domingo, octubre 28, 2007

BEATIFICACION DE MARTIRES DE LA CRUZADA. La memoria selectiva de la jerarquía de la Iglesia

La jerarquía de la Iglesia Católica Española vivirá uno de sus mayores momentos de gloria el domingo, con la beatificación de 498 mártires, obispos, curas, religiosos y seminaristas, asesinados durante la Guerra Civil de 1936. Siendo como fue una Guerra Civil, con asesinatos, represión y represalias por ambos bandos, más que el número excepcionalmente elevado, lo llamativo es que todos sean víctimas provocadas por los republicanos; entre estos futuros beatos no hay ni uno solo de los ejecutados o asesinados por orden de los franquistas, que también los hubo, aunque los jerarcas católicos los tengan trasmemoriados. Son sus mártires, los buenos, frente a los no reconocidos, los otros mártires, mártires malos.

El acto de beatificación de mañana domingo, previamente pensado para realizarse de modo discreto en la Basílica de San Pablo Extramuros ante sólo 25.000 fieles, se ha macrodimensionado por presión de la jerarquía católica española hasta ser transformado en un acto a celebrar en la plaza de San Pedro ante cientos de miles o más de un millón de personas, incluso con la asistencia del propio Papa Benedicto XVI, que siendo cardenal había dicho que no asistiría a actos de beatificación, considerados en el Vaticano actos más locales que las canonizaciones. Habrá quienes leyéndolo en clave de política interna española, pensarán que ésta es una contraofensiva frente a la aprobación de la Ley de Memoria Histórica. "Pudiera ser que los últimos remates de boato sí tuvieran algo que ver, pero el transfondo de la historia viene de mucho más lejos y tiene vida propia desde hace bastantes décadas. De hecho, en 1987 se produjo ya la primera beatificación de un religioso fusilado en el bando republicano. Y en todo caso, la Iglesia del poder nacional-catolicista desde siempre, desde 1936, ha ensalzado a estos mártires religiosos, pero tan sólo a los fusilados por los republicanos. Otra cosa es que la Iglesia Vaticana no asumiera los ensalzamientos con un sesgo franquista y de un momento en el cual Franco recibió ayuda de dos dictadores como Mussolini y Hitler", explica José Manuel Zabala y Salegui, hermano de Juan, capellán de gudaris e historiador. Durante décadas, ni Pío XII, ni Juan XIII, ni Pablo VI se prestaron a dar el visto bueno a esas causas de beatificación, pero la llegada de Juan Pablo II a la tiara de San Pedro abrió todas las espitas y desde entonces el Estado español se ha convertido en el país martirial por excelencia, a partir de la opinión que sostiene la jerarquia católica española actual de que entre 1936-1939 en el Estado español se produjo la mayor persecución religiosa jamás conocida en la historia. Por otra parte, es bastante evidente que el golpe de efecto se busca también en unos momentos donde los templos se vacían de manera progresiva, poniendo más de manifiesto que la jerarquía más que fieles busca boato. Y en este rango utiliza la historia, pero de manera muy selectiva. "No es oportuno que se haya llevado adelante el proceso de beatificación de los mártires de la Cruzada; la Iglesia tendría que estar comprometida en la reconcialiación y propiciar gestos que favorezcan este objetivo, criticando los que lo dificulten. Las beatificaciones de mañana hacen mucho daño entre los católicos", reconoce Jose Manuel Zabala y Salegui.

Beligerantes
Entre los futuros próximos beatos se halla el obispo de Cuenca, Cruz Laplana y Laguna. Ciertamente fue asesinado y como tal es mártir, pero es evidente que desde el mismo 14 de abril de 1931 había dedicado todos sus esfuerzos tanto de prédica como económicos para que aquella República fracasara, poniéndose desde el primer momento a favor del levantamiento militar fascista de Franco. "Era evidentemente obispo, pero al mismo tiempo claramente beligerante y activista profascista. Cabe preguntarse si ahora le beatifican por ser obispo mártir o por haber sido aliado de los vencedores franquistas", dice Zabala y Salegui. Estas mismas preguntas, pero en imagen especular, podemos hacernos sobre otros ciudadanos que no merecen tal honor por el hecho de no haber sido curas ni religiosos. Pero en lo que más cerca nos toca, en Euskadi, al hacer la comparación, nos encontramos con que la discriminación junto con la memoria selectiva de la jerarquia eclesiástica es aún más palmaria. "Es bien conocido que en los primeros meses del levantamiento militar franquista, tras la fulminante ocupación militar de Gipuzkoa por el General Mola, fueron fusilados dieciséis sacerdotes vascos. Y fueron fusilados por vascos, por ser nacionalistas vascos, por ser sacerdotes nacionalistas vascos, bien por separado o por todo ello junto a la vez, pero fueron fusilados, asesinados vilmente, tan sólo por sus ideas. Y fueron asesinados sabiéndose lo que se hacía, porque se les obligó a vestirse de seglar para ser ejecutados de noche, con alevosía y premeditación", recalca el historiador Iñaki Goiogana, archivero del Museo del Nacionalismo Vasco en Artea. Las ejecuciones no se sucedieron, porque las contradicciones que generaban tales asesinatos dentro de la propia jerarquía católica obligaron a que el cardenal Gomá interviniera ante el mismísimo Franco para que tales ejecuciones, injustas ejecuciones de represalia, cesaran. Y cesaron los fusilamientos y asesinatos de sacerdotes vascos, pero no así las represalias, las torturas y los encarcelamientos, que se mantendrían durante décadas sobre el clero vasco. "También queda de manifiesto la posición desmemoriada, discriminatoria y hasta selectivamente sectaria de la jerarquía católica española de entonces, cuando no tuvo el mismo rasgo de generosidad para pedir que no se fusilara a seglares católicos inocentes. Al parecer, la actual jerarquía también se ha olvidado de éstos", subraya Iñaki Goiogana.
Antes española
Frente a esta contradicción de una jerarquía que es antes española que católica (universal), la respuesta de sus portavoces va siempre en el mismo camino: que los curas vascos no fueron fusilados por ser sacerdotes católicos, sino por ser activistas nacionalistas vascos, en opinión sostenida por el portavoz de la Conferencia episcopal, el jesuita Juan Antonio Martínez Campos. Aparte de ser un hecho difícil de probar, porque ningún cura podía ser afiliado del entonces Partido Nacionalista Vasco, la verdad es que algunos de los que decidieron su liquidación sabían muy bien que "el factor religioso" era determinante en aquella contienda, y como tal había que eliminarlo para que no se pudiera aducir que en la zona republicana era posible practicar en libertad la religión católica. Por supuesto, eliminar a altavoces que desde los púlpitos hablaban de los sentimientos del pueblo era también otra finalidad de su fusilamiento. "La desmemoria de los obispos es palpable cuando a esos sacerdotes no se les reconoce la categoría de martirizados. La discriminación hacia los religiosos asesinados por orden del bando sublevado es escandalosa, aunque la jerarquía se intente lavar las manos justificando lo insustificable", asegura Juan Zabala y Salegui. También se aduce desde la cúpula católica española que, siguiendo el código canónico, es imposible hacer nada porque nadie ha iniciado aún causa alguna a favor de la posible beatificación de estos 16 vascos fusilados, de modo que su memoria hasta ahora queda restringida a un dato de archivo. Si la ceremonia del domingo, calificada por algunos católicos críticos con la jerarquía católica también como "un viaje de 50 años entre los altares y la desmemoria", fuese el punto final de un proceso que permitiera una memoria serena para la reconciliación de aquel periodo convulso y hasta truculento, bien estaría; pero es casi seguro que esta beatificación no sea sino el preludio de otras 863 ya en camino y de otras muchas miles más que están dispuestos a impulsar, siempre excluyendo a aquellos que no fueron de su bando.
Tomando partido
La posición de la Iglesia podría ser incluso más respetable si la jerarquía de aquel momento no hubiera tomado partido de manera casi total por los sublevados. De tal manera que, aceptando que la Iglesia sufrió represión, no es menos cierto que tuvo parte de culpa y no fue ajena a los asesinatos franquistas y en buena medida, según los historiadores, entre ellos Goiogana, alentó, justificó y dio cobertura ideológica (y más) a la dictadura. "Está en los archivos y en los libros de texto que así fue. Si la curia católica española, elevándose por encima de su propio posicionamiento coyuntural en 1936, fuera capaz de asumir su parte de culpa y reconocer a otros mártires que no fueran los suyos, no cabe duda de que por parte de todos, católicos o no, habría un reconocimiento total también de estos mártires buenos que ellos llevan ahora a los altares. Porque de no ser así, para muchos ciudadanos, católicos incluidos, y muy en especial católicos vascos, que sí guardan en su memoria a los 16 sacerdotes fusilados, estos procesos masivos de beatificación se ven más como un folclore masivo de propaganda partidista que como un acto religioso de ensalzamiento a los altares", concluye el responsable del Archivo del Nacionalismo Vasco en Artea.
"Fueron fusilados por vascos, por ser nacionalistas vascos y por ser curas vascos"
"Se les asesinó sabiéndose lo que se hacía, porque se les obligó a ir de seglar"
(Deia. 27-10-2007)