, junio 02, 2008

IDEALES EN LA ALAMBRADA.El bando nacional quiso arrestar ideas incómodas y encerrarlas en los campos de concentración de Nanclares, Miranda y Gurs


La libertad siempre ha estado en búsqueda y captura. También en Álava buscó su presa la caza de ideales. Le delatan imborrables huellas: a la actual cárcel de Nanclares le precedió un infame campo de concentración. En el lugar donde, en Miranda, ahora se tambalean restos de un barracón, se erigió una hiriente alambrada; al pie de los Pirineos, en Gurs, cien alaveses compartieron un exilio en cautiverio. La crónica de estos centros de persecución masiva ha sido liberada de la amenaza del olvido esta semana en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa de Vitoria. Txema Flores, Josu Chueca y José Ángel Fernández han sido los encargados de desempolvar la historia con la conferencia Antifranquistas en campos de concentración: una realidad represiva más allá de las fronteras , de la mano de la asociación "Ahaztuak" y "Hala Bedi" Irratia. La mirilla se ha abierto para ver más allá del tiempo sedimentado.

"Ante la ofensiva militar, uno de los grandes problemas con que se encontró el régimen fue el de los presos. La solución fue crear campos de concentración y batallones de trabajadores", detalla Txema Flores en su libro "Araba, 1936: guerra y represión". Su trabajo intenta "romper con el mito de que el territorio alavés fue franquista, de que su población fue complaciente con el golpe militar. En Álava hubo más de 300 fusilados y miles de huidos y represaliados. A mediados de 1937, había más de 4.000 personas concentradas en Gasteiz, a las que hay que sumar otros 3.000 prisioneros que llegaron del frente en 1939. En la cárcel de Murgia estuvieron cerca de 1.500 personas".

La cárcel de la calle La Paz en Vitoria no era suficiente para encerrar a todos los que incomodaban a los sublevados, de manera que durante la guerra también funcionaron como chironas el Seminario viejo, el convento del Carmen, las escuelas de Ali, el antiguo cuartel de la Policía en la Correría, la plaza de toros y, para las mujeres, el colegio Sagrado Corazón. "Eran obligadas a pasearse por la calle Dato con el pelo rapado y un mechón atado con un lazo rojo", relata Flores.
¿Por qué no fusilaban a todos, en vez de encerrarles? "La respuesta internacional pudo ser uno de los motivos, aunque bien es cierto que en Badajoz fusilaron a 3.000 de golpe", señala este gasteiztarra. De todas formas, "estar en un campo no significaba salvar la vida". Al margen de los saques o paseos de madrugada, la muerte se paseaba a menudo por los barracones con otras galas: en Nanclares -donde los prisioneros vascos eran pocos-, el Ayuntamiento se vio obligado a ampliar el cementerio. La tuberculosis y otras enfermedades pulmonares abatieron a franceses, búlgaros y mexicanos que defendían la República.

Miranda: de circo a presidio

Por aquel entonces, el "Circo Americano" dibujaba sonrisas y asombros en Miranda de Ebro, cerca de la línea de ferrocarril Castejon-Bilbao. Hasta que la metralla sustituyó a las carcajadas. La carpa se utilizó como presidio, que luego se amplió con barracones tan precarios que se desplazaban levemente con los toques de corneta. Pasó por allí un hombre llamado Chang Aking (chino), otro con el nombre de Aquilino Belmonte (filipino), un tercero llamado Bela Lustig (húngaro)... Así, hasta 5.000. El testimonio de uno de ellos, el guipuzcoano Félix Lumbreras, se recoge en la obra "Historia del campo de concentración de Miranda de Ebro" , de José Ángel Fernández López: "En el inmenso campo pululan miles de seres desarrapados (...). Una vez formados nos sorprende la inesperada formación de miles de prisioneros frente a nosotros. ¡Cosa rara! De pronto, apuntándonos, instalan una ametralladora. Las tripas empiezan a moverse". El mismo escalofrío debió sentir Manuel Arbiza Arruti, jugador del Alavés, que permaneció allí hasta que le fichó el seleccionador Amadeo García de Salazar. En el campo se concentraron también alemanes y colaboracionistas tras el desembarco de Normandía. "Aunque sólo quedan tres barracones, no se entiende el papel de España en la segunda Guerra Mundial si no se conoce la historia de este campo".

Gurs: al otro lado de la muga

En Gurs (Bearn), se construyó lo que después fue conocido como "el Campo Vasco". Por allí pasaron 2.765 ciudadanos de Navarra, Gipuzkoa, Bizkaia y Araba -65 de Vitoria y otros 25 del resto del territorio-. Los franceses le llamaron camp d'accueil - campo de acogida- , pero los refugiados del franquismo vivían "en régimen presidiario", según describe Josu Chueca, autor de "Gurs: El Campo Vasco, 1939-1945". "Janari gutxi, eskubide gutxi, zaindari gehiegi" -"poca comida, pocos derechos, demasiados vigilantes, ilustraba un titular de la prensa clandestina"-. Las circunstancias quisieron que acabaran también allí soldados nazis. "Un curioso vecindario", detalla Chueca. Por su parte, "los presos vascos formaron una orquesta, crearon esculturas de barro y organizaron clases de francés y euskera". La libertad se resistió a ser esclavizada.

("Noticias de Alava" y "Noticias de Gipuzkoa". 01 / 05 / 08)