La dichosa Ley de la Memoria Histórica está confundiendo a los españoles. La Iglesia, neutral y ajena a la política, de la que reniega, tiene a bien salir a calle de vez en cuando y esa costumbre nos puede llevar a identificarla, erróneamente, con alguna ideología concreta.
No es necesario recordar aquí el papel que cumple su emisora de radio en la difusión de la concordia, el amor, la reconciliación entre hermanos y la paz social.
Ahora vuelve a estar perseguida por un simple detalle ornamental. Nadie debe asociar los símbolos fascistas que presiden nuestras iglesias con la ideología que defiende la jerarquía eclesiástica. Estos símbolos son un adorno sin contenido político alguno. El atropello cometido en Pedro Bernardo, Ávila, con la retirada de una pieza artística formada por un yugo con unas flechas y la lista de los fusilados de uno de los bandos ha suscitado, con razón, la ira del arzobispado que, por una cuestión de costumbre, sólo por eso, prefiere que los vestigios que reivindican el golpe de Estado de Franco y la ideología fascista que lo sustentaba estén presentes en sus templos como parte de la doctrina. La Justicia ha salido en su defensa y les ha dado la razón.
(...) No son fascistas, son estetas, aunque alguno pueda pensar que, en realidad, son sólo cínicos que adoptan el disfraz de corderos para seguir cobrando de los impuestos de todos, también de los familiares de los fusilados que no aparecen en esas placas ornamentales porque no fueron al cielo, ellos los saben porque se lo ha contado Dios. Y yo, como tengo fe, me lo creo.
(Público. 27 / 06 / 09)