domingo, octubre 17, 2010

ADIOS A UNA DE LAS ÚLTIMAS ROSAS DE LA JUVENTUD SOCIALISTA UNIFICADA

Mari Carmen Cuesta fue testigo de excepción de la crueldad con la que la dictadura franquista represalió a aquellos que no cometieron mayor delito que el de pertener al partido político que más se acercaba a su ideal de vida.

Al igual que las que fueron sus compañeras de prisión en la madrileña y abarrotada cárcel de mujeres de Ventas, Mari Carmen, la ‘peque’, militaba en la Juventud Socialista Unificada, motivo por el cual fue apresada y privada varios años de libertad.

A su salida de la cárcel, fue expulsada de Madrid, lo que la llevó hasta Valencia donde falleció ayer a los 87 años.

Como “muy buena persona y muy activa” la recuerda Gervasio Puerta, presidente de la Asociación de de Ex Presos y Represaliados Políticos Antifranquistas, entidad en la que Mari Carmen militó de forma “muy laboriosa”, ha explicado Gervasio a Público.es.

Juventud entre barrotes

Mari Carmen, la joven activista de Madrid, fue detenida por la Policía franquista y encarcelada en 1939 junto a un grupo de militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) cuando tenía 16 años. Durante escasos meses compartió prisión en Ventas con sus compañeras y amigas de la organización política ya que pronto la injusticia y la sinrazón la separaron del trágico final que la dictadura tenía reservado para las muchachas madrilenas de la JSU.

El 5 de agosto, trece jóvenes mujeres, entre las que había 7 menores de edad, fueron fusiladas por pertenecer a esta organización en el paredón del Cementerio del Este (hoy cementerio de la Almudena, nombre con el que lo rebautizó Franco).

Tras su ejecución, las jóvenes pasaron a la historia con el nombre de ‘Las Trece rosas’. En realidad fueron 14 porque Antonia Torres, que se libró en ese momento porque en su expediente figuraba como ‘Antonio’, corrió la misma suerte meses después, en febrero de 1940.

Su historia fue reconstruida hace unos años en la novela de Carlos Fonseca, adaptada más tarde al cine. Carmen, al que el grupo de mujeres conocía como la ‘peque’ por ser la menor de todas ellas, fue condenada a 12 años y desterrada a 350 kilómetros de Madrid al recobrar la libertad. Fue entonces cuando comenzó su nueva vida en Valencia donde vivió con su hermana Angelita, que también había sido detenida y posteriomente liberada por no pertenecer a las JSU.

Búsqueda del padre

El drama de estas hermanas fue más allá de su reclusión en la cárcel de Madrid. Al padre lo fusilaron junto a otros 17 presos, y otro de los hermanos, piloto de la República, también fue encarcelado. Precisamente su hermana Angelita, de 91 años, sigue luchando por encontrar los restos de su padre.

La muerte de Mari Carmen ayer en Valencia, uno de los últimos testigos de esos primeros episodios de represión, ha conmocionado a representantes políticos de la izquierda como la Fundación Trece Rosas que, en palabras de su Presidente José Cepeda (PSM), la ha recordado como “una mujer irrepetible que con su aportación a la memoria colectiva de aquel hecho histórico, ha permitido que millones de españoles, 70 años más tarde, conozcan esa parte de la historia que estuvo silenciada por el caudillo”.

“Su nombre, sus ideas, su lucha, su trabajo hoy están más vigentes que nunca en Madrid, en España y en el mundo; y su memoria al igual que la de su padre y sus compañeras de las Juventudes Socialistas Unificadas, jamás será borrada ya de la historia” concluyó Cepeda, rememorando las palabras que dejó escritas una de las rosas, Julia Conesa, antes de morir: “Que mi nombre no se borre de la historia”.

(Público. 17 / 10 / 2010)