"Para ese día se había organizado una asamblea en la parroquia de San Francisco de Asís. El Gobernador Civil ordenó desalojar la iglesia. En las inmediaciones, varios de los desalojados fueron alcanzados por disparos de arma de fuego, con el resultado de cinco muertos. Hasta ahí los hechos". Es la reseña de la contraportada de La ciudad donde nunca pasa nada. Vitoria, 3 de marzo de 1976 . Su autor, Carlos Carnicero, presentó ayer este trabajo, que incluye el tan esperado dictamen histórico de los acontecimientos.
Tres décadas después, ¿queda algo por preguntar?
Quizá no sobre los hechos, porque son de sobra conocidos. Sin embargo, queda mucho por estudiar sobre la época franquista en Álava, es decir, sobre todo aquéllo que rodeaba a oleada de huelgas. Faltan fuentes empresariales, y faltan también más testimonios de la Iglesia y de representantes de instituciones locales. Y, claro, sería bueno hablar, si se pudiera, con alguno de los policías implicados.
De la Policía no hay testimonios...
Nosotros, para llevar a cabo la investigación, solicitamos ver la documentación de los archivos militares. Pero no nos dejaron verla. Más tarde, el programa Línea 900 de TVE consiguió consultar los sumarios, y ahí sí que aparece parte de la interpretación policial y la declaración del jefe del cuerpo. Pero testimonios de agentes implicados, no hay. Es complicado encontrar a quienes estuvieron allí. Existe una Ley de Protección de Datos que reserva la documentación durante, al menos, 50 años.
¿Qué es lo que aporta el dictamen histórico de 2004 presentado ayer?
Entre otras cosas, analizamos un boletín policial, hasta entonces inédito. El dictamen lo que pretende es concluir a los ojos de la historia -porque nosotros no somos jueces ni pretendemos serlo-, las causas y consecuencias de aquéllos hechos.
La versión oficial deja libres de culpa a quienes dispararon...
Además de una salvajada, fue una actuación muy chapucera. Si lo que querían era evitar la asamblea, podrían haberlo hecho de mil maneras. Además, si las anteriores no fueron peligrosas, ¿por qué iba a serlo aquella? El vitoriano Ángel Ugarte, jefe del servicio de inteligencia -el CESED- relata en sus memorias que el propio servicio aconsejó al gobernador que, en el caso de que los huelguistas consiguieran entrar en la iglesia, los agentes no entraran, porque se iba a armar una gorda. Quizá es una versión con la que trata de lavar su conciencia; eso no lo sé. Pero lo que sí es cierto es que incluso mandos de la Policía reconocen que aquéllo fue una actuación chapucera, con unas consecuencias gravísimas.
Reconocen que fue una chapuza, pero no tanto que fuera un crimen...
Según la versión oficial los manifestantes les agredieron y ellos dispararon para defender sus vidas. Efectivamente, los trabajadores reconocen que les tiraron piedras, pero lo hicieron para defender a los huelguistas que estaban dentro de la iglesia de San Francisco; lo estaban pasando realmente mal, por los gases lacrimógenos vertidos en el interior y, además, a quienes iban saliendo les arreaban con porras. Es cierto que hubo poca policía en relación con los asambleístas reunidos. Hablamos de 10.000 personas concentradas y, quizá, no más de cien agentes. Puede ser que los policías tuvieran miedo. ¿Pero no se les ocurrió, por ejemplo, disparar al aire? Funcionaba aún una política policial dictatorial. Personalmente, creo que más que un acto preparado fue una solución descontrolada. Sin embargo, eso no les exime de la responsabilidad. Los causantes de que la asamblea se convirtiera en tragedia fueron ellos. El título del libro encierra cierta ironía. Pretende reflejar el punto de inflexión que supuso aquel día. Marcó el paso de una ciudad bajo el franquismo, donde parecía que nunca pasaba nada, a una vía hacia la democracia. Aquel día salió a la luz una nueva organización social. En definitiva, la nueva Vitoria.
La Vitoria tradicional quizá permanecía anclada en la vieja ciudad?
No creo que hubiera recelos. Simplemente, considero que la gente de aquí, de toda la vida, vivía un poco de espaldas a esa realidad. Ellos tenían sus negocios, su propia actividad, sus centros de sociabilidad. Los inmigrantes, -y no me refiero a trabajadores llegados de muy lejos, sino de los propios pueblos de Álava y zonas cercanas-, compartían otra situación social. El 3 de marzo fue la manifestación más clara de que la sociedad había cambiado y que existía un colectivo, numéricamente mayoritario, con el que había que contar.
Hay quien empieza a hablar de olvido histórico...
Los historiadores no lo olvidamos. Hoy por hoy, la historiografía considera estos hechos como los de mayor impacto de aquella oleada huelguística. De hecho, acabó con el franquismo sin Franco y aquel primer gobierno que pretendía hacer una reforma sin hacerla. Confío en que la Ley de Memoria Histórica acabe por otorgarles el reconocimiento oportuno.