Frechilla es un pueblo pequeño de poco más de doscientos habitantes, situado en la comarca de Tierra de Campos en la provincia de Palencia. En esta pequeña localidad de la Castilla profunda, en uno de los laterales de la ermita dedicada a San Miguel situada a un kilometro del pueblo, una fosa común acoge aún, aunque por poco tiempo más, los cuerpos de catorce vecinos de la cercana localidad de Paredes de Nava asesinados el 3 de Septiembre de 1936.
En torno a esta fosa han estado trabajando desde el pasdo 26 de Abril alrededor de una veintena de personas entre familiares y miembros del equipo de arqueólogos y voluntarios pertenecientes a la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) de Valladolid y Palencia que han venido realizando los trabajos de exhumación de los cuerpos, con el objeto de que estos sean trasladados, tras su identificación, al panteón de Paredes de Nava donde ya reposan los restos de mas de una decena de vecinos de este pueblo tambien asesinados por la escuadras fascistas en 1936.
En este grupo han estado integrados, colaborando en los trabajos de exhumación, dos miembros de la asociación vasca Ahaztuak 1936-1977, asociación recientemente galardonada con el “Premio Gernika a la Paz y a la Reconciliación 09”. Una de estas personas es Belén Larrea Vián, nieta de Emiliano Vián, uno de los enterrados en esta fosa que se ha quedado hasta que los trabajos de exhumación han finalizado. Belén es, como nieta de uno de los aquí enterrados y como ciudadana vasca, un ejemplo –uno de tantos- de esa memoria histórica de Euskal Herria que incorpora la memoria de tantas personas y familias de la geografia peninsular que tras la victoria franquista debieron emigrar a otras zonas en busca de intentar eludir el acoso de los vencedores en su lugar de origen donde estaban marcados. Muchas de ellas llegarian a Euskal Herria y aqui se afincarian, diluidos las más de las veces entre la llamada 'emigración económíca' de fines de los años 40, 50 o 60.
Es ella la que nos comenta que esta exhumación es algo a lo que los familiares de los aquí asesinados se han visto obligados ante la imposibilidad de poder “dignificar” la fosa por la negativa de la alcaldesa del pueblo perteneciente al PP, apoyada en la mayoría absoluta que este partido mantiene en el consistorio. “LLevabamos varios años pidiendo poder señalizar la fosa con una placa en memoria de nuestros muertos, poder poner la fosa de una forma adecuada y poder cuidarla como lugar de memoria tanto familiar como colectiva que es – dice- pero siempre nos hemos encontrado con la negativa frontal del ayuntamiento y de su alcaldesa actual, seguidora de las posturas del anterior alcalde tambien del PP que incluso llegó a instalar unas barbacoas sobre el lugar que sabian que ocupaba la fosa y que ahora hemos tenido que quitar para proceder a la exhumación”. “Es por ello –continua Belén- que a pesar de que hubiésemos preferido que siguieran aquí todos juntos hemos decidido exhumar sus cuerpos y trasladarlos al cementerio de Paredes, para que reposen en una tumba digna junto a los otros asesinados del pueblo”.
Aunque los trabajos de exhumación estaba previsto que terminaran el pasado martes estos se han prolongado varios días más al aparecer una persona del lugar, testigo de aquellos hechos, que ha desvelado que no eran catorce los alli asesinados y enterrados sino dieciseis. «Este vecino tenía diez años cuando presenció cómo trajeron a los represaliados en dos carros, los descargaron y echaron los cuerpos en una fosa excavada por el enterrador», explica Julio del Olmo, coordinador del equipo de arqueólogos de la asociación de Valladolid, quien confirma que han corroborado la versión de este testimonio. «Hemos visto que una parte de uno de los cuerpos que ya habíamos descubierto se adentraba en una zona de tierra que no habíamos excavado, por lo que hemos cavado un poco y hemos visto que dentro había más restos», indica Julio del Olmo. Tras ello deberán comenzar tambien a investigar acerca de la identidad de los nuevos cuerpos que se vayan hallando, tres o más, que son aún parte de esas decenas de miles de desaparecidos que áun esperan identidad y justicia.
“Llegaron en dos carros –cuenta este testigo- aquel 3 de septiembre de 1936, serían las once de la mañana y los tiraron sin ningún orden”. Asi es como se van encontrando los cuerpos desordenados, uno encima de otro en un forzado abrazo eterno que parece quisiera protegerlos para del horror vivido, los miembros entremezclados y las calaveras con los agujeros producidos por los tiros de gracia.
Llegaron asi, como él cuenta, y se han ido setenta y dos años mas tarde dejando atrás una fosa vacia y en sus familias las lagrimas y la herida aún viva de su ausencia. Llegaron para ser muertos y enterrados en esa fosa por orden de aquellos que inauguraban con un golpe militar la Nueva España: Mola, Jose Antonio Primo de Rivera, Francisco Franco…
Hoy aquellos que decretaron su muerte ya no están pero sin embargo los restos de Emiliano Vián y sus compañeros han debido de ser exhumados y llevados a otro lugar porque incluso hoy, incluso ahora, siguen siendo “los rojos” para los que mandan y para los que obedecen en este municipio de la democrática España gobernado por un tambien democrático partido, en este municipio donde su gobierno municipal ha decidido que no hay lugar para una tumba digna que albergue sus restos ni para una placa que señale su nombre y su memoria.
Y Emiliano Vián y sus compañeros asesinados y enterrados aquí aquella mañana de septiembre de 1936 han pasado hoy en su despedida de esta fosa que durante setenta y dos años ha albergado sus huesos por las calles y la plaza que en honor de sus asesinos sigue manteniendo este pueblo: Calle General Mola, Calle Jose Antonio Primo de Rivera, Plaza Generalisimo Franco…
(Texto y fotos: servicio de prensa de Ahaztuak 1936-1977)
En torno a esta fosa han estado trabajando desde el pasdo 26 de Abril alrededor de una veintena de personas entre familiares y miembros del equipo de arqueólogos y voluntarios pertenecientes a la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) de Valladolid y Palencia que han venido realizando los trabajos de exhumación de los cuerpos, con el objeto de que estos sean trasladados, tras su identificación, al panteón de Paredes de Nava donde ya reposan los restos de mas de una decena de vecinos de este pueblo tambien asesinados por la escuadras fascistas en 1936.
En este grupo han estado integrados, colaborando en los trabajos de exhumación, dos miembros de la asociación vasca Ahaztuak 1936-1977, asociación recientemente galardonada con el “Premio Gernika a la Paz y a la Reconciliación 09”. Una de estas personas es Belén Larrea Vián, nieta de Emiliano Vián, uno de los enterrados en esta fosa que se ha quedado hasta que los trabajos de exhumación han finalizado. Belén es, como nieta de uno de los aquí enterrados y como ciudadana vasca, un ejemplo –uno de tantos- de esa memoria histórica de Euskal Herria que incorpora la memoria de tantas personas y familias de la geografia peninsular que tras la victoria franquista debieron emigrar a otras zonas en busca de intentar eludir el acoso de los vencedores en su lugar de origen donde estaban marcados. Muchas de ellas llegarian a Euskal Herria y aqui se afincarian, diluidos las más de las veces entre la llamada 'emigración económíca' de fines de los años 40, 50 o 60.
Es ella la que nos comenta que esta exhumación es algo a lo que los familiares de los aquí asesinados se han visto obligados ante la imposibilidad de poder “dignificar” la fosa por la negativa de la alcaldesa del pueblo perteneciente al PP, apoyada en la mayoría absoluta que este partido mantiene en el consistorio. “LLevabamos varios años pidiendo poder señalizar la fosa con una placa en memoria de nuestros muertos, poder poner la fosa de una forma adecuada y poder cuidarla como lugar de memoria tanto familiar como colectiva que es – dice- pero siempre nos hemos encontrado con la negativa frontal del ayuntamiento y de su alcaldesa actual, seguidora de las posturas del anterior alcalde tambien del PP que incluso llegó a instalar unas barbacoas sobre el lugar que sabian que ocupaba la fosa y que ahora hemos tenido que quitar para proceder a la exhumación”. “Es por ello –continua Belén- que a pesar de que hubiésemos preferido que siguieran aquí todos juntos hemos decidido exhumar sus cuerpos y trasladarlos al cementerio de Paredes, para que reposen en una tumba digna junto a los otros asesinados del pueblo”.
Aunque los trabajos de exhumación estaba previsto que terminaran el pasado martes estos se han prolongado varios días más al aparecer una persona del lugar, testigo de aquellos hechos, que ha desvelado que no eran catorce los alli asesinados y enterrados sino dieciseis. «Este vecino tenía diez años cuando presenció cómo trajeron a los represaliados en dos carros, los descargaron y echaron los cuerpos en una fosa excavada por el enterrador», explica Julio del Olmo, coordinador del equipo de arqueólogos de la asociación de Valladolid, quien confirma que han corroborado la versión de este testimonio. «Hemos visto que una parte de uno de los cuerpos que ya habíamos descubierto se adentraba en una zona de tierra que no habíamos excavado, por lo que hemos cavado un poco y hemos visto que dentro había más restos», indica Julio del Olmo. Tras ello deberán comenzar tambien a investigar acerca de la identidad de los nuevos cuerpos que se vayan hallando, tres o más, que son aún parte de esas decenas de miles de desaparecidos que áun esperan identidad y justicia.
“Llegaron en dos carros –cuenta este testigo- aquel 3 de septiembre de 1936, serían las once de la mañana y los tiraron sin ningún orden”. Asi es como se van encontrando los cuerpos desordenados, uno encima de otro en un forzado abrazo eterno que parece quisiera protegerlos para del horror vivido, los miembros entremezclados y las calaveras con los agujeros producidos por los tiros de gracia.
Llegaron asi, como él cuenta, y se han ido setenta y dos años mas tarde dejando atrás una fosa vacia y en sus familias las lagrimas y la herida aún viva de su ausencia. Llegaron para ser muertos y enterrados en esa fosa por orden de aquellos que inauguraban con un golpe militar la Nueva España: Mola, Jose Antonio Primo de Rivera, Francisco Franco…
Hoy aquellos que decretaron su muerte ya no están pero sin embargo los restos de Emiliano Vián y sus compañeros han debido de ser exhumados y llevados a otro lugar porque incluso hoy, incluso ahora, siguen siendo “los rojos” para los que mandan y para los que obedecen en este municipio de la democrática España gobernado por un tambien democrático partido, en este municipio donde su gobierno municipal ha decidido que no hay lugar para una tumba digna que albergue sus restos ni para una placa que señale su nombre y su memoria.
Y Emiliano Vián y sus compañeros asesinados y enterrados aquí aquella mañana de septiembre de 1936 han pasado hoy en su despedida de esta fosa que durante setenta y dos años ha albergado sus huesos por las calles y la plaza que en honor de sus asesinos sigue manteniendo este pueblo: Calle General Mola, Calle Jose Antonio Primo de Rivera, Plaza Generalisimo Franco…
(Texto y fotos: servicio de prensa de Ahaztuak 1936-1977)