A falta de un reconocimiento público a los sacerdotes que murieron bajo las balas del bando franquista por parte de la Confederación Episcopal; a falta, en realidad, de un gesto oficial que, 73 años después, honrase la memoria de quienes fueron ejecutados en nombre de la Cruzada, siendo como eran, servidores de la misma fe sobre la que se pivotó un levantamiento ilegítimo contra un gobierno democrático y que alimentó los posteriores cuarenta años de dictadura, ha tenido que ser la propia Iglesia vasca la que ha alzado la voz pidiendo perdón por el ostracismo y el olvido en el que habían quedado para la historia los 14 religiosos asesinados por los fascistas. De hecho, ha sido muy significativa la interpretación que algunos medios de comunicación de ámbito estatal han realizado sobre el carácter nacionalista de los sacerdotes, como si con ello se quisiera recuperar el manto de continua sospecha que ha pendido sobre la Iglesia vasca y sus supuestas adscripciones políticas, maniobras con las que se pretende ocultar la pluralidad que se aglutina en torno a ella. El homenaje del sábado en la Catedral Nueva fue un gesto, el gran gesto que los prelados vascos quisieron realizar con el ánimo de cerrar uno de los muchos capítulos dramáticos de la Guerra Civil, la aniquilación de 14 sacerdotes que desaparecieron incluso para la posteridad, ya que no aparecen ni en los registros de la Iglesia. "Hoy saldamos una deuda que teníamos contraída con ellos" dijo en su homilía el obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi.
Este acto representa un paso adelante en el silencioso movimiento que viene reclamando memoria, dignidad y honor para las personas que lucharon e incluso murieron por defender las instituciones emanadas de la República y sus ideales identitarios. Habría que preguntarse por qué la Iglesia ha tardado tanto en plantearse un acto catártico de estas características. Habría que hacerlo aunque nunca es tarde para admitir la culpa del olvido. Más grave aún es comprobar que si la Iglesia vasca no lo hubiera hecho, actos como los del sábado no habrían existido. Máxime cuando los reconocimientos del Vaticano y de la Conferencia Episcopal han sido para los 498 mártires muertos a manos de los republicanos y que fueron beatificados hace algo más de un año.
(Noticias de Alava. 13 / 07 / 09)