Toda celebración u homenaje que haga recordar a los fusilados del 36 estará plenamente justificado porque es bueno recordar a la nueva generación del aquel trágico 36 y a los Poderes Públicos que están en deuda con aquellos mártires asesinados por la Dictadura.
A mi juicio, hay intimidades que en estas celebraciones se deben respetar como las cartas de despedida dirigidas a sus familias cuando percibían su inmediato trágico final.
Por esta razón no me ha parecido bien que el pasado sábado, en el homenaje que se hizo a estas víctimas en la Vuelta de Castillo, se leyera una carta que mi hermano Ángel nos escribió desde la cárcel como despedida a mi madre y a nosotros.
Cuando un país acaba con una dictadura y consensua una democracia, los nuevos gobiernos que se creen están obligados a depurar y enjuiciar las violaciones de los Derechos Humanos, que se cometieron en la dictadura. Otros países lo han hecho y lo que es más triste, con la colaboración del nuestro.
Que sepan los políticos que se arriman a estos homenajes, que ellos forman el Estado y que harían bien exigir a los gobiernos desde sus foros el cumplimiento de esta obligación. Hay archivos eclesiásticos y civiles todavía secuestrados, donde acceder a alguno de ellos es muy complicado sin mandato oficial.
Algunos de nosotros, por la edad, nos vamos haciendo a la idea de que moriremos sin conocer las tumbas de los nuestros... pero señores políticos, no tengan duda, más tarde o más temprano, las cunetas hablarán.
(Noticias de Navarra. 18 / 04 / 08)