domingo, junio 21, 2009

VISITA AL FUERTE DE SAN CRISTOBAL. Artículo de opinión de Iñaki Alforja,director de «Ezkaba, la gran fuga de las cárceles franquistas»

Al pasar por el llamado rastrillo, les mostrarán las ciegas celdas de castigo donde el socialista Afrodisio González de Burgos pasó varios meses en la húmeda oscuridad y pidió morir. El Fuerte de San Cristóbal fué uno de los penales más duros del sistema represivo franquista, utilizado para eliminar la disidencia política.

El Gobierno de Nafarroa de UPN y el Ejército español anuncian que van a permitir a los ciudadanos y ciudadanas conocer la historia del Fuerte de San Cristóbal. Al entrar por la puerta principal podrán conocer que cerca de 7.500 presos, traídos de todos los puntos de la península, sobrevivieron y murieron en su interior.

Más adelante, en el puesto de guardia, les explicarán cómo se registraban sólo los presos que tenían condena firme. Centenares de presos navarros fueron detenidos, llevados al Fuerte sin juicio y fusilados. Son los llamados gubernativos. Es el caso de Rocafort y Moriones de Zangoza. Sus hijos buscan todavía hoy un cuerpo que enterrar.

Al pasar por el llamado rastrillo, les mostrarán las ciegas celdas de castigo donde el socialista Afrodisio González de Burgos pasó varios meses en la húmeda oscuridad y pidió morir.

Antes de llegar al patio, les harán pasar al locutorio y conocerán la historia de las mujeres que subían a llevarles algo de ánimo. Mujeres organizadas políticamente como Josefina Guerendiain, de UGT, o Socorro Aranguren, del PNV. O familiares, como Fé Sánchez Tosal, que le contó allí a su marido Salvador Ruipérez, alcalde de Peñaranda de Bracamonte, que su hija de dos años había fallecido.

En el patio del penal podrán estar horas escuchando historias. Allí paseaban las horas y el hambre los presos: Álvaro de Retana, encarcelado por amar a otros hombres, pintor y escritor en las calurosas noches de Madrid. El anarquista Rogelio Díz, siempre componiendo canciones y autor del himno de la fuga. Iosu Urresti, abertzale, capitán de gudaris en el frente norte.

En el cuarto de servicios, les hablarán de las amargas palizas que le dieron, por ejemplo, al socialista vallisoletano Salvador Robledo.

Al entrar a las brigadas, reconocerán la esquina donde el Maestro Salcedo, encarcelado por imaginar una escuela libre, enseñaba a leer y escribir a otros presos. Al bajar a la primera brigada, harán un alto para explicar cómo dormían en el suelo, sobre el agua, hombres como Agapito Galindo, que pese a todo, soñaba que volaba sobre los muros y volvía a su casa de Coca.

Dos naves más allá, llegará la increíble historia de una de las fugas documentadas más numerosas del mundo. La que iniciaron los comunistas Leopoldo Pico y Baltasar Rabanillo el 22 de mayo de 1938.

En un increíble acto de generosidad, se abrieron las puertas de los cerca de 2.500 presos que estaban aquella noche: 795 presos se fugaron, 207 fueron asesinados, 585 fueron recapturados y sólo tres consiguieron pasar la frontera.

Al salir del Fuerte, y conocer el terrible final de los últimos 131 presos en el cementerio de las botellas, los visitantes se preguntarán por qué no conocían esta historia del Fuerte de San Cristóbal.

Casamatas, caponeras, aljibes... La historia la hacen las personas. La Historia es fundamental para entender el presente.

El Fuerte de San Cristóbal fue uno de los penales más duros del sistema represivo franquista, utilizado para eliminar la disidencia política.

NOTA: Todas estas personas y los hechos a los que se refiere son reales. Agapito Galindo vio por última vez a su hermano Mariano la noche del 22 de mayo. Mariano se fugó y fue asesinado en el valle de Esteribar. Leopoldo Pico fue asesinado extrajudicialmente. Baltasar, capturado y fusilado en la vuelta del castillo de Iruñea. Jobino Fernández es uno de los tres presos que consiguieron pasar al Estado francés y su hija estuvo en el homenaje a los presos el pasado 24 de mayo.

(Gara. 21 / 06 / 09)