"Sírvase V. poner en libertad a los reclusos a mi disposición, detenidos en esa Prisión que al respaldo se relacionan». Este es el lacó nico texto firmado por el delegado de Orden Público de Araba el 31 de marzo de 1937, que daba salida de la prisión a dieciséis arabarras cuyos nombres aparecen en el reverso. Pero, contrariamente a lo que en él se decía, estos dieciséis prisioneros no fueron liberados, sino que fueron conducidos al puerto de Azazeta, donde les fusilaron. Entre ellos, el alcalde de Gasteiz, Teodoro González de Zarate. Este es uno de los documentos, inéditos hasta ahora, que se pueden ver en una exposición que fue inaugurada este jueves y permanecerá abierta al público hasta el próximo 28 de enero, en la sede del Archivo Histórico Provincial de Araba.
El propio título de la muestra en la que se recogen estos y otros muchos documentos -«Nanclares-Bram, prisiones para la República»- desvela ya un primer dato que seguramente muy pocos conocían: La actual cárcel de Langraiz se construyó sobre un terreno y unos edificios que albergaron un campo de concentración franquista.
Expedientes inéditos
La guerra del 36 y el posterior periodo franquista dejaron una profunda huella en Araba. Campos de concentración, fusilamientos, exilio... y todas las penalidades que acarrearon, sin embargo, han permanecido durante muchos años silenciadas y escondidas en despachos oficiales. La exposición que alberga el Archivo Histórico de Araba recoge documentos recopilados en muchos de esos oscuros despachos, como el centro penitenciario de Langraiz o la biblioteca de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. En su desarrollo han colaborado, además, los archivos muncipal de Gasteiz y provincial de Araba, así como los historiadores Juan José Monago y Santiago de Pablo.
El recorrido de la muestra se inicia con la reproducción de una antigua oficina de prisiones, en la que pueden consultarse las copias de los expedientes carcelarios de un gran número de arabarras que estuvieron encarcelados entre 1934 y 1951 en la antigua prisión de Gasteiz. Entre ellos, los represaliados políticos, tanto en el periodo de guerra como en los primeros años del franquismo. Entre ellos, están los expedientes completos de personalidades de relevancia política como el teniente de alcalde de Gasteiz, Tomás Alfaro Fournier; el presidente de la Diputación de Araba, Teodoro Olarte, o Manuel Ibarrondo, presidente del Araba Buru Batzar.
Además de los expedientes, puede verse una maqueta del campo de concentración de Langraiz, que funcionó de 1940 a 1947, y cuya estructura principal en gran parte se mantuvo al construir en el mismo lugar la actual prisión.
Los documentos escritos que recuerdan la historia reciente de Gasteiz y Araba con nombres y apellidos, se unen, además, a un buen número de fotografías que muestran la vida de los prisioneros en los barracones que constituían el campo de concentración situado en Langraiz y construido para reforzar el ya saturado campo de Miranda de Ebro. Las dimensiones de los barracones que se adivinan en la estructura de la maqueta, pero sobre todo las abundantes fotografías que completan los paneles de la exposición, dan una idea de las miles de personas que el franquismo condenó en la inmensa red de campos de concentración que construyó durante la guerra que desató el alzamiento militar. Todos estos elementos constituyen un nítido reflejo de la represión franquista que acalló por la fuerza de las armas la resistencia de los partidos, sindicatos y militantes de izquierdas y nacionalistas existentes en el territorio arabarra.
Las imágenes, tanto en papel como las proyectadas en una pequeña habitación, recogen, además, instantáneas tomadas antes y durante la contienda militar en las calles de Gasteiz. Y a ellas se suma una selección de fotografías de la guerra en Barcelona, realizadas por Agustín Centellés.
«Campo de refugiados»
La idea de esta exposición parte en realidad de otra muestra de similar contenido y objetivo, exhibida en la localidad francesa de Carcassone, reproduciendo el campo de internamiento de Bram, donde miles de republicanos fueron recluidos, en teoría para dar un lugar de refugio a quienes huían de una cruel contienda armada. En la práctica, sin embargo, este campo, como otros muchos instalados en el Estado francés, se convirtió en un durísimo lugar de residencia. El Archivo Departamental del Aude ha cedido esta muestra de Carcassone, para que formara parte también de la exposición ahora abierta en Gasteiz. Se calcula que entre el 31 de enero y el 9 de febrero de 1939, 453.000 personas atravesaron los Pirineos. A pesar del «temor al otro» que despertó entre la población francesa esta llegada masiva de refugiados en un momento de aguda crisis económica, las autoridades se opusieron a una repatriación francesa. Pero la situación que tuvieron que afrontar quienes huían de las represalias franquistas fue realmente dura, como lo atestiguan las imágenes del campo de Bram que pueden verse en esta exposición.
El campo de Bram se construyó en un terreno de doce hectáreras. Se inició el 5 de febrero de 1939 y para el día 25 estaba prácticamente terminado. Estaba constituido por unos 20 barracones, cada uno de los cuales podía acoger unos 1.500 hombres. En el centro del campo, como muestra del carácter real de este espacio en teoría ideado como refugio, una torre de 8 metros servía de atalaya desde la que los centinelas podían vigilar los movimientos de los ocupantes. Y es que, si bien el Estado francés decidió finalmente acoger a estos miles de refugiados, no lo hizo sin reticencias, miedos y sospechas de que esos «extranjeros» pudieran albergar opiniones e intenciones extremistas.Al llegar al campo los refugiados, les registraban y desproveían de todo lo que pudiera ser susceptible de convertirse en arma, y también todo documento escrito era sometido a censura, tarea para la que contaban con un importante número de intérpretes y traductores.
En cuanto a las mujeres y los niños que, además de los hombres, cruzaron los Pirineos, el número fue tan importante que también en febrero de 1939 las autoridades francesas decidieron crear un centro donde alojarlos en el Aude. El lugar elegido fue una antigua fábrica, que acogió a una media de 600 personas, un tercio de los cuales eran niñas y niños. Contrariamente a lo que cabía esperar, las condiciones del campo de Couiza-Montazels, en el que residieron las refugiadas con sus hijos e hijas, eran peores que las que tuvieron que afrontar los varones.También existieron otros campos, de alguna forma «especializados». Uno de ellos fue el denominado de los «intelectuales», al que fueron conducidos funcionarios, jueces, maestros, médicos..., algunos de los cuales participaron en la construcción del campo de Bram. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, muchos de estos refugiados se incorporaron a los regimimentos de los voluntarios extranjeros.
«He aquí la oferta: Tres importantes equipamientos culturales»
El subdirector General de los Archivos del Estado español, José Ramón Cruz Mundet, aprovechó su presencia en la inauguración de la exposición «Prisiones para la República» para lanzar una oferta al Gobierno de Lakua: «Tres importantes equipamientos culturales, con trabajadores cualificados y especializados. Sólo falta que los responsables locales estén de acuerdo con que la gestión de estos centros sería beneficiosa» para la CAV. Y es que, reconoció, «en mi calidad de responsable de los archivos estatales y como ciudadano vasco que soy, veo con tristeza que la Comunidad Autónoma Vasca sea la única comunidad que no tiene en sus manos la responsabilidad de los archivos históricos provinciales». Añadió, en una intervención que realizó en gran parte en euskara, que la transferencia en esta materia, con la participación de las instituciones autonómicas en el trabajo de los tres archivos provinciales de la CAV «daría unos resultados extraordinarios».
En cuanto a la exposición, Cruz Mundet aseguró que es «una buena muestra de la colaboración de distintas entidades, que han conseguido que hoy podamos contemplar imágenes del pasado, algo que en su momento fue cruda realidad, y que ahora se evoca en consonancia con el proceso de recuperación que inspira la Ley de Memoria Histórica». En ese sentido, negó que esta exposición esté inspirada en un «ánimo revanchista, sino para que se conozca lo ocurrido, para que quienes no hemos vivido afortunadamente estos trances sepamos la verdad de la historia, se pueda honrar a los fallecidos y, sobre todo, aprender de los errores de la humanidad en el pasado para que nunca más vuelvan a repetirse».
El propio título de la muestra en la que se recogen estos y otros muchos documentos -«Nanclares-Bram, prisiones para la República»- desvela ya un primer dato que seguramente muy pocos conocían: La actual cárcel de Langraiz se construyó sobre un terreno y unos edificios que albergaron un campo de concentración franquista.
Expedientes inéditos
La guerra del 36 y el posterior periodo franquista dejaron una profunda huella en Araba. Campos de concentración, fusilamientos, exilio... y todas las penalidades que acarrearon, sin embargo, han permanecido durante muchos años silenciadas y escondidas en despachos oficiales. La exposición que alberga el Archivo Histórico de Araba recoge documentos recopilados en muchos de esos oscuros despachos, como el centro penitenciario de Langraiz o la biblioteca de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. En su desarrollo han colaborado, además, los archivos muncipal de Gasteiz y provincial de Araba, así como los historiadores Juan José Monago y Santiago de Pablo.
El recorrido de la muestra se inicia con la reproducción de una antigua oficina de prisiones, en la que pueden consultarse las copias de los expedientes carcelarios de un gran número de arabarras que estuvieron encarcelados entre 1934 y 1951 en la antigua prisión de Gasteiz. Entre ellos, los represaliados políticos, tanto en el periodo de guerra como en los primeros años del franquismo. Entre ellos, están los expedientes completos de personalidades de relevancia política como el teniente de alcalde de Gasteiz, Tomás Alfaro Fournier; el presidente de la Diputación de Araba, Teodoro Olarte, o Manuel Ibarrondo, presidente del Araba Buru Batzar.
Además de los expedientes, puede verse una maqueta del campo de concentración de Langraiz, que funcionó de 1940 a 1947, y cuya estructura principal en gran parte se mantuvo al construir en el mismo lugar la actual prisión.
Los documentos escritos que recuerdan la historia reciente de Gasteiz y Araba con nombres y apellidos, se unen, además, a un buen número de fotografías que muestran la vida de los prisioneros en los barracones que constituían el campo de concentración situado en Langraiz y construido para reforzar el ya saturado campo de Miranda de Ebro. Las dimensiones de los barracones que se adivinan en la estructura de la maqueta, pero sobre todo las abundantes fotografías que completan los paneles de la exposición, dan una idea de las miles de personas que el franquismo condenó en la inmensa red de campos de concentración que construyó durante la guerra que desató el alzamiento militar. Todos estos elementos constituyen un nítido reflejo de la represión franquista que acalló por la fuerza de las armas la resistencia de los partidos, sindicatos y militantes de izquierdas y nacionalistas existentes en el territorio arabarra.
La documentación que puede consultarse en el Archivo Histórico de Araba está repleta de conmovedoras referencias, como los documentos que se destacan en una vitrina, correspondientes a la ficticia liberación de los dieciséis fusilados en Azazeta, junto a una fotografía en la que aparece uno de ellos, el alcalde de Gasteiz, Teodoro González de Zarate, acompañado por los aviadores Ramón Franco y Pablo Rada.
Las imágenes, tanto en papel como las proyectadas en una pequeña habitación, recogen, además, instantáneas tomadas antes y durante la contienda militar en las calles de Gasteiz. Y a ellas se suma una selección de fotografías de la guerra en Barcelona, realizadas por Agustín Centellés.
«Campo de refugiados»
La idea de esta exposición parte en realidad de otra muestra de similar contenido y objetivo, exhibida en la localidad francesa de Carcassone, reproduciendo el campo de internamiento de Bram, donde miles de republicanos fueron recluidos, en teoría para dar un lugar de refugio a quienes huían de una cruel contienda armada. En la práctica, sin embargo, este campo, como otros muchos instalados en el Estado francés, se convirtió en un durísimo lugar de residencia. El Archivo Departamental del Aude ha cedido esta muestra de Carcassone, para que formara parte también de la exposición ahora abierta en Gasteiz. Se calcula que entre el 31 de enero y el 9 de febrero de 1939, 453.000 personas atravesaron los Pirineos. A pesar del «temor al otro» que despertó entre la población francesa esta llegada masiva de refugiados en un momento de aguda crisis económica, las autoridades se opusieron a una repatriación francesa. Pero la situación que tuvieron que afrontar quienes huían de las represalias franquistas fue realmente dura, como lo atestiguan las imágenes del campo de Bram que pueden verse en esta exposición.
El campo de Bram se construyó en un terreno de doce hectáreras. Se inició el 5 de febrero de 1939 y para el día 25 estaba prácticamente terminado. Estaba constituido por unos 20 barracones, cada uno de los cuales podía acoger unos 1.500 hombres. En el centro del campo, como muestra del carácter real de este espacio en teoría ideado como refugio, una torre de 8 metros servía de atalaya desde la que los centinelas podían vigilar los movimientos de los ocupantes. Y es que, si bien el Estado francés decidió finalmente acoger a estos miles de refugiados, no lo hizo sin reticencias, miedos y sospechas de que esos «extranjeros» pudieran albergar opiniones e intenciones extremistas.Al llegar al campo los refugiados, les registraban y desproveían de todo lo que pudiera ser susceptible de convertirse en arma, y también todo documento escrito era sometido a censura, tarea para la que contaban con un importante número de intérpretes y traductores.
En cuanto a las mujeres y los niños que, además de los hombres, cruzaron los Pirineos, el número fue tan importante que también en febrero de 1939 las autoridades francesas decidieron crear un centro donde alojarlos en el Aude. El lugar elegido fue una antigua fábrica, que acogió a una media de 600 personas, un tercio de los cuales eran niñas y niños. Contrariamente a lo que cabía esperar, las condiciones del campo de Couiza-Montazels, en el que residieron las refugiadas con sus hijos e hijas, eran peores que las que tuvieron que afrontar los varones.También existieron otros campos, de alguna forma «especializados». Uno de ellos fue el denominado de los «intelectuales», al que fueron conducidos funcionarios, jueces, maestros, médicos..., algunos de los cuales participaron en la construcción del campo de Bram. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, muchos de estos refugiados se incorporaron a los regimimentos de los voluntarios extranjeros.
«He aquí la oferta: Tres importantes equipamientos culturales»
El subdirector General de los Archivos del Estado español, José Ramón Cruz Mundet, aprovechó su presencia en la inauguración de la exposición «Prisiones para la República» para lanzar una oferta al Gobierno de Lakua: «Tres importantes equipamientos culturales, con trabajadores cualificados y especializados. Sólo falta que los responsables locales estén de acuerdo con que la gestión de estos centros sería beneficiosa» para la CAV. Y es que, reconoció, «en mi calidad de responsable de los archivos estatales y como ciudadano vasco que soy, veo con tristeza que la Comunidad Autónoma Vasca sea la única comunidad que no tiene en sus manos la responsabilidad de los archivos históricos provinciales». Añadió, en una intervención que realizó en gran parte en euskara, que la transferencia en esta materia, con la participación de las instituciones autonómicas en el trabajo de los tres archivos provinciales de la CAV «daría unos resultados extraordinarios».
En cuanto a la exposición, Cruz Mundet aseguró que es «una buena muestra de la colaboración de distintas entidades, que han conseguido que hoy podamos contemplar imágenes del pasado, algo que en su momento fue cruda realidad, y que ahora se evoca en consonancia con el proceso de recuperación que inspira la Ley de Memoria Histórica». En ese sentido, negó que esta exposición esté inspirada en un «ánimo revanchista, sino para que se conozca lo ocurrido, para que quienes no hemos vivido afortunadamente estos trances sepamos la verdad de la historia, se pueda honrar a los fallecidos y, sobre todo, aprender de los errores de la humanidad en el pasado para que nunca más vuelvan a repetirse».
(T. Andueza - "Gara". 12/11/07)