La condena a reclusión perpetua al ex capellán de la policía bonaerense Christian von Wernich convirtió en certeza jurídica las afirmaciones sobre la participación directa de miembros de la Iglesia en delitos de lesa humanidad como secuestros, torturas y asesinatos. Además, volvió a dejar en evidencia la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la última dictadura militar. Von Wernich fue uno de los símbolos de la comunión entre la Iglesia y las Fuerzas Armadas, pero aún hay personajes que permanecen en las sombras. Federico Gogala es vicario general de la diócesis de San Miguel. Fue capellán del Ejército hasta principios de este año, cuando fue “jubilado” por el obispado castrense. Se trató, en realidad, de un acuerdo con el Gobierno para desplazar a los sacerdotes que tuvieron vínculos con la dictadura y todavía estaban en funciones. Por eso, a Gogala hasta hace poco todavía se lo veía por el hospital militar de Campo de Mayo que ven en la foto.
La condena a reclusión perpetua al ex-capellán de la policía bonaerense Christian von Wernich convirtió en certeza jurídica las afirmaciones sobre la participación directa de miembros de la Iglesia en delitos de lesa humanidad como secuestros, torturas y asesinatos. Además, volvió a dejar en evidencia la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la última dictadura militar. Von Wernich fue uno de los símbolos de la comunión entre la Iglesia y las Fuerzas Armadas, pero aún hay personajes que permanecen en las sombras.
Federico Gogala es vicario general de la diócesis de San Miguel. Fue capellán del Ejército hasta principios de este año, cuando fue “jubilado” por el obispado castrense. Se trató, en realidad, de un acuerdo con el Gobierno para desplazar a los sacerdotes que tuvieron vínculos con la dictadura y todavía estaban en funciones. Por eso, a Gogala hasta hace poco todavía se lo veía por el hospital militar de Campo de Mayo.
La enfermera que habló de él ante la Justicia trabaja en ese establecimiento desde 1971. Durante la dictadura, estuvo destinada al sector de Epidemiología, donde permanecían cautivas las embarazadas y donde funcionó la maternidad clandestina. En el testimonio que dio en agosto en la causa en la que se investigan los crímenes cometidos en Campo de Mayo, la mujer reconoció que en Epidemiología “ingresaban personas detenidas”. Dijo que “tenían custodia militar, estaban esposados y con su cara tapada” y que “no estaban identificados con su nombre y que no existían registro de los mismos”. La enfermera admitió que había también mujeres embarazadas que eran llevadas a parir a maternidad y que volvían “solas”, sin sus bebés. “Yo sólo las atendía al regreso cuando habían dado a luz mediante cesárea o cuando tenían alguna herida post parto y para colocarles una inyección para cortar la lactancia”, aseguró. Agregó que “permanecían pocos días y luego dejaba de verlas”.
Este testimonio no es el primero que revela detalles de los partos clandestinos en el hospital militar de Campo de Mayo. Por el contrario, ratifica las declaraciones de muchos otros testigos que durante años narraron cómo el médico militar Norberto Bianco regenteaba el sitio. Pero es novedoso en tanto pone en evidencia la participación de Gogala en los hechos. No es el único relato en que se menciona al religioso. Una monja que se presentó ante la Justicia hace un mes y que se desempeñó desde 1974 a 1983 en Campo de Mayo también lo recordó. “Cuando íbamos al lavadero pasábamos por Epidemiología, que estaba en frente y allí veíamos guardias que custodiaban, pero no nos llamaban la atención porque era zona militar. Al lugar, en algunas oportunidades concurría el sacerdote Gogola a dar la bendición”, contó la religiosa.
Según su página web, el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) es “una institución que desde hace 58 años se dedica a conocer, vivir y difundir los valores naturales y sobrenaturales del matrimonio y la familia cristianos”. Según las sospechas de las Abuelas, se trata de un organismo que “blanqueó” apropiaciones de niños.
Belén Altamiranda Taranto es la nieta 88, la última joven que recuperó su identidad. Su mamá, Rosa Luján Taranto, estuvo secuestrada en El Vesubio y fue llevada a Campo de Mayo para parir. Según les dijo a sus compañeras cuando la “devolvieron” al Vesubio sin dejar que conociera a su beba, durante el parto había estado encapuchada, pero por debajo del vendaje había logrado ver “un hábito como el de monjas”. La niña fue entregada a un matrimonio a través del MFC. Las Abuelas suponen que no fue el único caso. “Tenían muchísima llegada a la secretaría de minoridad y familia y funcionaba como una especie de agencia de adopción para familias civiles y militares. A la madre biológica, fuera de familia bien o una chica pobre, se le hacía una ficha. Pero hay fichas en las que las madres no figuran, niños que `aparecen de la nada`”, confió a Página/12 una persona que está estudiando esa fundación.
“Las mujeres embarazadas se encontraban desnudas, con la capucha o con una venda negra en los ojos. El sacerdote ingresaba mucho a ver a las mujeres y también los médicos. El sacerdote es el que en la actualidad es el monseñor del hospital, monseñor Gogala.” La declaración pertenece a una enfermera del hospital militar de Campo de Mayo, donde durante la última dictadura funcionó una maternidad clandestina en la que nacieron y fueron apropiados por lo menos treinta hijos de desaparecidos. Y señala la participación de miembros de la Iglesia en el robo de bebés. Las Abuelas de Plaza de Mayo están investigando el rol de los religiosos en la “distribución” de los niños: la última nieta que recuperó su identidad nació en Campo de Mayo y fue entregada a la pareja que la crió a través del Movimiento Familiar Cristiano, una fundación de laicos que actuaba como “mediadora” de familias adoptantes.
La condena a reclusión perpetua al ex-capellán de la policía bonaerense Christian von Wernich convirtió en certeza jurídica las afirmaciones sobre la participación directa de miembros de la Iglesia en delitos de lesa humanidad como secuestros, torturas y asesinatos. Además, volvió a dejar en evidencia la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la última dictadura militar. Von Wernich fue uno de los símbolos de la comunión entre la Iglesia y las Fuerzas Armadas, pero aún hay personajes que permanecen en las sombras.
Federico Gogala es vicario general de la diócesis de San Miguel. Fue capellán del Ejército hasta principios de este año, cuando fue “jubilado” por el obispado castrense. Se trató, en realidad, de un acuerdo con el Gobierno para desplazar a los sacerdotes que tuvieron vínculos con la dictadura y todavía estaban en funciones. Por eso, a Gogala hasta hace poco todavía se lo veía por el hospital militar de Campo de Mayo.
La enfermera que habló de él ante la Justicia trabaja en ese establecimiento desde 1971. Durante la dictadura, estuvo destinada al sector de Epidemiología, donde permanecían cautivas las embarazadas y donde funcionó la maternidad clandestina. En el testimonio que dio en agosto en la causa en la que se investigan los crímenes cometidos en Campo de Mayo, la mujer reconoció que en Epidemiología “ingresaban personas detenidas”. Dijo que “tenían custodia militar, estaban esposados y con su cara tapada” y que “no estaban identificados con su nombre y que no existían registro de los mismos”. La enfermera admitió que había también mujeres embarazadas que eran llevadas a parir a maternidad y que volvían “solas”, sin sus bebés. “Yo sólo las atendía al regreso cuando habían dado a luz mediante cesárea o cuando tenían alguna herida post parto y para colocarles una inyección para cortar la lactancia”, aseguró. Agregó que “permanecían pocos días y luego dejaba de verlas”.
Este testimonio no es el primero que revela detalles de los partos clandestinos en el hospital militar de Campo de Mayo. Por el contrario, ratifica las declaraciones de muchos otros testigos que durante años narraron cómo el médico militar Norberto Bianco regenteaba el sitio. Pero es novedoso en tanto pone en evidencia la participación de Gogala en los hechos. No es el único relato en que se menciona al religioso. Una monja que se presentó ante la Justicia hace un mes y que se desempeñó desde 1974 a 1983 en Campo de Mayo también lo recordó. “Cuando íbamos al lavadero pasábamos por Epidemiología, que estaba en frente y allí veíamos guardias que custodiaban, pero no nos llamaban la atención porque era zona militar. Al lugar, en algunas oportunidades concurría el sacerdote Gogola a dar la bendición”, contó la religiosa.
La mujer narró que una noche le dieron una orden a la madre superiora para que fueran a dar de comer a unos niños que estaban en el hospital. Fueron tres monjas (la declarante, la hermana Haydée y otra más). Se encontraron con “un varoncito de seis o siete años y dos nenas que eran hermanas de dos y cuatro, que eran primas del varoncito”. “Las nenas –relató– lloraban mucho pidiendo por su madre y el nene les decía que la madre ya no estaba más, luego les comentó que los padres los habían puesto debajo de la cama y sobre ella además un colchón. Los chicos se encontraban en maternidad, en Ginecología, en una pieza estaban solitos. El varón era flaquito, de piel blanca, vestido con un jean, remera y pullover. Las nenas eran de piel blanca y con vestido. Cuando se retiraron las monjas del lugar, los dejaron a los chicos solitos en esa habitación” “Es irrefutable que Gogala sabía de la existencia de mujeres detenidas en forma clandestina que estaban en el hospital por sus embarazos". Y la sospecha de la participación de la Iglesia en la apropiación de niños en el centro clandestino de detención de Campo de Mayo no es para nada descabellada teniendo en cuenta la participación de un grupo de monjas de la Congregación Cristo Rey y que la última chica restituida, cuya madre estuvo detenida en Campo de Mayo, fue entregada a través del Movimiento Familiar Cristiano”, dijo a "Página/12" Luciano Hazan, abogado de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
Según su página web, el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) es “una institución que desde hace 58 años se dedica a conocer, vivir y difundir los valores naturales y sobrenaturales del matrimonio y la familia cristianos”. Según las sospechas de las Abuelas, se trata de un organismo que “blanqueó” apropiaciones de niños.
Belén Altamiranda Taranto es la nieta 88, la última joven que recuperó su identidad. Su mamá, Rosa Luján Taranto, estuvo secuestrada en El Vesubio y fue llevada a Campo de Mayo para parir. Según les dijo a sus compañeras cuando la “devolvieron” al Vesubio sin dejar que conociera a su beba, durante el parto había estado encapuchada, pero por debajo del vendaje había logrado ver “un hábito como el de monjas”. La niña fue entregada a un matrimonio a través del MFC. Las Abuelas suponen que no fue el único caso. “Tenían muchísima llegada a la secretaría de minoridad y familia y funcionaba como una especie de agencia de adopción para familias civiles y militares. A la madre biológica, fuera de familia bien o una chica pobre, se le hacía una ficha. Pero hay fichas en las que las madres no figuran, niños que `aparecen de la nada`”, confió a Página/12 una persona que está estudiando esa fundación.
Página12/ InSurGente (J.L)