Garzón, original donde los haya, se propone dar su nueva versión de la antigua obra de misericordia de enterrar a los muertos. Levantar de sus tumbas a las víctimas del franquismo es prejuicioso y peligroso: cuántos de los que yacen en las fosas fueron sacrificados por desavenencias, envidias y odios particulares tan frecuentes en los pueblos. Hasta Carrillo lo considera un disparate. Pero robar la paz a los muertos no va a ser gratis: 140 millones de euros en pruebas de ADN es el coste de la identificación de los cadáveres, ensayo no del todo fiable si los parientes supervivientes no lo son en el grado requerido. Dejemos a los muertos en la paz de los cementerios hasta el día del Juicio postrero. Sólo "el que sabe" dará a cada uno el pago de sus acciones y a Garzón un tirón de orejas por haberse querido adelantar al Dios-Juez, Aquel que tiene la última palabra sobre víctimas y verdugos.
(Noticias de Alava. 31 / 10 / 08)