Después de una década en la que los únicos inquilinos de las celdas fueron los indigentes, yonquis y grafiteros que se dejaban caer por el penal clausurado en 1999, los 172.000 metros cuadrados por los que se extendía la cárcel de Carabanchel comenzaron a ser derrumbados a finales de octubre. Las instituciones presentaron un ambicioso proyecto para cubrir el solar de este barrio madrileño: 650 viviendas y un hospital.
La noticia causó un gran estupor entre las asociaciones que trabajan por recuperar la memoria de los represaliados durante el franquismo, que venían reclamando desde hace tiempo que el antiguo penal o parte de él fuera reconvertido en un museo que rememorase lo vivido allí. "No han respetado ni la petición de mantener la emblemática cúpula central para convertirla en museo, para mantenerla como lugar de memoria y como muestra del precio que las personas y los pueblos se ven obligados a pagar en muchas ocasiones para poder ser libres", subraya Marcelo Álvarez, miembro de la asociación Ahaztuak 1936-1977, que desde el principio se sumó a la plataforma en contra del derrumbe del penal.
Álvarez destaca que "centenares de presos políticos vascos" pasaron por sus celdas durante el franquismo: "Carabanchel suena a rojo, a anarquista, a nacionalista, a independentista, a preso social; a la memoria de las sombras que en lo político, en lo social y en lo económico generaba un régimen oscuro, pero también a las luces con las que se hizo frente". En este sentido, recuerda a los dirigentes del Partido Socialista -una de las formaciones que se ha opuesto a la construcción de un museo- que muchos de sus compañeros pasaron por la celda de la prisión madrileña desde 1944, año en el que fue inaugurada.
Más de dos mil presos
Franco compró los terrenos para construir la cárcel de Carabanchel por 700.000 pesetas, con el objetivo de reunir bajo sus paredes a cualquier persona que alterara el orden natural del régimen. Con capacidad inicial para más de un millar de reclusos, en 1999, tras ser clausurada, los dos mil hombres y las quinientas mujeres que estaban encerrados fueron trasladados a otras prisiones. Se cerraba así el telón de uno de los emblemas de la represión franquista, que permaneció abandonado a su suerte hasta octubre.
(Deia y Noticias de Gipuzkoa. 16 / 11 / 08)