domingo, mayo 24, 2009

SENTIDO "AGUR" A UN SUPERVIVIENTE

QUIEN canta mantiene su pueblo vivo. Jesús Moreno cantó ante una cámara de vídeo en Berriz. Lo hizo el pasado 31 de enero. Justo dos meses después, el 31 de marzo, su voz ya grabada, como la de José Antonio Olea y Alberto Barreña, estremeció, en el estreno de un documental, al público que llenó la basílica Santa María de Uribarri de Durango.

Entre aplausos, Moreno, Barreña y Olea daban las gracias a la ciudadanía que, de alguna manera, había reconocido su resistencia a la Dictadura en aquel episodio de la Guerra Civil. Todo aquello que llevan 72 años tratando de olvidar y que les ha sido imposible.

El día de la grabación del corto, Moreno condujo orgulloso desde a Arrasate a Berriz junto a su mujer Dolores Etxebarrieta. Cantó de corazón. Dejó constancia de sus recuerdos y denuncias. Antes de despedirse, pidió que se le grabara cantando una canción sobre el tranvía de Durango. La imagen está. Por desgracia, su voz no. El micrófono estaba apagado.

Si aquel tranvía de Durango dejó de funcionar por el bombardeo de 1937; diecisiete días después del estreno del corto, dejó de funcionar el tranvía coronario de Moreno. Fue el 17 de abril de 2009. Su cumpleaños. Jesús dijo adiós tras haber mantenido a Euskal Herria viva. Como el título del cortometraje: Kantatzen ez duen herria herri hila da (Un pueblo que no canta es un pueblo muerto).

Esta tarde (19.00 horas), la proyección estará dedicada a él: "El pueblo sigue vivo aunque tú no estés aquí". Así es. Jesús estará presente en imágenes en la casa de cultura: Cantando, con su alegría y desparpajo.

DEIA viajó con Jesús Moreno hace dos años por tres escenarios de muerte que supo sortear siendo un retaco. En Elorrio cayó un cañonazo desde Intxorta y él estaba allí. El 31 de marzo, le pilló el bombardeo de Durango. El 26 abril, el de Gernika. Y malherido salió del de Turtzios. De aquél conservaba metralla en la cabeza.

Con 80 años, sin embargo, no sentía rencor: "¡Una vez en paz, sólo echo en falta poder correr!" A sus 82 primaveras se despidió. Ni el cañonazo ni bombardeos ni la metralla pudieron con él. La vida frenó sus apreciadas piernas y, luego, el corazón, pero no su voz. Sigue viva en la memoria de todos.

(Deia. 24 / 05 / 09)