viernes, febrero 20, 2009

OTRA MANERA DE HACER MEMORIA EN EL CALLEJERO


Isaac Cabo aprovechó la noche para bajar a Ponferrada (León) desde el monte donde llevaba escondido todo el agosto de 1936. Era uno de los sujetos a eliminar desde que los golpistas se hicieron con la comarca de El Bierzo. Cuando llegó a su casa, encontró los cuerpos sin vida de su mujer, Jerónima, de 22 años, y su hijo, Fernando, de cuatro años. Lo que Isaac no sabía aquel 23 de agosto y nunca supo hasta su muerte es que Jerónima estaba embarazada.

El Ayuntamiento de León dedicará ahora una calle a las dos víctimas a iniciativa del propio Consistorio (PSOE), después de la negativa del de Ponferrada (PP), donde aún permanece en pie la casa donde sucedió el asesinato.

Isaac registró la muerte de su mujer el 23 de noviembre de 1945 en el registro civil de Ponferrada. Habían pasado nueve años desde que se encontrara sus cadáveres donde esperaba encontrar refugio frente a los falangistas. De su familia ya sólo guardaba una fotografía. Atrás quedaban tres condenas de los tribunales franquistas por "adhesión a la rebelión". Las denuncias siempre llegaron del asesino de su familia: Sinforiano Prada. Un pistolero cuyo nombre aparece relacionado con los peores sucesos de la represión en esta comarca.Lo contó todo en una carta
La historia de Jerónima y Fernando pervivió en la memoria colectiva de Ponferrada durante décadas, hasta que Santiago Macías, vicepresidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, descubrió en el archivo militar de Ferrol el caso descrito con todo detalle en la causa contra Isaac. El viudo, preso en Santander, donde fue detenido como miembro del Cuerpo de Carabineros del ejército republicano, envió una carta al juez en la que describía su desgracia.

Durante el verano de 1936, Isaac perdió a sus padres, sus dos hermanos y un cuñado, además de a su mujer y su hijo. Ese fue el castigo franquista a la participación de este jornalero de UGT en la revolución de 1934.

Sobrecogido por la injusticia, Macías buscó testimonios orales para encontrar la fosa. Encontró un testigo clave a pocos metros del lugar del crimen. Sara Blanco, que aquel 23 de agosto apenas tenía un par de años más que Fernando, fue la única persona viva que lo vio todo.

Sara le describió los gritos de Jerónima al intentar salvar a su niño. Allí, en mitad de la calle, trataron de que delatara a Isaac. Los disparos acabaron con los gritos y los cadáveres quedaron dos días junto a la carretera que unía León con Galicía. Los falangistas querían provocar la salida de su escondite de Isaac con la exposición de los cuerpos. Sólo consiguieron aterrorizar a los vecinos, como Sara, que recordó a esos cadáveres durante décadas.

La ARMH exhumó los restos de Jerónima y Fernando el pasado septiembre. Lo primero que apareció fue uno de los zapatos con los que Fernando posa en la única fotografía que se conserva de ellos dos.

(Público. 19 / 2 / 09)