A Pedro Andrés Condado lo detuvieron "por defender lo que creía que era justo". A los 19 años se alistó en el Batallón Tercero de la UGT hasta que fue detenido en Santander "donde sólo recibió palos y malas palabras". Ahora, a sus 92 años, las piernas no le responden como le gustaría pero conserva la lucidez que muchos otros fingen no tener para evitar hacer frente a lo que en su día hicieron con hombres como él. "Me gustaría saber, a ésos, cuándo les va a tocar pagar lo que hicieron", se pregunta todavía. Y es que Pedro sabe que "lo que pasó entonces sólo se me olvidará cuando pase por la guadaña". Porque a pesar del amargor de esos recuerdos mantiene la cabeza alta al saber que tiene la conciencia tranquila.
Las señales de aquella época se marcan en su cuerpo, pero sobre todo en su memoria, que desgrana cada detalle para que nadie olvide lo que sucedió de verdad. "Me llevaron al campo de concentración de Miranda en un vagón de ganado lleno de mierda y sin retretes", rememora. "Nos metieron en una especie de fábrica, en el suelo, tirados. Allí no había más que piojos y ladillas. Las condiciones de vida eran terribles", lamenta. Por eso no es de extrañar que cuando terminó su primera etapa en el centro burgalés la sarna le llegara hasta el cuello. "La segunda vez fue mejor, ya habían hecho los barracones". Pero probablemente quizás eso fue lo único que había cambiado para bien.
Las señales de aquella época se marcan en su cuerpo, pero sobre todo en su memoria, que desgrana cada detalle para que nadie olvide lo que sucedió de verdad. "Me llevaron al campo de concentración de Miranda en un vagón de ganado lleno de mierda y sin retretes", rememora. "Nos metieron en una especie de fábrica, en el suelo, tirados. Allí no había más que piojos y ladillas. Las condiciones de vida eran terribles", lamenta. Por eso no es de extrañar que cuando terminó su primera etapa en el centro burgalés la sarna le llegara hasta el cuello. "La segunda vez fue mejor, ya habían hecho los barracones". Pero probablemente quizás eso fue lo único que había cambiado para bien.
Los peores recuerdos, cómo no, del trato que recibió. Como el del sargento de varas Pallarés, un preso que se puso al servicio de los soldados de Franco a cambio de mejor alojamiento y alimentación. "Nos sacaba a golpes como a las gallinas para limpiar las letrinas y trabajar. Le cogimos tanta tirria que luego me dijeron que en un viaje en tren con los presos cuando aquello terminó, le habían tirado por la ventanilla a las vías", explica.
Una circunstancia que a Pedro no le sorprende. Y es que a sus 92 años, todavía recuerda como si fuera hoy alguno de los pasajes malditos de su vida que no logró dejar allí. "Lo peor fue cuando me tocó limpiar la mierda de allí y una vez que nos tuvieron a la noche en calzoncillos formando en la calle con mucho frío porque no quisimos delatar a uno. Y no lo hicimos", advierte orgulloso.
A Pedro Andrés Condado le detuvieron "por defender lo que creía que era justo" y por eso hoy sigue viviendo con el cuerpo todavía dolorido por los golpes que recibió, pero con la cabeza muy alta. Y eso es algo que nadie le ha podido quitar.
(Noticias de Alava. 24 / 05 / 09)