lunes, mayo 04, 2009

ACTO EN MEMORIA Y DESAGRAVIO DE LAS VICTIMAS DEL FRANQUISMO TIRADAS A LAS FOSAS COMUNES DEL CEMENTERIO DE VALENCIA


Julio Estellés, de 82 años, guarda en la memoria un sonido y una imagen. El ruido evoca "las descargas de los fusilamientos" que oía de niño en su Burjassot natal. La imagen, situada en el cementerio, revive a dos guardias civiles que reprendían los llantos excesivos de las viudas ante las fosas comunes de republicanos fusilados, y "fichaban" a quienes se acercaban a esas tumbas anónimas todavía calientes.

Aquella estampa de terror silenciado contrasta con el ambiente que ayer reinó en el cementerio general de Valencia. Cientos de personas asistieron al acto "en memoria y desagravio" de los más de 22.000 republicanos enterrados en las fosas comunes del camposanto a los 70 años de la entrada en Valencia de las tropas franquistas. Al compás de la marcha fúnebre Mater Mea, la larga comitiva recorrió el cementerio con banderas republicanas, independentistas, anarquistas, cenetistas, pacifistas e incluso antifascistas. Ya no hay de qué esconderse para llegar al fosar de la sección 7ª derecha.

Pero el Fòrum per la Memòria del País Valencià -convocante del acto junto con otros 14 colectivos- quiere más. En un manifiesto leído por la profesora universitaria Maria Conca, el Foro reclamó al Ayuntamiento de Valencia "la preservación y dignificación de las fosas comunes del cementerio general de Valencia como espacio de la memoria" porque "el lugar donde han sido enterradas miles de víctimas ha de ser el recordatorio permanente de un hecho que no podemos olvidar".

Las fosas comunes llenas de "víctimas directas" -"asesinados, torturados, exiliados"- y ante las que todavía lloran "las víctimas indirectas" de la guerra -"por el empobrecimiento cultural, el hambre, el miedo y la marginación social"- permanecen situadas entre la maleza y separadas por unas vallas metálicas.

Ese estado de semiabandono "es un olvido de la democracia", opina Adela León, una granadina de 76 años afincada en Valencia cuyo padre -miembro de la guardia republicana- fue fusilado en alta mar en 1937. "Estas fosas deberían ser un jardín en memoria de los que cayeron por ambos bandos y no que sólo tengan relevancia las víctimas del bando ganador", lamenta Adela León.

Los manifestantes volvieron a reclamar ayer -como el día anterior en Paterna- "verdad, justicia y rehabilitación integral" de los represaliados. Después de guardar un minuto de silencio en memoria de los fusilados y escuchar la muixeranga, cada asistente leyó en voz alta el nombre de uno de los enterrados en las fosas comunes gracias a los papelitos repartidos al azar por la organización. En cada uno figuraba el nombre de un fusilado y su edad. Antes de finalizar el acto, algunos asistentes penetraron el vallado que circunda las fosas comunes para clavar banderas republicanas entre el fosar.

A tanto no llegó Julio Estellés. Pero en venganza de aquellos imborrables años de silencio obligado y dolor escondido, este octogenario de Burjassot acudió ayer al cementerio de Valencia con un gran ramo de flores tricolor (moradas, rojas y amarillas), levantó el puño mientras sonaba el Himno de Riego y, cuando le llegó el turno, gritó alto y claro: "Francisco Marsilla Lluch, 69 años".
Uno a uno leyeron los nombres que llevaban escritos en dos dedos de papel. "Agustín Chofre, 61 años. Jesús Sáez, 22. Amparo Segarra, 10 años, Victoriano...". Recitaron sus nombres en voz alta para luego prenderlos -algunos con flores- de la alambrada que rodea una de las fosas comunes del Cementerio de Valencia, donde fueron a parar a partir de 1939 cientos de personas fusiladas durante la represión. Este año se cumplen 70 años de la barbarie.

"Nos constan 23.700 y pico personas enterradas en estas fosas, pero en todo el Cementerio pueden hacer muchas miles", resumió ayer Empar Salvador, presidenta del Fòrum per la Memòria, una de las entidades organizadoras del segundo acto de desagravio a las víctimas -el primero se celebró el año pasado-.

Salvador y el resto de asistentes, muchos de ellos con banderas republicanas, se concentraron para reivindicar la protección de estas fosas comunes y pedir a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que ceje en su intento de construir nuevos nichos sobre ellas. "Las obras están paradas, pero no es suficiente. Queremos que se investigue cómo fue la represión en Valencia y cuántas personas están enterradas en este lugar porque muchas de ellas no constan en ningún registro", continuó la presidenta.

Según recordó Salvador, el Fòrum presentó una denuncia ante el Juzgado central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional -al frente del cual está Baltasar Garzón- por desapariciones forzadas y crímenes contra la humanidad durante el franquismo. El caso está ahora en manos del Juzgado de Instrucción número 12 de Valencia.

Los asistentes honraron a las víctimas con un minuto de silencio. Antes se oyó de fondo La muixeranga y después el himno de Riego. Los familiares leyeron un manifiesto, donde reclamaron que estas fosas sean un espacio de memoria de lo que sucedió.

Juan Manuel Carro, extremeño residente desde hace 50 años en Valencia, no tiene ningún familiar enterrado en las fosas, pero, como dijo ayer, "estoy aquí porque tenemos derecho a saber la verdad de lo que ocurrió hace 70 años".

Uno de los momentos más emotivos, que arrancó las lágrimas de los asistentes, llegó cuando se leyeron los nombres y la edad de las víctimas enterradas en el área donde tuvo lugar el encuentro.
Algunos de los asistentes llegaron acompañados de banderas republicanas, otros llevaron ramos de flores tricolor. Se escucharon proclamas como "Vixca la República" y se vieron puños en alto. Todo se desarrolló en un clima de silencio que dejaba entrever la emoción.

A cada familiar de los represaliados les acompañaba su particular experiencia. Pepita Chofre Rico relató que quería homenajear a su abuelo, un hombre a quien "torturaron brutalmente durante la detención para que firmara una declaración que era falsa y él se negaba a firmar. Tras estar varios días en la cárcel Modelo, murió el 21 de diciembre de 1939".

Pepita recordó que su abuelo era alcalde de Riola y tras su muerte, a su abuela "nunca le dijeron dónde lo enterraron". Ahora, tras la investigación realizada por el Fórum per la Memòria lo ha podido saber.

Entre los presentes había personas llegadas de otras tierras. Allí estaba una mujer asturiana a la que le saltaron las lágrimas cuando leyó el nombre de una de los homenajeados. No era familia de ninguno de ellos, aunque su madre sufrió represalias. Acudió a este acto como muestra de solidaridad. Eran muchos los que señalaron que se habían sumado con el mismo fin.

Con el manifiesto reivindicaron "el reconocimiento legal de la muerte" de estas personas, así como la "preservación y dignificación de las fosas comunes del cementerio de Valencia, como un espacio de memoria de aquella represión".

El reconocimiento legal, señala el manifiesto, "es el primer paso necesario para el completo conocimiento de la tragedia", ya que el lugar donde fueron enterradas miles de aquellas víctimas debe ser "un recordatorio permanente de unos hechos que no podemos olvidar".