miércoles, octubre 22, 2008

GARCIA LORCA. Artículo de opinión de Miguel Sánchez Ostiz, escritor.

Mientras que Fernández Montesinos, descendiente a su vez de otro asesinado, dice que va a demandar a Garzón por ordenar la apertura de la fosa, su sobrina no se opone a la exhumación de restos. No es éste el único caso que se ha dado entre herederos de las víctimas del franquismo, de no querer abrir la fosa donde pueden estar los restos de sus familiares. ¿Los motivos? A cada cual los suyos. Depende mucho de cómo se ha vivido esa ausencia y ese atropello.

La diferencia es que el asesinato de Federico García Lorca dio enseguida la vuelta al mundo y desde 1936 ha inspirado miles de páginas literarias y de investigación histórica, alguna película y hasta canciones. Se convirtió enseguida en todo un símbolo de la represión franquista, más en el exterior de España, que dentro, donde miles de ciudadanos, convertido en apestados sociales o en invisibles, tenían otros Federicos que no eran poetas famosos. Por eso, la decisión del juez Garzón de ordenar la apertura de la fosa ha sido tan señalada por el periódico francés Le Monde , país en el que su muerte tuvo una repercusión enorme.

La decisión del juez Baltasar Garzón ha supuesto un acelerón en lo que se refiere a la asunción de la memoria histórica y no ha gustado nada a los del "Mejor no remover". Lo de menos es que en la fosa cuya apertura ha ordenado el juez Garzón estén los restos de García Lorca, porque lo cierto es que allí hay restos de fusilados sin juicio, esto es, de asesinados.

Hace dos días, los titulares sensacionalistas de la prensa de Madrid decían que el juez Garzón había llevado a Franco a juicio. Mucho titular para poco juicio. En el interior se ofrecían, a modo de picota, las fotografías de algunos de los acusados de crímenes contra la humanidad.

Habría que ir más lejos, habría que declarar ilegales y nulas de pleno derecho todas y cada una de las leyes de contenido represivo y político dictadas al amparo de la victoria de la guerra, y sólo por ella legitimadas, y en consecuencia, de todos y cada uno de los procesos penales, tanto militares como de jurisdicción ordinaria o de excepción (espionaje, bandidaje) emprendidos a su amparo. Eso sí que equivaldría a desautorizar por completo a un régimen como el franquista. Pero no se hizo en su momento y ya no creo que se haga.

Tal y como está planteado, el procedimiento judicial emprendido por Garzón es una falacia jurídica tendente a obtener una resolución cuyo contenido y alcance se sabe de antemano. Garzón sabe, porque es del dominio público, que la totalidad de los encausados están muertos y que, en consecuencia, su responsabilidad criminal está extinguida. La petición de sus certificados de defunción es un mero trámite que cierra el caso, aunque se mantengan las acusaciones, al menos en el papel. Algo es algo.


Yo no sé en este caso dónde acaba la verdad y empieza la patraña, dónde el espíritu de justicia, la magnanimidad, la piedad y dónde la munición política de baja calidad, y si al cabo, este juicio acelerado de la Historia emprendido por el juez Garzón, con sus consecuentes tareas de investigación social y judicial, puede servir, como se dice, como un reconocimiento y una reparación, aunque así esté siendo vivido por los familiares de las víctimas.

Apoyo sin reservas que se abran todas las fosas comunes que se pueda y se identifique a los autores de los crímenes, porque algunos quedan, y quedan testigos, los últimos, de quiénes fueron los autores materiales de las fechorías cometidas al amparo de un clima de impunidad total, cuando no con arreglo a listas elaboradas con anterioridad al alzamiento militar, gracias a la ayuda de civiles que por su oficio conocían los entresijos de la ciudad en la que vivían y conservaron, hasta muy tarde, la documentación que había servido para lo que por ejemplo Mola calificaba de escarmiento. Si los nombres de los autores de las fechorías que ahora pide Garzón no salieron a la luz en los setenta, no creo que vayan a salir ahora. De lo que no estoy tan seguro es de que el reconocimiento y reparación de las víctimas, y de sus familiares, pase en exclusiva por este proceso. Lo que importa es la longitud y alcance de su recorrido. Y ese está por ver. De la fosa de García Lorca hasta ahora sólo se sabe que contiene restos humanos de fallecidos, como muchos miles, "por heridas de arma de fuego".

(Noticias de Alava. 22 / 10/ 08)