Ya son algo más de 200 los miembros de Afeco, que es la Asociación de Familiares de Ejecutados en la Cárcel de Ocaña. Españoles que, según Carmen Díaz Escobar, sólo quieren justicia y que se respete la memoria de sus muertos tras pasar por el referido penal.
De generación en generación se sabía que el cementerio de Ocaña albergaba cuatro fosas comunes, reunidas actualmente en tres, que contienen los cuerpos de muchos reos políticos que o bien fueron fusilados en el “Hoyo de la Gallina” tras permanecer en el penal, a pocos metros del camposanto, o bien murieron, en una cantidad enorme, en la misma prisión, “víctimas de los malos tratos, las enfermedades o la inanición”, afirma Carmen. Sucede que en Ocaña algunos familiares de las víctimas fueron testigos oculares de los fusilamientos y los enterramientos en el cementerio.
La Asociación se gestó tras el fin de la dictadura franquista, en 1975. Coincidiendo con los primeros gobiernos democráticos, lograron adecentar las fosas comunes hasta que tuvieron el aspecto que hoy conservan: cubiertas de enormes lápidas que contienen leyendas en recuerdo de las víctimas. Los miembros de Afeco quieren además que, tras un proceso de verificación, se reconozcan los nombres de los enterrados y sus nombres aparezcan en unas listas al pie de las tumbas.
O FUSILADOS O DENTRO DE LA CÁRCEL
Fruto de sus investigaciones en el Registro Civil, contabilizan más de 1.800 víctimas de la represión, que fueron fusilados o murieron en el interior de la cárcel. En las listas que facilita Julián Ramos Duro aparecen los datos de los muertos, con fechas de fallecimiento, edades, nombres de los padres, lugares de nacimiento y, a veces, la supuesta causa de las muertes, aunque en la mayoría de los casos los motivos eran irremisiblemente dos: aparecen las palabras “fusilado” o “prisión”. Destacan casos de niños con sólo meses de vida que morían en compañía de sus madres en el módulo reservado a ellas. En estos casos no aparecen los motivos de los fallecimientos.
“No tenemos constancia de que todos los muertos se encuentren en estas fosas, pero esperamos llegar a esa conclusión tras revisar, en primer lugar, los archivos del Ayuntamiento de Ocaña”, explica Carmen Díaz, quien asegura que ya disponen del permiso del Consistorio para acceder a su registro. Con todo, la investigación no para ahí, ya que quieren investigar además en el Archivo Histórico Provincial y en el Boletín Oficial de la Provincia, donde cree Carmen que aparecerán más víctimas de la represión franquista en Ocaña. “Seguramente la cifra sobrepasará los 2.000 muertos”, señala esta mujer, que perdió a su abuelo, Mariano Romualdo Díaz Hidalgo, condenado a muerte tras ser juzgado tres veces, como consta en un documento que ha facilitado a ECOS proveniente de la misma cárcel, expedido para que su viuda pudiera cobrar la pensión.
TRES JUICIOS
Según este expediente, Romualdo, que fue secretario general del Sindicato del Transporte por UGT en Toledo, fue primeramente condenado a muerte, pero una gestión de su mujer logró que le conmutaran la pena capital a la máxima pena, 30 años de prisión. Lo mandaron a Ocaña, donde tras otro juicio sumarísimo, fue de nuevo condenado a muerte y fusilado sin más dilación. Corría el 26 de junio de 1941. Tenía 33 años y su delito fue el de “adhesión a la rebelión”.
Cuenta la nieta de Romualdo que muchos de los presos llegaban ya con las sentencias dictadas, pero que en otros muchos casos, como el del sindicalista, los juicios se celebraban en el interior de la cárcel. “Los presos eran sacados de la prisión en grupos y ejecutados en el ‘Hoyo de la Gallina’. Los cuerpos los trasladaban al cementerio, donde eran depositados en las fosas y rellenados con cal viva”, prosigue la miembro de Afeco. Aunque en las fosas comunes aparece la leyenda de “muertos desde 1939 a 1945”, la Asociación tiene constancia de que hubo fusilados o muertos en el interior de la cárcel hasta 1954. “Pero creemos que las investigaciones posteriores puedan revelar que la represión se desplegó durante más años”, afirma Carmen Díaz, quien recalca que el fin de la Asociación no es político, sino el de la mera reivindicación de la memoria histórica, la de sus familiares. Al respecto, considera que el Estado español “no ha cumplido con la aplicación de las leyes internacionales a la hora de juzgar la represión franquista”. Considera que la legislación internacional no contempla la prescripción de los crímenes.
REPRESIÓN A LOS FAMILIARES
Según los miembros de la Afeco con los que habló ECOS (que tienen la certeza, a través de los relatos de sus antepasados, de que sus muertos están enterrados en las fosas comunes de Ocaña), la represión no sólo se aplicó a los presos, sino también a sus familiares, “llegando desde la confiscación de los bienes hasta el endurecimiento de sus condiciones de vida, de tal manera que la vida de estas personas se hacía imposible”, señala Carmen Díaz. Florencio Miguel Pérez, de la localidad de Consuegra y otro de los miembros de Afeco, se emociona relatando cómo su madre acudió a una de las fosas y, tras reconocer a su marido, fue obligada a abandonar el lugar. Añade que él, en su infancia y al igual que otros familiares, fue maltratado “sólo por ser hijo de quien era”. Los integrantes de Afeco, como Carmen, han recogido el guante histórico de sus antepasados (su padre fue uno de los fundadores) y procuran traspasarlo a sus descendientes. Así, ECOS es testigo de la llegada de una joven que también es de la asociación y procura transmitir su memoria histórica a sus hijos. La misma Carmen asegura que su familia nunca ha dejado de acudir al cementerio desde el final de la guerra, al igual que otra mujer que se añade al grupo, quien asegura que acude al camposanto, a una de las fosas, todos los meses.
Afeco seguirá con su trabajo. No con odio, como asegura Carmen Díaz, “sino sólo con la intención de que se recupere la memoria de las víctimas de la represión, a fin de que se haga lo mismo que con las víctimas del otro bando”, agrega. Ellos piensan seguir. Aseguran que gracias a la era de la comunicación el colectivo crece y añaden que gracias a su labor, “muchas familias de otras partes de España han sabido dónde estaban sus seres queridos”, constata. En Ocaña. Están en Ocaña. Donde, para Afeco, no habita el olvido.
AFECO QUIERE ASOCIARSE CON OTRAS
La Asociación Afeco quiere asociarse con varios fines. Buscan que “se reconozca el genocidio; que los genocidas sean juzgados, vivos o muertos; que sea reconocido el holocausto; que se declaren nulos todos los juicios militares entre 1939 y 1976; que las ejecuciones sean consideradas ‘asesinatos’; que se pongan nombres a las víctimas de la represión; que las fosas comunes pasen a ser patrimonio nacional; y que se cree una oficina para informar a los familiares de las víctimas de la represión franquista”.
“FUE JUZGADO TRES VECES”
Carmen Díaz Escobar. Perdió a su abuelo, Mariano Romualdo Díaz Hidalgo, por “adhesión a la rebelión”. Constata que “fue juzgado tres veces por el mismo delito”. “Le detuvieron ya que le descubrieron en su casa de Toledo una máquina multicopista, en la que imprimía panfletos subversivos”. Su abuelo tenía 33 años cuando fue fusilado. Dejó viuda y dos hijos. La viuda logró que se le conmutara la pena a la máxima posible, 30 años, para volver a ser condenado a muerte y fusilado.
La miembro de Afeco ha facilitado fotografías de su abuelo, de sus compañeros en el interior de la prisión y otras, muy reveladoras, en las que el abuelo dirigía dibujos a su familia, ya que esta era una de las pocas formas posibles que tenía de contactar con ellos. Carmen, aunque fue su padre uno de los que crearon la Asociación allá por el año 1975, no quiere protagonismo, ni de ella ni de su padre. “Hay otras personas ya fallecidas que empezaron todo esto junto con mi padre y no quiero que se me olvide nadie”, dice.
Su abuelo era caminero y sindicalista, en concreto secretario general del Sindicato del Transporte por UGT en Toledo. Ella también es de Toledo. No tiene ninguna duda a la hora de continuar con el trabajo de investigación de Afeco, ya que también está “convencida de que aparecerán más víctimas de la represión”, concluye.
DENUNCIAS ENTRE AMIGOS Y FAMILIARES
El vecino consaburense Florencio Miguel Pérez aparece con sus dos hijos, Paulino y Tomás. Florencio perdió a su padre, Florencio Miguel Tapetado, el 23 de abril de 1941, fusilado en Ocaña, y a su tío, Aurelio Miguel, a finales de ese mismo año, también fusilado. Su padre era soldado republicano cuando fue apresado en Santoña, donde ingresó en su penal. De ahí pasó a las prisiones de Toledo y Madridejos, tras lo cual y un careo con amigos y varios de sus tíos, que le denunciaron, fue condenado a muerte y ejecutado.
Sus dos hijos demuestran con su presencia y su aliento a Florencio que tampoco desean olvidar. Florencio Miguel Pérez asegura que en su infancia, allá en Consuegra, recibió una paliza tremenda “sólo por el hecho de ser hijo de un represaliado”. Florencio se emociona al recordar después de tanto tiempo.
UN ALCALDE Y SEIS FAMILIARES CAÍDOS
El madrileño de la izquierda, Julián Ramos Duro, recuerda que su abuelo y un tío de su padre fueron fusilados en Ocaña. Su abuelo, Julián Ramos Fernández, era alcalde de San Bartolomé de las Abiertas. Tras ser condenado por un consejo de guerra, pasó por las cárceles de Toledo y Madrid hasta acabar en el penal de Ocaña, donde fue fusilado el 27 de abril de 1944. El tío de su padre fue fusilado poco después. Este era el presidente de la casa del pueblo local. El hombre de la foto de la derecha, presidente de Afeco, es Celestino Vizcaíno Frutos, que perdió a varios familiares tras pasar por el penal ocañense, entre ellos su padre, Celedonio Vizcaíno Maqueda, que era sargento de mantenedores en el bando republicano.
Ramón de Juan
Fotos: Rebeca Arango / ecos
(Revista "Ecos". 24 / 02 / 09)