sábado, mayo 17, 2008

ABRAZO DE PIEDRA PARA 1.600 HEROES. Se inauguró en Rodiezmo (León) el monumento en memoria de los más de mil asesinados del "Pozo Grajero" y Peña Laza

Entre las localidades de Polvoredo y Lario, al norte de Riaño, donde la tierra leonesa toca con la asturiana en el agreste de las montañas se encuentra uno de los lugares que representan la represión fascista en toda su dureza y que, a día de hoy, es paso obligado para todos aquellos a los que estos acontecimientos aún ocupan un lugar en su memoria. Es el Pozo Grajero, una sima natural en la que pululaban cientos de grajos -de ahí su nombre- que se convirtió en el cementerio improvisado para depositar a los fusilados que el ejército franquista dejaba tras de sí durante la conquista del Frente Norte. En el monte de Polvoredo se libró una de las batallas más duras. Cuentan que por cada miliciano republicano que luchaba habia siete soldados del ejército nacional. Tras la batalla los apresados, paseados y fusilados por las tropas golpistas eran arrojados al Pozo Grajero, donde dicen que también arrojaron personas vivas, mujeres y varios jóvenes de entre 15 y 19 años de edad que cumplian tareas de fortificación en esta zona.

Según a qué fuentes se acuda, el número de personas que fueron fusiladas y arrojadas a este pozo varía enormemente. La cifra recurrente es la de 40 personas pero otros los cuentan por cientos y, segun todos los indicios, aún quedan numerosos restos abajo, aunque muchos de estos han sido ya exhumados, gracias entre otros, al trabajo de la asociación que utiliza la misma denominación que la de este siniestro lugar. Ahora, tanto la localidad de Polvoredo, como el cementerio del vecino pueblo de Lario y el propio Pozo Grajero son lugares de recurrido recuerdo y homenaje a aquellas víctimas.


En el año 1995, un grupo de guardias civiles de montaña encontró la profunda sima natural y los restos dentro de ella. A partir de ahí se desencadenó la conmoción entre los vecinos de los pueblos del lugar que encontraban una luz en el tortuoso camino que emprendieron en el momento en que sus padres, hermanos e hijos habían desaparecido. La esperanza de haber podido localizar, antes incluso de que su propia vida se apagara, los restos de sus seres queridos abría la ventana a la satisfacción, pero también a recordar el dolor de aquellos duros tiempos vividos. La localización de un superviviente cuyo destino era haber sido arrojado a ese pozo ayudó a poner cara a algunas de las personas que allí parecían haber quedado en el olvido por siempre. Ahora, tras varios años de trabajo, los últimos republicanos represaliados en el Frente Norte en León mantienen desde la pasada semana su recuerdo en el conjunto escultórico inaugurado en el pueblo de Rodiezmo durante el homenaje realizado por parte de la "Agrupación Grajero".
«El eco de Peña Laza a las víctimas republicanas de la Guerra Civil y el franquismo (1936-1975) ¡Escucha!». Así reza la columna central del conjunto escultórico -a modo de estrella de cinco puntas- que desde ayer recuerda en la campa de Rodiezmo a los 1.600 guerrilleros republicanos leoneses, asturianos, vascos y cántabros -prácticamente el último reducto del Frente Norte- que cayeron en estos mismos parajes al final de la contienda. En medio de las cinco columnas, un monolito de hierro -la imagen del Pozo Grajero de Lario- y grabados sobre las piedras homenajes cincelados a los guerrilleros, los gobiernos republicanos del norte, las brigadas mixtas y a las mujeres, niños, ancianos y hombres.

El conjunto, auspiciado por la Agrupación "Pozo Grajero", es obra de Nuria Ibáñez. En el acto celebrado la pasada semana, la secretaria de este colectivo, Ana Aida del Campo, recordó que en el 2001 organizaron el primer acto de homenaje a los represaliados en León. «Fueron comienzos difíciles, con la incomprensión de los poderes públicos, pero la parte importante ya estaba marcada. Hoy homenajeamos a los muertos de este valle y a todos de otros rincones», recalcó. Ya pasado el mediodía, en una jornada triste, lluviosa y con fuerte viento, los asistentes al acto se agolparon frente al monumento con sus paragüas y banderas. En el estrado se iniciaron las intervenciones. El director de cine Javier Macua, responsable de la película «Carne de gallina», relató cómo cuando murió Franco se aguardaba una «explosión de la memoria», con novelas, largometrajes y otras obras. «Nada fue así, me quedé perplejo por el silencio y, mientras, iban muriendo los testigos de aquellos horrores». Asimismo, se refirió «al acuerdo tácito de olvido por parte de los partidos al inicio de la democracia y ahora por ley, qué absurdo, quieren recuperar la memoria; no satisface, hay que seguir adelante profundizando».

Tomó la palabra entonces el presidente de Ospaal y ex-diputado, Jaime Ballesteros. «Aquí quedará un recuerdo a este conjunto de héroes que lucharon por un pueblo y la libertad contra los vientos inhumanos del fascismo». Reivindicó, además, la lucha para impedir que «escapen de nuestra colectividad los héroes, que también son maestros que nos enseñan la memoria serena, necesaria para construir el futuro». Al igual que Macua, Ballesteros hizo referencia «a la conjura del silencio fijada desde la Transición». Enfatizó para finalizar: «Guardaremos con orgullo su memoria, no nos resignamos al olvido, a que la memoria sea borrada» y deseó que el ejemplo de este homenaje en Peña Laza sea extendido a todos los lugares.
Tras él el profesor argentino de Economía Manuel Villa realizó lo que él llamó «un hermanamiento subterráneo entre las víctimas del fascismo español y argentino» para las que reivindicó un «lugar en la memoria rehabilitada tras años de memoria castrada». Se preguntó por qué «los homenajes y los monumentos han llegado tan tarde» y él mismo se contestó: «Porque hemos tenido que hacerlos con nuestras propias manos». Sin que la lluvia diera un momento de tregua, familiares, representantes de partidos de izquierdas y otros colectivos escucharon también el poema «Represaliados» y el testimonio de uno de ellos.
«¡Viva la República!». Así finalizaron.