jueves, julio 09, 2009

31 AÑOS DESPUES

COMO cada 8 de julio, la muerte de Germán Rodríguez por disparos de la Policía y los graves sucesos que tuvieron por escenario las calles de Pamplona aquella tarde de sábado de 1978, volvieron a hacer acto de presencia y a vivir su momento de recuerdo en la fiesta. Un tributo que no se ciñe sólo a la cita puntual ante el monolito de la avenida de Roncesvalles, sino que pesa aún en la memoria cotidiana de los 31 Sanfermines transcurridos desde entonces. Con más o menos amplio respaldo político, con más o menos implicación popular, la memoria de Germán Rodríguez sigue latiendo y habla de una Transición difícil, plagada de obstáculos y cubierta, todavía hoy, por densas zonas de oscuridad.

Lo sucedido en Pamplona aquel 8 de julio es, todavía hoy, una de ellas. Y mientras se trabaja en el esclarecimiento de otros episodios de aquel tiempo, aquí hay quien sigue mirando para otro lado. Posiblemente, los historiadores imparciales pondrán las cosas en su sitio. Pero para ello -la historia se escribe así- deberá pasar tiempo todavía, porque a día de hoy se mantiene cierta resistencia a admitir y dar por buenos hechos que han sido contrastados y refutados en diferentes trabajos periodísticos y de investigación (con grabaciones de los mandos policiales que desvelan las intenciones que había en el ánimo de algunos agentes).

El capítulo más reciente lo han escrito UPN y PSN en el Ayuntamiento de Pamplona, que unieron sus votos para rechazar la propuesta de creación de una comisión de la verdad que pretende clarificar los hechos. Esa persistencia en mantener una cortina de humo no hace sino enquistar viejas heridas y dice poco de un sistema que debería llevar a gala la transparencia en sus decisiones y la búsqueda de la verdad en todas sus actuaciones. No es de recibo que, 31 años después, no esté reconocido oficialmente cómo, quién y por qué se desencadenaron aquellos incidentes; que nadie haya sido sentado en el banquillo y juzgado; que escuchando a según quién pareciera que aquello nunca hubiera sucedido. Y pasó, aunque los acontecimientos parece que se diluyen en intensidad con el paso del tiempo, pierden impacto emocional y corren el peligro de caer, si no en el olvido, en la rutina.

(Noticias de Navarra. 9 / 07 / 09)