MIRANDO desde la Rotxapea la cima del monte Ezkaba cuesta creer la verdadera historia de horror y muerte que esconden las ruinas del Fuerte de San Cristóbal. Recorriendo ahora los restos de este inmenso edificio vacío, usado como cárcel entre 1934 y 1945, se percibe que todavía, a pesar de su deteriorado estado, está lleno de dolor y de memoria, aunque cada vez son más los que se cuelan en su interior, sorteando lo prohibido, sin más afán que la aventura ante la oscuridad. La vida cambia, pero las ruinas, como los recuerdos, se mantienen para revivir una y otra vez lo que sus paredes callan. Cerca de 400 presos republicanos murieron allí de hambre, de frío y de abandono. A otros 221 los mataron a tiros por las laderas de los montes al intentar escapar. Sólo tres consiguieron la libertad en esa huida. Cuesta imaginarse cómo tan cerca de nuestra ciudad se vivió tanta miseria. El tiempo que pasa no borra, sino que desempolva los recuerdos. Era un mes de mayo de 1938, una primavera más. 795 presos republicanos huyeron en la que es la mayor fuga penitenciaria del Estado. Era un mes de mayo de 1938 pero no fue una primavera más, a ésa se le rompió una esquina y algo se quebró para siempre. Hoy, quienes siguen llorando el dolor de sus familiares muertos en esa cima no estarán solos. Seguirán leyendo las cartas a las que nunca pudieron responder, cartas desde la prisión, como el hermoso arranque de una de las más hermosas novelas escrita por Mario Benedetti. Hoy, de nuevo, es primavera con una esquina rota. Un buen momento para releer esta novela en un doble homenaje al autor y a la memoria.
(Noticias de Navarra. 24 / 05 / 09)