En torno al asunto de la Memoria Histórica, leyendo algunos artículos de opinión, cartas y colaboraciones, da la impresión de que se busca que el juez Garzón arrime el ascua a la sardina particular de cada uno, olvidando, siquiera sea en este caso, que es el mismo juez sui géneris que ha dejado deficientemente instruidos algunos sumarios judiciales, que a base de golpes de efecto busca el reconocimiento público tanto interno como externo, y autor de tesis tan peregrinas como la de que todo es ETA, que generó una Ley de Partidos funesta que deja su aplicación práctica al arbitrio del Partido del Gobierno de turno, con lo cual la libertad de expresión y de reunión pende de un hilo, además de convertir en papel mojado la presunción de inocencia. En definitiva, que restringe la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, con lo cual la democracia sale perdiendo.
Los carlistas somos partidarios de que cada palo aguante su vela, y estamos a las duras y a las maduras. Ni negamos ni defendemos los excesos habidos en la Guerra Civil del 36-39, pero sí negamos que fuesen premeditados y sistemáticos, pues el jefe regional, señor Joaquín Baleztena (cuyo nombre cita Sabino Cuadra como miembro de la Junta de Guerra, dando algo más que ideas al juez Garzón) en su recomendación del día 24-7-36, decía expresamente lo contrario. Si alguien incumplió esas recomendaciones, se automarginó de la disciplina carlista, y actuó bajo su exclusiva responsabilidad (...).
También habría que aceptar que los plazos de prescripción de los delitos valen para todos. Y si se descubre algún responsable de delitos de lesa Humanidad, que el Poder Judicial lo arreste y lo lleve ante un Tribunal de Justicia para que pueda defenderse. El bando de guerra, el oficial de los militares rebeldes, fue redactado y firmado por el general Mola, militar republicano, y no fue publicado por El Pensamiento Navarro , periódico carlista, el día de la rebelión militar (...).
Los carlistas se prepararon para levantarse en armas porque se sentían amenazados y heridos en sus personas y sentimientos, al ver que se quemaban Iglesias y conventos, y que se asesinaba a sacerdotes y monjas sólo por el hecho de serlo, y que los trenes eran apedreados cuando iban o volvían de concentraciones religiosas, a la vez que les hacían el gesto de degüello. Se prepararon para levantarse en armas en defensa del contenido de su lema Dios, Patria, Fueros, Rey, pero se toparon con el director, el militar republicano Mola, que estaba preparando un golpe de Estado (...).
Si a los que se sublevaron en el 34 contra la República (en Asturias y en otros sitios), se les admite el derecho a hacerlo, ¿en nombre de qué dogma se les niega ese mismo derecho a los carlistas del 36? ¿Sólo la libertad que se atribuye a los republicanos es tal? ¿Por qué cuesta tanto admitir que los carlistas del 36 sentían amenazada su seguridad física, y su libertad de pensamiento y creencias, así como la expresión de su práctica religiosa?
El rey carlista don Javier I se echó atrás en su inicial apoyo al alzamiento con Franco, y éste lo expulsó de España. Don Javier luchó contra el nazismo, y los nazis lo llevaron prisionero al campo de exterminio de Dachau, y a Franco no le importó que lo fueran a matar. Al terminar la Guerra Civil, más del 98% de los carlistas rechazó las prebendas-limosnas de altos cargos de Franco, y el carlismo fue marginado y reprimido por la fuerza. Los que aceptaron esas prebendas fueron considerados colaboracionistas con Franco y su régimen y expulsados del Partido Carlista. Don Carlos Hugo, hijo de don Javier, puso al día el vocabulario y los contenidos de la ideología carlista, y aún hoy, seguimos empeñados en que la sociedad perciba que la autogestión es la forma de organización social que mejor garantiza la libertad, la justicia, la paz y la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos para que vayan dirigidos hacia el bien común.
Los carlistas consideramos que la Guerra Civil del 36-39 fue una tragedia y una desgracia para todos y que afectó muy negativamente a dos generaciones; no lo alarguemos más. Los carlistas somos partidarios del reconocimiento y reparación moral públicos de los asesinados y represaliados, y hemos contribuido a la reconciliación social como pueden atestiguar los puentesinos y la gente de otros pueblos y organizaciones en los que no se nos ha ignorado y se ha requerido nuestra participación. Como resumen y expresión de nuestros anhelos, en 1996 hicimos público un Manifiesto por la paz que lo seguimos manteniendo.
Conocer y saber es sano y sanea la mente. El conocimiento es alimento para la libertad del ser humano. La realidad no es maniquea (o blanca o negra), sino variada y colorida; no hay más que mirar para ver.
(Noticias de Navarra. 13 / 11 / 08)