jueves, febrero 19, 2009

DRESDE: ¿EL GERNIKA ALEMAN?. Artículo de opinión de Igor Barrenetxea Marañón (Historiador)


La noche del 13 al 14 de febrero de 1945 un devastador bombardeo perpetrado por la fuerza aérea británica y norteamericana sumergía en una bola de fuego la ciudad de Dresde, la llamada Florencia del Norte. Miles de civiles cayeron presos de las llamas y de las bombas, sin medidas antiincendios eficaces; los refugios, mal diseñados, se convirtieron en una trampa mortal para cientos de ciudadanos que, a estas alturas de la guerra, no creían posible tamaña destrucción. El casco histórico de la ciudad quedó envuelto en llamas durante horas. ¿Qué objetivo tenía la destrucción de la ciudad en las postrimerías de la contienda? Muchas son las dudas que se han generado, del mismo modo que el bombardeo de Gernika estuvo teñido de ciertas sombras: ¿Quién dictaminó la orden que la convirtió en el blanco de la Legión Cóndor? Gernika era una población civil indefensa, con objetivos militares relevantes pero que no fueron dañados. Dresde era el centro neurálgico de comunicaciones en el Frente Oriental, vía de escape de miles de refugiados. Si Gernika fue la primera prueba de cómo un bombardeo aéreo podía destruir en pocas horas un núcleo de población, causando, esta vez, cientos de muertos y heridos, Dresde se convertiría en el ejemplo de hasta dónde se había acabado por perfeccionar la táctica del bombardeo estratégico. Ambas ciudades fueron elegidas, aparentemente, como objetivos militares, no se erró el blanco, no hubo un error de cálculo.

El eco internacional de la noticia hizo que ambas ciudades se convirtieran en símbolos vivientes de sendas tragedias colectivas. Ahora bien, Gernika fue la primera experiencia de envergadura orquestada por el embrión de la futura Luftwaffe, y víctima inocente de lo que sería una táctica a utilizar de terror durante la inminente contienda mundial. Pero Dresde no era tan inocente. Mientras el franquismo negó la autoría de los hechos, en Dresde, la propaganda de Goebbels se encargaba de acusar a los aliados, sin pudor, a pesar de las barbaries nazis, de ser gángsteres del aire. Un 26 de abril de 1937, la villa foral era bombardeada por aviones alemanes e italianos, el puente y la fábrica de armas de las afueras de la ciudad quedaron intactos pero el artículo de George Steer sobre los hechos, hicieron de Gernika una ciudad símbolo. Pero nadie aprendió de este horror y se vería incrementada su escala destructiva en Coventry, Varsovia o Londres. Una vez más, no se extrajeron las lecciones humanitarias que conllevaba el bombardeo indiscriminado de núcleos urbanos. Así, una vez estalló la Segunda Guerra Mundial, la necesidad de golpear de una forma lo más destructiva y precisa el corazón industrial de Alemania llevó a la RAF a priorizar la construcción de grandes bombarderos.

La decisión, no exenta de discusiones entre ingleses y americanos, derivó en diseñar una estrategia para arrasar las ciudades alemanas hasta su completa destrucción, con el fin de infligir un terrible daño moral a la población civil. El bombardeo de las ciudades capitalizó una buena parte de los esfuerzos de guerra aliados aunque las bombas, también, hicieron blanco en la industria pesada (fábricas de rodamientos, de carburante sintético, centrales hidroeléctricas, embalses, etc.). Pero, para entonces, a partir de 1942, la escala de guerra aérea había adquirido un protagonismo terrible. Dresde, sin embargo, se iba a convertir en la expresión máxima de la capacidad de aterrorizar a la población, acompañada, esta vez, por la incompetencia de las propias autoridades nazis de la ciudad que no tomaron las medidas para enfrentarse a una catástrofe de tales dimensiones. Los mitos, igual que en Gernika, se iban a mezclar con los hechos reales. Se habló de más de doscientos mil muertos en Dresde, actualmente se cifran en unos veinticinco mil, aproximadamente, aún así, el daño fue devastador. El término de barbarie o terror que había venido acompañando las acciones de guerra del Tercer Reich cambiaban de bando. Pero no debemos olvidar que los jerarcas nazis Goebbels y Robert Ley se alegraron por la noticia ya que, de este modo, se borraba el lastre del patrimonio cultural burgués, con el fin de, una vez terminada la guerra, reconstruir las urbes alemanas de acuerdo a una concepción nazi. La inhumanidad del régimen no conocía límites, no había ni un ápice de sensibilización con los miles de afectados. Sin embargo, la decisión y los efectos devastadores del bombardeo no podían justificarse en aras de objetivos militares, porque se utilizaron un 60% de bombas incendiarias que tenían como único elemento aditivo la madera del centro histórico. Si bien, como afirma Frederick Taylor en su libro Dresde (seguramente, la obra más rigurosa sobre la suerte de la ciudad), lo ocurrido no fue un hecho casual sino una metáfora sobre el devenir al que les había arrastrado el nazismo a los ciudadanos de Dresde y a todo el pueblo alemán. El bombardeo de Gernika simbolizaba no sólo los efectos de la destrucción sobre una población indefensa, sino la perversa actitud de un régimen franquista que nunca aceptó la responsabilidad de sus actos criminales en ninguna fase de la guerra. Dresde encarnaba, pese a todo, el efecto dañino del totalitarismo en sí mismo aunque, esta vez, hubiese venido gestada por una decisión errónea del mando aliado.

Dresde y Gernika, a día de hoy, son dos ciudades hermanadas por el destino esquivo y por su compromiso con la paz. Así, la dimensión trágica de los hechos que les hicieron ocupar un lugar tristemente privilegiado en los capítulos de los libros de Historia siguen siendo válidos para orquestar un pensamiento pacifista.

(Deia. 19 / 02 / 09)