¡Qué vergüenza! ¡El Supremo defiende el franquismo! ¡Quiere empapelar al heroico juez que se atrevió a abrir un proceso contra la dictadura! ¡Solidaridad con Garzón! ¡Todos somos Garzón!
Qué va, no me sale natural. Lo he intentado, pero nada. Me encantaría solidarizarme con nuestro juez estrella, pero no lo consigo. Leo y releo el auto del Supremo, y no me conmueve.
En su día no vi clara la iniciativa de Garzón. Conocida su trayectoria, me parecía que lo mejor que le podía pasar al franquismo era que, ante el riesgo de que en algún momento se abriese una vía judicial, fuese Garzón el encargado de hacerlo. Era la garantía de que no llegaría muy lejos.
Antes de su actuación, había un debate abierto en España: expertos en Derecho sostenían que el blindaje judicial del franquismo no estaba tan atado y bien atado como creíamos, y que en el ordenamiento jurídico español sí cabía la posibilidad de abrir un proceso contra el franquismo.
En ésas estábamos cuando llegó Garzón e hizo de las suyas. Se enfrentó a la fiscalía, forzó la interpretación de la ley, tomó medidas ruidosas pero poco sólidas, y acabó comiéndose la investigación. Lo que ahora hace el Supremo es terminar de clavar el ataúd donde quieren enterrar para siempre la vía judicial.
Seguramente la querella quedará en nada, pero ya hemos recibido el mensaje: no cabe actuación judicial contra el franquismo. Pues vale.
Y ahora, mientras discutimos si cabe o no, ¿qué tal si pedimos cuentas a otras instancias? Ya que las fosas no se abren desde los juzgados, ¿por qué no se lo exigimos a quienes hicieron una ley de la memoria que mantiene las fosas donde estaban?
(Público. 28 / 05 / 09)