Se nos va Mario Benedetti y nos llega la primavera pintando los homenajes en los periódicos y esculpiendo los ecos. Pamplona, Sartaguda, Artesiaga y Ezkaba se unen. Y el pobre Rodríguez Medel contra la pared, con los sordos.
Y uno ya piensa en ir por Ezkaba echando una mirada a los barrotes y a las nubes. Porque ya hasta nos han cerrado las puertas que teníamos, así que habrá que labrar poco a poco otra entrada, y se espera a ver si vuelve ese piojo republicano, camarada Carratalá, gritaremos con él ese viva tan profundo como son las heridas que le han dejado todas las prisiones que ha recorrido.
En Artica anduvieron las luciérnagas como echando sus poemas y citas en los árboles, para hacer más alegre la subida al cementerio. Y en el 38 se bajaron los presos en el atardecer porque tenían mucho amor, amor a la libertad. Fuga de rosas y espinas, de caídas y vuelos, de suspiros y llantos. La luz apenas prendida del pelo, los brillos ya en los dientes, la sonrisa cosida en los labios, preparados con botas de nube.
Entre los muros, pensamos cuál es la razón, la poderosa razón por la que no dan ni un paso para recuperar ese espacio en el que las pintadas aún iluminan la imaginación. Pobres chicos, con la esperanza pegada a la sien, punteaban una casa, una amante, un calendario y unas cuentas como queriendo traerse su vida a esa maldita Brigada.
Nunca he visto una soledad tan acompaña, nunca he percibido un eco tan estruendoso, así está la tierra con las pupilas abiertas, esperando que vayan los de Txinparta para sacar golpe a golpe todos los almarios que se quedaron esperando ahí, donde se quedan las semillas.
Nunca se ha visto un gesto de tanto amor como una exhumación, observar, rabia, excavar, nervios, buscar, incertidumbre, limpiar, emoción, archivar, encuentro y abrazo, y eso nos espera.
(Noticias de Navarra. 25 / 05 / 09)