"Este es el contestador automático de Jesús Estrada Arrondo. Espero que vengas con noticias buenas ". Resulta fácil entender que la vida de este gasteiztarra preso político durante la dictadura franquista y sobrino de uno de los asesinados en la masacre del Puerto de Azazeta de 1937, con quien comparte nombre y primer apellido, no ha sido fácil. Ahora, jubilado, rebosa vitalidad, disfruta de sus aficiones y lucha por que el recuerdo de todos los represaliados por la barbarie fascista no se diluya. Porque haya justicia y dignidad para con esas víctimas. Pero ni mucho menos es el único. Miren Rodrigo, nieta de preso político y también biznieta y sobrina-nieta de dos asesinados durante la Guerra Civil cuyos cuerpos continúan desaparecidos, le acompaña en esta misma reivindicación. DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, con motivo de su IV Club de Debate que impulsa junto con la Cadena Ser-Vitoria y Artium, les ha dado la voz que, por la fuerza, arrancaron a sus familiares.
A Jesús Estrada Arrondo le faltaban cinco años para venir al mundo cuando su tío Jesús fue fusilado en Azazeta junto con otros 16 presos políticos afines a la República. En su caso, la condena a muerte residía en su condición de afiliado al sindicato UGT. El fascista vitoriano Bruno Ruiz de Apodaca, quien alardeaba de haber acabado él solo con la vida de 108 personas -"porque la 109 se le escapó"-, dirigió esta operación auspiciada por el general Mola apoyado por un piquete de falangistas, carlistas y guardias civiles. Jesús y el resto, entre los que se encontraba el alcalde de Vitoria Teodoro González de Zárate, fueron obligados a firmar un documento en el que constaba que se les ponía en libertad del penal de La Paz en el que se encontraban. Ésa era, paradójicamente, su condena a muerte.
Maniatados y trasladados en dos camiones a los bosques de Azazeta, allí fueron asesinados y enterrados. Al igual que su memoria, porque la dictadura triunfante mantuvo que habían desaparecido, y no muerto, con base en la citada orden de libertad. La verdad salió a relucir en 1978, cuando Joseba Azkarraga ordenó la búsqueda de los restos y certificó la defunción de todos ellos.
Caprichos del destino, cuando Jesús Estrada sobrino contaba con 25 años, en los estertores del franquismo (1967), tuvo la mala fortuna de toparse con Ruiz de Apodaca, reconvertido en policía durante la dictadura, mientras regresaba de la tradicional romería a Estíbaliz. "Un tío con cara de mala ostia, muy malo, que estaba amargado y mirada para todos los lados. Decían que llevaba un cuchillo en su bastón para defenderse", recuerda ahora.
Ni el paso del tiempo ni las iniciativas institucionales puestas en marcha para honrar a los represaliados, tales como la Ley de Memoria Histórica impulsada por el Gobierno de Zapatero, han servido para colmar los deseos de los familiares. "Esa ley resulta un poco ambigua. No habrá memoria histórica hasta que todo el mundo conozca la verdad de lo que pasó y los culpables lo reconozcan, porque muchos de ellos siguen vivos", remarca Miren Rodrigo.
Tres tragedias
La familia de esta joven gasteiztarra sufrió como pocas la represión fascista durante la Guerra Civil. A su bisabuelo Joaquín, miembro de UGT, lo asesinaron en Las Conchas de La Puebla de Arganzón en 1936. Su cuerpo todavía no ha aparecido. Tampoco el de su tío abuelo Segundo, de ideología comunista, que pereció durante la frustrada fuga del Fuerte de San Cristóbal de Pamplona, en 1938. Su abuelo Aristarco, aunque por suerte pudo contarlo, recorrió diversas cárceles de la península y campos de trabajo en Canarias y Tetuán (Marruecos) hasta ser liberado alrededor de 1945.
Aristarco murió a comienzos del presente siglo, aunque con la sensación de haberse sentido "abandonado durante la Transición, como muchos otros presos, porque no fue el cambio que todos esperaban", recuerda Miren. ¿Pero estamos a tiempo de enmendar estos errores, de reconocer la dignidad de estas víctimas? "Hay mucho miedo y mucha comodidad. Es muy fácil decir como a mí no me ha tocado... Es igual que decir, cuando nos detenían en nuestros tiempos, eso de algo habrá hecho", censura Jesús. "Debemos mantener la memoria porque es parte del pasado y sin él el futuro no se puede construir. Sin ella, se produciría una incoherencia histórica. Dicen que en el otro bando también hubo muertos, y claro que los hubo. Pero ya tuvieron 50 años para homenajear, investigar... e incluso vengarse. No exigimos venganza, sino conocer", sostiene Miren.
Jesús Estrada, por de pronto, reclama a la Diputación alavesa que en el monumento que levantará en la trasera del Palacio de la Provincia en homenaje a las víctimas del franquismo aparezcan los nombres de "todos los represaliados en el territorio". Al menos, aunque nunca los encuentren, "aparecerán en algún lugar". Como sucedería con los dos familiares de Miren Rodrigo. "Si alguna vez los encuentran... tendría una sensación ambigua. Pensaría qué bien, pero tarde ", reconoce. Porque prefiere que la verdad muestre todo su esplendor. "Espero que no se queden en simples recuerdos. Ya casi no hay gente de aquella generación y muchos de esos mayores prefieren no hablar ni contar nada. Porque para lo que les queda...", lamenta.
(Noticias de Alava. 17 / 05 / 09)